Laura Luelmo falleció de un fuerte golpe en la cabeza, probablemente causado con un objeto contundente como una piedra y un palo, entre los días 14 y 15 de diciembre. Es decir, estuvo viva entre dos o tres días tras su desaparición, que se produjo la tarde del miércoles día 12, tras salir a correr. La investigación trata de aclarar si estuvo secuestrada de forma previa a su muerte. La joven profesora también pudo haber sufrido una agresión sexual, pero este extremo no fue confirmado. La Guardia Civil detuvo ayer al que fue el principal sospechoso, y probablemente el único, desde que se inició la búsqueda, con trágico desenlace, de la zamorana en la localidad de El Campillo de Huelva.

Bernardo Montoya fue arrestado cuando intentaba huir al verse vigilado por los agentes. Vecino de la joven y recién salido de la cárcel, este hombre de 50 años estuvo en el punto de mira desde el principio. Su amplio y violento historial delictivo no le ayudaba, porque entre otros delitos incluye un asesinato, el de una octogenaria a la que mató a puñaladas con un machete hace más de dos décadas. El arrestado había abandonado la prisión hacía dos meses tras cumplir la última de sus condenas hasta ahora, por dos robos con violencia a sendas mujeres.

La captura de Montoya se produjo un día después del hallazgo del cadáver de Laura, que estaba a unos cuatro kilómetros de la casa de la localidad de El Campillo donde se acababa de instalar. Oculto entre hojas de jara y arbustos, su cuerpo estaba semidesnudo y tenía claros y evidentes signos de violencia. La joven murió por un traumatismo craneoencefálico causado por un golpe en la cabeza y tenía también marcas en el cuello que podrían indicar estrangulamiento. La profesora, que apareció maniatada, permaneció entre dos y tres días con vida tras su desaparición el miércoles 12 de diciembre, según la autopsia, que fija la muerte entre el 14 y el 15 de diciembre, entre ese viernes y sábado, es decir, cuando su familia y más de 200 voluntarios, además de Guardia Civil y Protección Civil, ya la buscaban. Las fuentes de la investigación consultadas no han podido confirmar si el asesino la retuvo antes de matarla, extremo que ahora es objeto de investigación por parte del Instituto Armado. El examen forense no arrojará más luz hasta que no se analicen las pruebas de ADN que se remitirán al Instituto Toxicológico de Madrid y se concrete cómo actuó su homicida, ante el que la joven se habría defendido, dadas las heridas que presenta el cuerpo.

Corpulento, de mirada dura e intimidatoria, Bernardo Montoya, que se movía por el pueblo con un Alfa Romeo negro, fue detenido ayer por la Guardia Civil, que venía vigilándolo desde que desapareció Laura. Su arresto se produjo a primera hora de la mañana, cuando el sospechoso se percató de que los agentes le seguían cuando conducía su coche, que paró de forma sorpresiva para intentar huir a pie campo a través. Anoche era trasladado a la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva para ser interrogado por los agentes de la UCO que dirigen las pesquisas, el mismo equipo que resolvió el crimen de Diana Quer.

Mirada intimidante

El sospechoso se instaló en la casa de clan Montoya al salir de prisión el pasado octubre, en el número 1 de la calle Córdoba de la tranquila localidad de El Campillo, al que hace sólo unos días llegó Laura, que se instaló en el número 13. A sólo 187 metros de distancia. La joven de 26 años había alquilado a una compañera de trabajo una casa rehabilitada para pasar los dos meses que duraría su contrato, iniciado este mismo mes de diciembre, para cubrir la baja de una docente en el instituto del cercano municipio de Nerva.

La joven le había contado a su novio que el hombre se sentaba a la puerta de su casa y la observaba con descaro cuando ella pasaba. La intimidaba. Laura desapareció el pasado miércoles. Habló con su novio y le dijo que iba a salir a correr. No se supo nada más de ella. El jueves saltaron las alarmas, cuando no fue al trabajo ni respondía al teléfono.

Bernardo fue el principal sospechoso. Primero, por lo que Laura le había contado a su novio y por sus antecedentes penales. Y después porque tras desaparecer la joven e iniciarse su búsqueda, él se marchó del pueblo y fue a refugiarse a Cortagena, la localidad en la que está asentado el clan familiar, a 50 kilómetros de El Campillo. Su hermano gemelo fue señalado asimismo por el caso de la zamorana. También tiene delitos de sangre y historial de agresiones a mujeres, pero los investigadores lo descartaron porque cuando desapareció Laura estaba en prisión. Salió de allí este mismo lunes.

El delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, contó que el arresto de Bernardo Montoya se produjo ante el riesgo de fuga. "Ahora habrá que probar su participación y será el juzgado la que determine su proceder. Lo mejor es ser prudentes y que la Guardia Civil siga haciendo el magnífico trabajo que está realizando y, una vez que lo pongan a disposición judicial, se pueda probar al menos indiciariamente que ha tenido algún tipo de participación", manifestó.

El principal sospechoso del crimen acababa de cumplir una condena de dos años y diez meses por dos robos a mujeres. Eso fue en 2015. Pero su historial incluye el asesinato de una mujer de 82 años en Cortagena en 1995, por el que fue condenado a 17 años y 9 meses de prisión. En un permiso penitenciario llegó a agredir a una joven. Y le consta un quebrantamiento en otra salida temporal del penal.

Manuel Montoya, padre de Bernardo, pidió ayer perdón a la familia de la joven. "Si mi hijo lo ha hecho que lo pague", dijo al programa Andalucía Directo. La última vez que vio a su hijo, dijo, fue la misma tarde en que desapareció la joven profesora.

La juez que investiga el crimen, la titular del Juzgado número 1 de Valverde del Camino que decretó el secreto de sumario, se desplazó ayer a El Campillo para el registro de la casa que la joven tenía arrendada y la del presunto agresor, para recoger pruebas que puedan arrojar luz. Al parecer, la vivienda del detenido presentaba un aspecto desordenado que podría indicar una precipitada partida.

La localización del teléfono móvil de Laura centra también la investigación, clave para rastrear el recorrido que pudo hacer la joven zamorana y los pasos que dio el agresor que le arrebató la vida de forma tan violenta.