Víctor P. F., un hombre de 58 años, natural del concello ourensano de Oímbra, abusó sexualmente de dos niñas la mañana del día 22 de junio de 2015, cuando las vio jugando en un parque de A Gudiña, al pasar con su furgoneta del trabajo. Las víctimas tenían 9 y 10 años cuando ocurrieron los hechos. En una sentencia de fecha de ayer, solo dos días después de la celebración de la vista oral -a puerta cerrada-, la Audiencia Provincial de Ourense impone al acusado una pena de un total de 4 años de cárcel, 2 por cada delito. Tendrá que indemnizar con 2.000 euros a una de las niñas. La sentencia no es firme y admite recurso de casación para ante el Tribunal Supremo.

La resolución no cumple la expectativa de la Fiscalía. El ministerio público había solicitado una condena de 6 años de prisión, una prohibición de acercarse a menos de 100 metros de cada una de las dos menores así como de cualquier lugar donde se encuentren, y que se le prohíba comunicar con ellas por cualquier medio durante 5 años. Asimismo, el ministerio público pretendía que se restringiese al acusado la posibilidad de acudir a parques públicos o a lugares de ocio para menores por un periodo de 5 años.

La sentencia considera probado que Víctor P. F. entabló conversación con las menores preguntándoles cómo llegar a A Mezquita y a un restaurante. Posteriormente comenzó a hacerles preguntas personales y a pedirles que se fueran con él detrás de la furgoneta porque las iba a pesar y a medir. Una vez que el acusado consiguió llevar a las niñas al lugar que había escogido, las colocó a una de espaldas contra la otra y con ánimo libidinoso comenzó a realizarles tocamientos con las manos en el pecho, la barriga, la espalda y las nalgas. Además, tal y como queda probado, las cogió en brazos y las abrazó contra su pecho, les dio un abrazo y un beso al despedirse de ellas, antes de ir a entregar un paquete.

Transcurridos unos minutos, el individuo regresó de nuevo al lugar en el que se encontraban las niñas, dirigiéndose a una de ellas, manifestándole que tenía "la cintura muy fina" y pidiéndole que se sentara sobre sus rodillas para ver si podía con ella, aprovechando la ocasión para apretarla fuertemente hacia abajo. Después le pidió a una que se sentara sobre la otra, permaneciendo un rato de esa manera mientras el acusado las agarraba.

Los magistrados de la Audiencia consideran probado que el acusado pidió a una que se fuera de nuevo detrás de la furgoneta, instando a otra a que vigilase que no viniese nadie, aprovechando para bajar ligeramente el pantalón de una de ellas niñas y diciéndole al ver su ropa interior que "esas bragas no se llevaban que parecían dodotis que lo que se llevaba ahora eran las tangas". Posteriormente el acusado se despidió de las menores abrazándolas y besándolas de nuevo en la mejilla, diciéndoles que no contaran nada de lo sucedido a sus padres. Una de las víctimas sufrió pesadillas y se volvió más introvertida, siendo su propia madre, de profesión psicopedagoga, quien la trató para ayudarla a superarlo.