"Yo subí a matarlo, no a darle una paliza, quería que ella sufriera por esto". Marcos Vidal González pronunció estas palabras ante la Guardia Civil tras entregarse en el paseo fluvial de Ponte Caldelas (Pontevedra) por el asesinato a puñaladas de Manuel Ángel Rivas Muiños, el marido de la mujer con la que el presunto agresor había mantenido una relación sentimental. Un crimen ocurrido en noviembre de 2015 que sigue en investigación en el Juzgado de Instrucción 1 de Pontevedra. A la espera de completarse las diligencias, las partes personadas ya concretaron, en uno de los pasos procesales que establece la Ley del Tribunal de Jurado, las imputaciones. La Fiscalía atribuye un delito de asesinato al estimar que el imputado, de 36 años y que sigue en prisión provisional, actuó bien con alevosía - "por el empleo de un arma de forma sorpresiva", argumenta- o bien con ensañamiento, por las múltiples cuchilladas y la "innecesaria prolongación del ataque". La defensa, ejercida por el abogado Diego Reboredo, no niega la autoría, pero rebaja la calificación a homicidio e incide en escritos presentados en el juzgado en las "patologías psíquicas y psicológicas" de su cliente, concretando que sufría un "trastorno delirante", concretamente una celopatía.

Manuel Ángel, que tenía 39 años, regentaba desde 2013 una tienda de embutidos y jamones ibéricos en Arcade. Casi puerta con puerta abrió su peluquería Marcos, que conoció a la esposa del que después sería su víctima a raíz de esta circunstancia, según consta en la causa. El presunto asesino tuvo una relación con esta mujer: ella, en sus declaraciones, asegura que fue algo muy puntual y que la única razón por la que siguió quedando con él o teniendo contacto telefónico hasta el trágico desenlace fue por "pánico" ya que la tenía amenazada a ella, a su marido -que siempre estuvo "al corriente" de la situación, precisa- y a otros familiares. El acoso duró "dos años" y necesitó ir a una psicóloga. El ahora encarcelado consideraba sin embargo que entre ellos había un noviazgo real y que ella se había separado. Así lo declaró ante la juez y así lo contaba a cercanos suyos, como el empleado de su peluquería. "Me decía que estaba saliendo con una chica", declaró en el juzgado este testigo.

Hechos

El crimen fue el 28 de noviembre de 2015. Era sábado. El fiscal, en la comparecencia de la imputación, hizo un relato provisional de hechos. Según el mismo, esa mañana Marcos fue desde Arcade a Ponte Caldelas, a donde llegó a las 08.15 horas, dirigiéndose al piso donde residía la mujer con su esposo. "Desconfiaba y quería comprobar que no había vuelto con su marido", declaró el propio imputado en el juzgado. Consciente de que ella no estaba allí ya que se había ido al trabajo, esperó en la tercera planta -la de la vivienda- a que saliese Manuel Ángel, que debía ir a abrir su tienda. A las 09.00 horas este hombre salió. Fue entonces, concreta el fiscal, cuando Marcos "se abalanzó sobre él" con una navaja, obligándolo a entrar de nuevo y llevándolo al dormitorio. Supuestamente, empezó a asestarle múltiples puñaladas en diversas partes del cuerpo.

Con la víctima malherida, el agresor llamó a la mujer con su teléfono y, como no le cogía, usó el de Manuel Ángel. Cuando ella descolgó le dijo que había acuchillado a su marido porque había descubierto que ella "seguía con él" y le pidió que escuchase "cómo agonizaba". E hizo con el móvil una foto de la víctima, que yacía en el suelo "cubierta de sangre", enviándosela a la mujer. Con el mismo arma, asestó más puñaladas al hombre y se marchó.

En esos primeros momentos no sólo admitió el crimen ante la esposa del fallecido. También llamó al 112 y, cuando iba a a su casa de Arcade a cambiarse de ropa, telefoneó a su hermano para que fuese a buscarlo. "Lo he chimpado", le dijo sobre la víctima, pidiéndole que le llevase al cuartel de Ponte Caldelas para entregarse. De nuevo en esa localidad, telefoneó a la Guardia Civil y esperó a los agentes en el paseo fluvial. Al verlos les hizo señas, confesó el asesinato y les entregó la bandolera donde estaba la navaja, manchada de sangre, que había usado. "Llevaba tres años engañándome, esto no podía quedar así", dijo a los efectivos. La autopsia al fallecido arrojó que tenía 22 heridas inciso-cortantes en cuello, cara y tórax. Tres causaron la muerte. Las lesiones en antebrazo y mano izquierda revelan que trató de defenderse.