"Estamos ante un asesinato que por un milagro no se produjo". Éstas fueron algunas de las palabras expresadas por la Fiscalía en su informe final en el juicio contra Juan Carlos Fariñas, el vecino de Vigo que acuchilló en el cuello a su exnovia, Mónica, con la que trabajaba en el Hospital Povisa de la urbe olívica. La vista oral concluyó el 15 de marzo y, tres semanas después, este grave caso de violencia machista ya tiene sentencia. La Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Pontevedra ha impuesto una condena de 14 años y 11 meses de prisión a este hombre, de 42 años y celador de profesión. El tribunal lo considera autor de un delito de asesinato en grado de tentativa y, junto a la pena de cárcel, le prohíbe aproximarse o comunicarse con la víctima en un período superior en una década al de la pena de prisión. Para reforzar el alejamiento, la resolución judicial establece que deberá ser controlado con un dispositivo de seguimiento telemático.

La sala califica la grave agresión que casi le costó la vida a Mónica de intento de asesinato al considerar que el condenado, que ya permanecía en prisión provisional desde que en 2015 ocurrieron los hechos, actuó con alevosía. Asimismo, se aplican dos circunstancias agravantes: parentesco y disfraz. En concepto de responsabilidad civil, deberá indemnizar a la víctima con un total de 384.146 euros. En esta cuantía se tienen en cuenta, entre otros conceptos, los días de estabilización que necesitó la mujer a causa de las heridas, así como las secuelas y el daño moral.

La mujer vivió una auténtica pesadilla. Había mantenido una relación sentimental y de convivencia con Juan Carlos Fariñas durante tres años hasta que se rompió en diciembre de 2014. Pero él siguió obsesionado con ella. El ataque ocurrió meses después de la ruptura, el 12 de abril de 2015. Según relataba el escrito del Ministerio Público, esa mañana fue al edificio donde vivía ella, en Martínez Garrido, con una sudadera con capucha negra y otra prenda que solo dejaba despejados sus ojos. Llevaba un cuchillo. Sabía que su expareja, auxiliar de enfermería en Povisa, debía ir a trabajar y esperó a que saliera por el portal. Y allí la atacó de forma sorpresiva, con un puñetazo.

Ruegos

A continuación, relataba la Fiscalía, la empujó contra la pared, le dio con el cuchillo en un costado, le tapó la boca y la arrastró hasta la planta -2 del sótano, de aparcamiento. Fue allí donde le clavó el arma en el cuello. "Si no eres para mí no eres para nadie, te voy a matar, muérete", fueron algunas de las palabras pronunciadas por el agresor, que, haciendo caso omiso a los ruegos de la mujer, la dejó allí en el suelo más de diez minutos mientras la observaba. Ella tenía la hoja del cuchillo atravesándole el cuello de lado a lado. "Estoy esperando a que te mueras", le decía él "tranquilo". Ella relató en el juicio que le suplicó "para que no me dejase morir". "Le decía que me casaría con él y se reía", contó.

La víctima le aseguró que no lo denunciaría y al final el acusado la llevó en coche hasta las proximidades de Povisa. La mujer tuvo que andar más de 30 metros, con el arma aún en el cuello. Entró en Urgencias y allí una combinación de suerte y de la rápida atención que recibió por parte de los médicos la salvó. Estuvo casi dos meses hospitalizada y el tratamiento de sus lesiones tardó más de dos años en consolidarse. Necesito logopedia, fisioterapia, rehabilitación... Y junto a las secuelas físicas y estéticas, sufre trastorno de estrés postraumático grave. La mujer confesó en la vista que cuando entró en el hospital temía por su vida. Y una de las cosas que hizo fue decir que el autor del ataque había sido su exnovio. "Para que por lo menos lo detuvieran, porque pensaba que me iba a morir", manifestó.

En el juicio el fiscal jefe de la Audiencia Provincial de Pontevedra en funciones, Juan Carlos Aladro, elevó su petición de pena hasta casi los 19 años de cárcel. Finalmente, la Audiencia impone la que había solicitado inicialmente. Para el Ministerio Público no cabía duda de que la intención de Fariñas era matar "por posesión y egoísmo". El acusado, en el juicio, empezó reconociendo los hechos, pero después alegó no recordar muchos de los detalles de la agresión. La sentencia no es firme y cabe recurso.