La Policía Local de Godella había intervenido en varias ocasiones con el matrimonio ahora detenido por la muerte de sus dos hijos, de cinco meses y tres años y medio, aunque en ninguna ocasión por hechos de gravedad, según aseguran las fuentes consultadas. La última intervención policial se produjo el pasado lunes 11, tan solo tres días antes del doble crimen. Los agentes acudieron a la caseta 'okupada' por la pareja tras ser alertados por la abuela materna de los niños, quien acababa de discutir con su hija y temía que ésta pudiera autolesionarse o quitarse la vida.

Los policías desplazados a la caseta pasadas las cinco de la tarde del pasado lunes se entrevistaron con los padres y comprobaron que todo estaba bien, la mujer finalmente no había intentado lesionarse y los niños estaban en perfectas condiciones. No obstante, dadas las condiciones en las que estaban viviendo, en un entorno que no era el adecuado para unos niños tan pequeños, la policía puso los hechos en conocimiento de los servicios sociales del Ayuntamiento.

Los servicios sociales de Godella ya habían trabajado con la pareja cuando tuvieron al hijo mayor, pero actualmente no había ningún expediente abierto, según fuentes municipales. El contacto con ellos cesó en 2016 cuando la pareja se marchó a vivir a Rocafort, donde todavía seguían figurando empadronados.

"Cuando solo tenían a Amiel yo misma hablé con servicios sociales porque no me parecía normal que vivieran con un niño pequeño en una casa sin luz ni agua", explica Susana, una amiga de la pareja que solía llevarles juguetes todas las Navidades.

Respecto a la posibilidad de que María tuviera miedo de que los servicios sociales le quitaran a sus hijos, sus amigas sostienen que era "muy madraza" y que siempre estaba atenta a ellos. "Era muy dependiente de ellos, eran su vida, no me cabe en la cabeza que los haya matado ella", sostiene Ana. "En vez de quitárselos, tenían que haberles ayudado hace tiempo, vivían en una casa en ruinas rodeados de chalés de miles de euros", lamenta Susana.

María G. M. estaba apuntada a la bolsa de trabajo de Rocafort y había estado trabajando durante unos meses como barrendera y en labores de jardinería. Por su parte. Gabriel había estado trabajando un par de meses como pinche de cocina en el bar Salada de Rocafort. "Vino recomendado por una antigua trabajadora pero hace un mes que lo despidieron porque era impuntual", explica Ignacio, quien trabajó con el padre de los niños, aunque asegura que apenas tenían trato porque es "muy introvertido".

Amiel, el niño de tres años y medio, estaba escolarizado en Rocafort, aunque el miércoles no acudió a clase. El centro se puso en contacto con la familia para preguntar si ocurría algo, pero restaron importancia a su ausencia. "Últimamente estaban muy extraños", apunta una amiga que fue a llevarles comida la tarde anterior al crimen. «"Me fui a las 17.30 y estaban bien, no me lo puedo creer", se lamenta Cristina.