La cuarta jornada del juicio por el asesinato de Secundino Prego Amil en su casa de Poio en febrero de 2014 tuvo como principales protagonistas a las forenses que practicaron la autopsia al cadáver del octogenario. La cantidad de golpes que recibió la víctima fueron tantos que las especialistas se mostraron incapaces de definir un número concreto. "Fueron muchos", "unos veinte como mínimo" llegaron a decir, "y de ahí para arriba", explicaron al jurado popular que dictará veredicto. De todos ellos, al menos 13 los recibió "a nivel craneal", en la cabeza, y seis de ellos eran de especial gravedad. También presentaba una fractura en las costillas, entre otras lesiones.

Señalaron a la cacerola, el bastón del propio jubilado y una piedra manchada de sangre que encontró la Guardia Civil cerca del cadáver como armas "compatibles" con las lesiones que observaron en la víctima y explicaron que los autores del crimen buscaron, con esta dureza y reiteración en los golpes, asegurar la muerte de esta persona pero que "en el camino de hacerlo le provocaron mucho sufrimiento".

De hecho, fueron claras al señalar que, aunque la muerte del octogenario se produjo de forma relativamente "rápida" (hablaron de "cuestión de minutos"), el óbito no se produjo de forma instantánea. Explicaron que el fallecido tuvo que sentir "un gran dolor, angustia, sufrimiento y miedo".

También apreciaron una herida en el cuello, probablemente causada al apretar de forma excesiva la propia corbata del fallecido en un intento de ahogarlo, aunque esta herida no le habría causado la muerte.

Las psicólogas y forenses del Imelga que analizaron el estado mental y físico de las dos acusadas no apreciaron patología mental alguna en ellas.