"Tuvimos un minuto para asimilar que lo mejor era saltar", asevera Alberto Pariente, capitán y armador del barco marinense de servicios marítimos Trames Uno que la semana pasada fue abordado por el catamarán Alborán de Naviera Armas al norte de Gran Canaria. Asegura que desde que vieron el barco rápido de la naviera canaria hasta que impactó contra ellos solo dispusieron de un minuto para reaccionar. "Dio tiempo a avisar al compañero que estaba descansando y a virar todo el barco a babor", relata cuatro días después del accidente que estuvo a punto de costarles las vidas.

Durante la media hora que transcurrió entre el abordaje del barco y la llegada de los equipos de Salvamento Marítimo, Pariente y los otros dos tripulantes -Manuel Crespo y David Leiro- se distribuyeron entre los restos del contenedor de mercancías que transportaban de Gran Canaria a Tenerife y una balsa. Aun así, el único pensamiento que rondaba por la cabeza del capitán era cómo conseguir que el Trames Uno, un buque de servicios marítimos -que no pontona, subraya Pariente- con el que su empresa lleva un año en Canarias realizando importantes trabajos submarinos para empresas e instituciones, no acabara por hundirse.

Ese, explica Pariente, es el único motivo por el que cuando el helicóptero le trasladó hasta el hospital de Las Palmas decidió irse al Puerto. "Salí corriendo a coger un taxi y lo hice sin camiseta porque me rescataron con un pantalón corto y unas zapatillas, pero lo que quería era rescatar el barco. El armador pontevedrés se embarcó esa misma noche en otra nave para regresar al lugar del accidente y allí, a las 22.30 horas, se sumó a las labores de remolque. "Sabía que si lo enganchaban por la hélice lo iban a hundir y quería evitarlo a toda costa". Ya de madrugada se subió al buque Miguel de Cervantes de Salvamento Marítimo y regresó al Puerto de La Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, junto a su embarcación.

Los tres tripulantes del Trames Uno estuvieron hasta el domingo con ropas y teléfonos móviles prestados. "Nos hemos pegado una paliza de tres días sin dormir para salvar el barco", subraya con orgullo.

Para su empresa, el accidente supone un parón que puede afectar a los contratos que ya tenían firmados. En el momento del suceso se dirigían a Tenerife para realizar unos trabajos en varios buques gaseros y después debían regresar a Gran Canaria para continuar con el cableado del aerogenerador marino instalado al sur de la capital. Durante el año que llevan en las Islas se han encargado de importantes proyectos, como la revisión del cable eléctrico entre Lanzarote y La Graciosa. También se encargaron de reflotar las gabarras hundidas en Gran Tarajal (Fuerteventura) y de las obras del emisario submarino. "Estaba muy contento de tener el barco aquí y la idea es repararlo para poder seguir trabajando en la zona", concluye.