Las llamadas "casas de los horrores" tienen muy difícil comercialización y es lo que ocurre con el amplísimo chalé que Rosario Porto, la madre de Asunta, trata de vender en Teo (A Coruña) desde incluso antes del infame crimen que estremeció al mundo porque la muerte más vil llegó con cara de niña.

La pequeña pereció, por asfixia mecánica, en este caserón situado en el lugar de Montouto, del que Charo, como es más conocida, quiso desprenderse en agosto de 2013, el mes anterior al cruel asesinato de la pequeña de 12 años por el que, al igual que su ex, Alfonso Basterra, cumple condena, tras probarse en el juicio la existencia de un plan inicial acordado entre ambos para liberarse de la menor, que fue localizada sin vida en una pista forestal de Feros, próxima a esta propiedad.

Es una mansión de 400 metros cuadrados útiles, que fue construida en una finca de 10.000 y que, protegida por un alto muro, cuenta con un robledal, cipreses y cedros, así como con una cruz de piedra que mandaron levantar los padres de Charo Porto, los dueños de la misma, antes de que ella la recibiese vía herencia.

La distribución queda conformada por cinco habitaciones dobles, otros tantos baños, cuatro salones, una bodega con una barra, una "lareira", un hórreo, una enorme piscina, pista de tenis, muebles en la totalidad de las estancias, alumbrado, lavadero, calefacción, asfaltado, puerta blindada, garaje, terraza y jardín.

En un inicio se pidió una cantidad cercana al millón de euros, que después se rebajó prácticamente a la mitad, pero igual de infructuoso ha sido el resultado hasta la fecha.

David Oubel intentó lo mismo que Rosario Porto

No es el único ejemplo de la suerte que corren los inmuebles con la huella indeleble que deja la crónica negra. En Moraña, en la provincia de Pontevedra, David Oubel, el primer condenado en España a prisión permanente revisable, tenía intención de despojarse de la vivienda en la que el 31 de julio de 2015 puso fin a la vida de sus hijas, Amaia de 4 años y Candela de 9, con una sierra radial.

Antes del macabro suceso, los 420 metros cuadrados, la amplia parcela, la hermosa fachada de piedra y los excelentes acabados sí podían ser un reclamo, pese a la cantidad pedida, próxima al medio millón de euros.

Fuera de Galicia, la historia es similar, con la finca en la que José Bretón segó la existencia de sus únicos descendientes, Ruth, de seis años, y José, de apenas dos... Es la más grande de todas las del polígono de Las Quemadillas, en Córdoba, y por un importe de 180.000 euros... pero de nada sirve. Quedó marcada desde el 8 de octubre de 2011.

En Guadalajara, el número 594 de la urbanización La Arboleda de Pioz, en el mercado por 127.000 euros. Los propietarios ansían deshacerse de este bien en el que el 17 de agosto de 2016 se apagó la luz de Marcos Campos, su mujer y los dos hijos de ambos. Un familiar, Patrick Nogueira, sobrino de Marcos, fue el causante. Pese al precio muy rebajado, siempre cuesta encontrar comprador. Si bien la ley en España no obliga a informar "del pasado", es harto improbable no conocerlo.

Turismo morboso: los sucesos mediáticos atraen visitantes

La red da todas las respuestas en un país en el que, como sí ocurre en otros, tampoco es tan habitual el turismo "oscuro", a excepción de episodios como el de Puerto Hurraco, el núcleo pacense que acaparó toda la atención el 26 de agosto de 1990 cuando décadas de resentimiento entre dos familias terminaron con nueve asesinatos. Este desenlace generó visitas a la zona y el estreno en 2004 de la cinta El séptimo día de Carlos Saura, sobre tal matanza, no hizo más que acrecentarlas.

Algo parecido pasa con Alcásser, el pequeño pueblo valenciano que ve un trasiego constante a su cementerio donde una estatua honra a tres adolescentes, Miriam, Toñi y Desirée, que el 13 de noviembre de 1992 salieron de fiesta y ya nadie volvió a verlas con vida. Sin embargo, es más "turismo de duelo".

Y, aunque en España no, en otras zonas sí hay una especie de rutas guiadas a ciertas ubicaciones "con historia", en ocasiones tétrica. Es la razón por la que la joven de Viena Natascha Kampusch, secuestrada el 2 de marzo de 1998 y que logró fugarse el 23 de agosto de 2006, decidió comprar el zulo en el que fue prisionera, tal y como ella misma contó.

No quería que ocurriese lo que está pasando por ejemplo en Amstetten, en el estado de Baja Austria, donde los curiosos practicantes de las expediciones del "morbo" se toman fotos ante la casa en la que Josef Fritzl mantuvo retenida a su hija Elisabeth, a la que violó durante 24 años y con la que tuvo siete hijos.

Y, más allá de estos circuitos, en el negocio inmobiliario en sí, el de estas edificaciones con estigma, hay incluso quien busca su nicho, y en ello nadie con mayor concreción que la de un hombre, ahora ya famoso por su ocupación, el cual se presenta como Randall Bell y se ofrece a ayudar, precisamente, a recolocar moradas en las que se cometieron atrocidades.