Julio R. G. veía que "en cualquier momento" podía haber un encontronazo que terminara mal entre su familia y el holandés de Santoalla. "Martin estaba esquizofrénico", dijo, acusando a la víctima de meterse sobre todo con su padre. La armonía inicial entre las dos familias y únicos vecinos fue degenerando por disputas de lindes, diferentes formas de ver la vida, denuncias cruzadas y, sobre todo, por el derecho a obtener rédito del monte comunal. Martin Verfondern fue asesinado de un disparo el 19 de enero de 2010 cuando regresaba a la aldea de Petín tras hacer unas compras. Tenía 52 años.

El presunto autor, Juan Carlos R. G., en prisión preventiva desde que confesó a la Guardia Civil en diciembre de 2014 que disparó el holandés por conducir "como un tolo", se acogió a su derecho a no declarar ayer, en el juicio ante un jurado que se celebra esta semana en la Audiencia Provincial de Ourense. Mantuvo la mirada clavada en el suelo toda la sesión. Tiene una discapacidad intelectual, "la mente de un niño de 7 años", dice su abogada, que sostiene que aquella confesión se la inventó. El fiscal incide en que sabe distinguir el bien del mal. Julio, su hermano, no acusó a Juan Carlos directamente -de hecho, no lo ve capaz de planear un asesinato-, pero hizo un cambio de versión que lo incrimina.

Entre los dos movieron el cuerpo sin vida del holandés a la parte trasera del Chevrolet Blazer, dijo ayer Julio, tras sostener en la fase de instrucción que su hermano no estaba. Cazador y ganadero, conocedor de la montaña serpenteante y poco accesible de la zona, condujo durante 45 minutos por pistas de tierra y cortafuegos, junto al cuerpo sin vida de su vecino. "Iba cegado, con el corazón a punto de explotar, muy nervioso", declaró ante el tribunal popular.

Ocultó el coche y el cadáver en un paraje elegido supuestamente "al azar", en A Veiga, a 18,5 kilómetros de Santoalla, porque "lo único que se me ocurrió fue quitarlo de ahí por si mi familia podía tener un problema". El hermano quería proteger a Juan Carlos. "Pensé en esconderlo fuera y punto". Bajó el cuerpo del todoterreno y lo ocultó con unas ramas de pino. Hace cuatro años -ayer se cumplieron exactamente-, gracias a la avería de un helicóptero de la Guardia Civil que, cuando retomó el vuelo, vio un destello, el azar condujo a los restos del holandés y el coche semicalcinado.

En su primer informe, el fiscal Miguel Ruiz calificó la vida padecida por el holandés en Santoalla, "un mundo aparte que está en el fin del mundo" como si estuviera en un "salvaje oeste", por culpa de sus vecinos, la familia nativa. "Consideraban que la tierra era solo suya". En su calificación provisional solicita 17 años de prisión por asesinato y tenencia ilícita para Juan Carlos. Julio quedaría exento como encubridor.

Pero hay otra alternativa: si se demuestra que maquinó el crimen y que los hermanos "actuaron por venganza, con un reparto de papeles", Julio se enfrentaría a 18 años, así como la prohibición para ambos de acercarse a la aldea o la viuda durante 25 años.

El fiscal cree que "la gota que colmó el vaso" de las malas relaciones fue cuando la justicia consideró que el matrimonio holandés tenía derecho a los beneficios del monte comunal, por el que llegaron a ingresar 10.000 euros.