Seis años de cárcel y el pago de 540 euros en multas. Ésta fue la pena que aceptó ayer en la Audiencia viguesa una madame nigeriana, Rachel E., alias Silvia, por obligar a una compatriota suya a ejercer la prostitución en España. La víctima, que tiene la condición de testigo protegido en el procedimiento judicial, fue captada en su país con sólo 17 años y sometida a rituales de vudú con el objeto de atemorizarla. Tras ser explotada sexualmente en un club de Madrid, fue trasladada a la ciudad olívica, donde también iba a ser prostituida en un local. Sin embargo, gracias a la alerta dada por un hombre a la que la chica relató su calvario en su viaje en autobús a Vigo, finalmente fue liberada por la Policía Nacional cuando estaba en un piso del barrio de O Calvario.

La conformidad entre Fiscalía, acusación particular -ejercida por la asociación Themis- y defensas evitó el juicio: la condenada, en prisión provisional desde septiembre de 2015, asumió la autoría de un delito de inmigración ilegal y otro de trata de seres humanos -cometido con intimidación y engaño con fines de explotación sexual- en concurso con uno de prostitución coactiva. Junto a las penas de cárcel y multa, debe indemnizar a la joven con 3.000 euros de los cuales ya abonó 750, por lo que se le aplicó la atenuante cualificada de reparación del daño.

Inicialmente también estaba acusaba la hermana de Rachel E., B.E., que alojó a la chica en su piso de Vigo y afrontaba más de 9 años de cárcel, pero la Fiscalía retiró la imputación contra ella, por lo que esta mujer resultó absuelta. Ello al concluirse que desconocía "las circunstancias" en las que la menor viajó a España, así como la situación de coacción que se ejercía sobre ella.

En 2015

Los hechos se remontan a 2015. Según el acuerdo de conformidad suscrito ayer, Rachel actuó en connivencia con personas que no pudieron ser identificadas y que captaron mediante engaño a la víctima en un pequeño pueblo de Nigeria, donde vivía con sus padres y sus hermanos. En aquel país, antes de partir, la joven fue sometida a un ritual de vudú para atemorizarla y mediante el cual ella y su madre garantizaban con sus vidas el "pacto" alcanzado.

Tras viajar con un pasaporte falso para que aparentase ser turista, la menor fue recogida en Paris por la condenada, cuya intención era explotar sexualmente a la joven y repartir las ganancias con sus compinches de Nigeria. Desde Francia fueron a Madrid. Rachel dijo a la joven que había adquirido una deuda de más de 60.000 euros y que debía ejercer la prostitución, amenazándola con el vudú si no obedecía a estas órdenes. La chica accedió ya que ese ritual le infundía miedo y "temía por su vida".

Tras ejercer varios meses en un club de Las Rozas -donde ganó 1.500 euros que entregó a la condenada-, fue trasladada a Vigo. En su viaje en bus relató lo que le ocurría a un hombre, que fue el que finalmente acabó advirtiendo a la Policía. La sentencia establece que no consta que la madame supiese que la joven era menor de edad.