"La llevé a mi casa para hacerle un bocadillo de embutido". El brigada de la Guardia Civil, antiguo jefe del Puesto de Pontevedra, niega que mantuviese relaciones sexuales con una víctima de violencia de género a la que su unidad estaba encargado de proteger. Rechaza, además, que hubiera mantenido relaciones a cambio de proporcionar ayuda económica o de cualquier otro tipo a la víctima. Sin embargo, su versión contrasta con lo que afirmó ayer esta mujer en el juicio, quien insistió en que el agente le propuso mantener relaciones sexuales y que estas serían como contraprestación a su ayuda. "No fue una relación sexual por dinero, fue por su ayuda", dijo ayer la mujer. Una ayuda que no solo sería para pagar el alquiler, "sino para todo", como, por ejemplo, cuestiones relacionadas con el proceso abierto contra su expareja, como saber si su maltratador salía de la cárcel, entre otras cuestiones.

El agente, José Ramón Q. G., reconoció que el equipo del que él estaba al mando se hacía cargo de la protección de las víctimas de violencia de género en su área de influencia. El caso de esta mujer. R. G. R., había sido grave dado que su expareja le había clavado un cuchillo y causado heridas que la llevaron al hospital de Montecelo. Fue allí donde el acusado tuvo contacto con ella por primera vez. Estaba acompañado de otros agentes y, siguiendo el protocolo, le ofrecieron un hotel cuando recibió el alta si ella no disponía de una alternativa residencial segura. Ambos eran toxicómanos y el agresor todavía no había sido localizado por las fuerzas de seguridad. Decidió quedarse en casa de una amiga. Él acabó detenido, pero pronto recuperó la libertad. "Ni me avisaron de eso", dijo ayer esta mujer.

Tiempo después, R. G.R. regresó a la Comandancia para pedir ayuda y denunciar que su novio había roto la orden de alejamiento impuesta por el juzgado. Fue aquí cuando la víctima asegura que este guardia civil retomó el contacto con ella. Afirma que un día la llamó insistentemente para que quedase con ella. El acusado dice que fue ella quien le envió un whatsapp. Asegura que le ofreció llevarla al hotel que tienen concertado para acoger a las víctimas de la violencia de género pero era de madrugada y que ella le insistió que tenía hambre. Como estaba todo cerrado y la llevó a la Comandancia, puesto que "allí hay una máquina de hacer bocadillos". Sin embargo, asegura que él no tenía cambio para la máquina, por lo que asegura que la subió a su piso (ubicado en las viviendas de la propia Comandancia) "y le hice un bocadillo de embutido". Luego afirma que la llevó de vuelta al hotel y que ella le pidió dinero. El acusado, que momentos antes había dicho que no tenía cambio para la máquina de bocadillos, aseguró que le enseñó unas monedas para que comprobase que era todo lo que tenía. "No quería darle dinero porque sabía que lo iba a meter en drogas", afirmó. Luego dice que la dejó en el hotel: "Nunca le ofrecí nada, nunca tendría relaciones con ella, porque, con todo el respecto, es drogadicta". También salió a relucir que ejercía la prostitución.

La versión de la mujer fue contundente. Insistió que inicialmente no se lo dijo directamente, pero que una vez en su vivienda a ella le quedó "claro" que el agente le estaba proponiendo favores a cambio de sexo. "En su casa fue a tiro fijo", dijo al tribunal. Accedió, y una vez que tuvieron sexo "él cambia". "Le pregunté si no me iba dar un regalito y él cogió unos céntimos de la cartera y me los tiró diciendo que yo no había sido lo que esperaba, que no valía para nada", relató.

Denuncia de la Guardia Civil

La investigación contra este agente no partió de la denuncia de esta mujer. Fue la propia Guardia Civil la que de oficio dio traslado a las Justicia de las conclusiones obtenidas tras la apertura de una información reservada en torno a este agente a raíz de que un subordinado lo viese subir a su domicilio al menos en dos ocasiones diferentes con dos mujeres víctimas de violencia de género a las que su unidad se encargaba de proteger. Ayer lo ratificó en el juicio y reconoció que una de ellas era la víctima. Un superior abrió una investigación, se entrevistó con estas dos mujeres y una de ellas no relató nada relevante, pero R. G. R. una versión parecida a lo que ayer se escuchó en el juicio.

Este agente, que reconoció que tuvo alguna diferencia por su jefe, también habló del "especial interés" que mostraba su jefe cuando las víctimas que se acercaban a denunciar casos de maltrato eran "jóvenes y atractivas". Asegura que, en esos casos, "las atendía en su despacho".

El acusado, achaca la denuncia de sus compañeros a las malas relaciones existentes tanto entre este agente de la Guardia Civil que era subordinado suyo, como con su superior que instruyó la información reservada que se abrió para investigarlo. Unos encontronazos que no negaron estos pero que afirma que no afectó a su labor.

La Fiscalía no ve "creíble" la versión del acusado de que subiera a la víctima a su casa para hacerle un bocadillo por lo que mantuvo su petición de condena de un año y medio de prisión y 7 de inhabilitación por un delito de solicitud sexual, de negociación y actividad prohibida a los funcionarios, así como abuso de su función.