La fiscal especializada en Violencia de Género de Pontevedra, Rosalina Carrera, mantuvo ayer su petición de condena de 20 años de prisión por asesinato para el acusado del crimen de Pontesampaio, Juan Antonio Lusquiños Bustelo. Una petición a la que se sumó también la acusación popular que ejerce la Xunta de Galicia. Para la Fiscalía, tras examinar durante dos días las pruebas presentadas y los testimonios de testigos y peritos, no hay duda de que Lusquiños Bustelo no solo acabó con la vida de su expareja Concepción Reguera Peón a puñaladas, como él mismo reconoce, sino que además lo hizo sin que estuviera afectado por ningún tipo de trastorno mental. "Sabía lo que hacía y quería hacerlo", dijo ayer al jurado durante la exposición de su informe final, en el que reiteró que hay pruebas suficientes para concluir que la muerte de esta pontevedresa fue un asesinato con alevosía y no un homicidio como sostiene la defensa. "El ánimo de matar estaba claro", aseguró la fiscal.

La acusación pública basó tu tesis, entre otras cuestiones, en el testimonio que apenas unas horas antes habían prestado ante el jurado los expertos forenses que examinaron al acusado el mismo día de los hechos, apenas horas después de haber sido detenido por agentes de la Guardia Civil y de que se produjese el crimen. La perito que examinó su estado mental reconoció que en su historial aparecen reflejados varios episodios de consultas por un trastorno de ansiedad y depresión. Sin embargo señalaron que estos dos trastornos "no alteran el juicio de la realidad" por parte del acusado que "tiene capacidad para comprender y él puede decidir si hace algo o no".

La defensa, en su informe, insistió en que fue un "arrebato", una "ofuscación" de Lusquiños por la situación de profunda depresión en la que estaba sumido tras romper su relación con la víctima. Por ello piden para el varón una pena de 10 años por homicidio. "Lusquiños tiene que pagar por lo que ha hecho, pero debe ser una condena justa", reconoció el letrado.

"Alevosía doméstica"

Además de rechazar esta posible afectación psiquiátrica, la fiscal insiste también en que el crimen se produjo con alevosía. Rosalina Carrera no duda que las intenciones de Lusquiños Bustelo al ir a hablar aquella madrugada con Concepción Reguera Peón pudieran ser otras que las de acabar con su vida, pero aseguró que cuando la atacó lo hizo con este propósito claro y sin que la mujer tuviera oportunidad de defenderse, precisamente por los sorpresivo que resultó el ataque para ella. La fiscal sostiene que se produjo lo que se define como "alevosía doméstica". "Ella no le tenía miedo, el sentido común nos dice que nadie le iba a decir a su exnovio que se subiese al coche que lo iba a llevar a su casa si le tuviese miedo", dijo. Ella "no sospechó de él" y esto anuló también su capacidad de defensa, según el Ministerio Público.

Los primeros en declarar durante esta última sesión fueron los agentes de la Guardia Civil que detuvieron a Lusquiños Bustelo en su casa de Soutomaior. Tras una pequeña persecución a pie, un agente confirmó que, cuando casi estaban a su altura, el acusado se detuvo y se sentó a esperarlos. "Qué he hecho", "se me fue la pinza", "dime que no está muerta, dime que está viva", asegura que fue alguna de las frases que, de forma espontánea, Lusquiños dirigió a estos agentes. También les pidió que no le llevasen a la cárcel de A Lama "que ella tiene allí familia y me va a matar", aseguró. "He destrozado a dos familias"; añadió.

La última palabra la tuvo el propio Juan Antonio Lusquiños Bustelo quien hizo uso de su alegato final, de su derecho a la última palabra para volver a pedir perdón: "Como ya dije el primer día, lo hice yo, lo siento con toda mi alma pero no puedo volver atrás". "Tampoco puedo cambiarme por ella" añadió, al tiempo que aseguró al jurado que "aceptaré lo que me digan".