Un teléfono móvil puede resultar crucial en la resolución de un caso. El asesinato de un jubilado septuagenario en las conejeras de su vivienda de Cabral (Vigo) en 2010 no resultó un asunto fácil por la ausencia de pruebas incriminatorias de manual como pueden serlo unas huellas dactilares, restos de ADN o una confesión, pero el tribunal popular que juzgó a los dos acusados fue rotundo al dictaminar su culpabilidad: los delataron las antenas de telefonía móvil, que situaban a ambos en la zona y en el momento del crimen. "La triangulación de un teléfono es algo que se utiliza de forma habitual desde hace años", relatan varias fuentes policiales consultadas. "Es difícil que sólo con eso resuelvas un caso, pero es una ayuda, una evidencia a mayores: si coges a un hombre con el botín de un atraco y además puedes demostrar que estuvo allí...", ejemplifican sobre la utilidad de esta herramienta.
La importancia de un terminal móvil en una investigación vuelve a la actualidad de la mano de un caso muy mediático, el de la desaparición de Diana Quer. Su teléfono no ha resuelto el misterio sobre su paradero, pero ha aportado pistas fundamentales sobre algunos pasos que dio la joven esa madrugada del 22 de agosto. Gracias a su móvil se sabe que salió de A Pobra en coche, recorrió un tramo de autovía y llegó hasta Rianxo, localidad en la que se pierde la señal ya que el aparato se apagó, probablemente al quedarse sin batería.
¿Qué piezas ha encajado la Guardia Civil para dibujar este trayecto de aproximadamente 20 kilómetros? La clave está en que un móvil, cuando se enciende o cuando se va moviendo, se conecta automáticamente a aquellas estaciones base con antenas de telefonía que le proporcionan mayor y mejor cobertura. "En una investigación como la de Diana, o sobre cualquier persona de la que se quiera hacer un seguimiento, la compañía a la que pertenece su teléfono tiene un registro en base al cuál se sabe que ese terminal ha estado conectado de determinado minuto a determinado minuto a una estación y así sucesivamente", explica Íñigo Cuiñas, catedrático y director de la Escuela de Ingeniería de Telecomunicación de la Universidad de Vigo.
Recorrido
Esta información, que las empresas proporcionan con un requerimiento judicial de por medio, permite seguir el recorrido, el itinerario, que realizó una persona. El problema, el hándicap, es que no es un método que la sitúe en un punto concreto. Al contrario, la suele ubicar en un área amplia, tan grande como sea el radio de cobertura de la estación base a la que su teléfono móvil se haya conectado.
En una calle céntrica como la del Príncipe de Vigo o en un centro comercial es fácil determinar con más precisión dónde estuvo una persona. En esos espacios entran en juego numerosas antenas con escasa potencia -necesarias debido a la concentración de personas, comercios y negocios- que acotan el posicionamiento en unos escasos metros. Pero la cosa cambia, y mucho, en áreas de autopistas o autovías y en zonas rurales, precisamente donde se sitúa el marco de la investigación sobre la joven madrileña. Aquí ya se habla en términos de kilómetros. "En exteriores, y sobre todo en zonas rurales, la cobertura de cada antena es muy amplia", afirma Cuiñas. "Podremos saber hacia donde puede estar esa persona, pero no el lugar exacto", añade este experto. Hay estaciones base con una única antena, pero la mayoría tienen tres sectores. "Tres antenas que se reparten esa área de cobertura circular", explica. En estas circunstancias se logra mayor precisión, porque se puede determinar en qué sector está el teléfono. Pero, insisten los especialistas, sigue siendo un área grande.
Las antenas repetidoras también delatan el ritmo de movimiento. "Si se pasa de una estación a otra en determinado tiempo, eso puede dar una idea de si una persona va rápida o lenta, si va andando o en un vehículo...", afirma Cuiñas. Pero tampoco aquí, advierte, el grado de precisión es máximo. "Puedes saber por ejemplo que una persona se mueve en un vehículo, pero no la velocidad a la que va; no se puede determinar si va a 60, 70 o 80 kilómetros por hora", cita al respecto.
¿Y una vez se apaga el teléfono? Ahí se pierde el rastro. El terminal de Diana dejó de emitir señal alguna en Rianxo, en la zona de Taragoña. "Aún apagado, si tuviese batería, cabría la posibilidad, aunque inhabitual y complicada, de una activación remota del terminal", explica. Pero si el móvil dejó de funcionar porque se agotó la batería, ni esa posibilidad quedaría abierta. "En lo que a localización se refiere ya no puedes hacer nada con él, se quedó sin energía para funcionar", subraya.
Este experto en telecomunicaciones y las fuentes policiales consultadas concluyen, sobre los posicionamientos que dan las antenas de telefonía, que éstas no aportan un punto exacto porque, advierten, no se las puede confundir "con un GPS". Lo que existen son aplicaciones de móviles con acceso a la geolocalización del usuario del aparato y que sí arrojan una ubicación más concreta que la que dan las estaciones bases. ¿Y si Diana tuviese una de estas aplicaciones? ¿Pueden acceder los investigadores a esta información? Por lo de pronto, resulta más complicado. "Tendría que haber instalado una de esas aplicaciones, haber autorizado a compartir la información de geolocalización, dicha geolocalización tendría que estar actividad en el teléfono y el proveedor contar con un registro de esos datos...; es una posibilidad pero deben conjugarse muchas circunstancias", resumen.
Junto a los posicionamientos, los agentes indagan en el contenido del móvil de Diana en busca de pistas de un caso que, reiteraba ayer el delegado del Gobierno en Galicia Santiago Villanueva, es "muy complejo".
