Una de las muertes más misteriosas de la historia reciente de Vigo cumple 9 años. Fue el 19 de diciembre de 2008 cuando el cadáver de un joven aparecía en plena calle Torrecedeira de Vigo. Pese a que las primeras investigaciones policiales apuntaban a que Ramón Ortega Quina, de solo 21 años, habría sido víctima de un crimen, tras varios meses de pesquisas los propios agentes y la Fiscalía comenzaron a desechar esta hipótesis en favor de la de una muerte accidental: este vigués se habría caído a la acera al escalar bajo los efectos del alcohol la fachada del edificio de su ex novia. Una teoría, esta última, que siempre ha rechazado la familia de la víctima.

Y es que la muerte de Ramón aún no tiene respuestas. El joven fue hallado en la calle con un golpe en la cabeza en vísperas de las navidades de 2008. Las primeras pistas hicieron que la Policía Nacional pensase en un homicidio: llegó a trascender que no se descartaba que el arma usada fuese de origen oriental y que se buscaba a una persona que había sido vista deambulando en estado ebrio por la zona.

Sin embargo, avanzada la investigación, el caso dio un giro de 180 grados y en el verano de 2009 la Fiscalía pedía el archivo al estimar que lo ocurrido fue un accidente que sobrevino cuando el chico escalaba la fachada del edificio de su ex novia. Esta teoría apunta a que se cayó, golpeándose quizá en la parte superior de una cabina telefónica, para acabar impactando en la acera

Autopsia

La familia no se dio por vencida. Los padres de Ramón alegaron que la autopsia no aclaraba si la muerte era criminal o accidental. Y lograron que se realizase una ampliación de este análisis forense que, sin embargo, tampoco aportó datos esclarecedores. La fiscal volvía a solicitar por segunda vez que se cerrase la causa y otra vez los allegados del joven se opusieron, logrando este mismo verano que la Audiencia Provincial de Pontevedra desestimase el archivo.

Los familiares insistieron en los detalles sin aclarar de esta muerte. Las heridas que presentaba el fallecido no les concordaba con una caída y tampoco tiene sentido para ellos que estuviese escalando una fachada: aseguran que se llevaba bien con su ex novia y podía llamar al timbre para que le abriera. Otro detalle sobre el que llaman la atención es la desaparición de los veinte euros que el joven acababa de retirar de un cajero y la falta de la pulsera y la cadena que siempre llevaba puestas.