Redondela vivió ayer una jornada de caos como no se recordaba. El desbordamiento del río Maceiras a su paso por el centro urbano, en la zona del Salgueiral, cubrió de agua varias calles y anegó decenas de locales comerciales, portales y garajes. La situación obligó a cerrar al tráfico ocho horas dos de las principales arterias de entrada y salida de la localidad, las calles Ernestina Otero y Pai Crespo, provocando un monumental atasco en las carreteras nacionales que atraviesan la villa, la N-550 y N-552, con retenciones de hasta cuatro kilómetros en las horas punta.

También en Chapela un talud de tierra y rocas de veinte metros de altura se desprendió junto a la autopista AP-9 en la zona de Río Frío, aunque por fortuna no llegó a afectar a los carriles.

La situación comenzó sobre las diez de la mañana cuando, debido a las intensas lluvias durante toda la madrugada, el nivel del río Maceiras rebasó a su cota máxima. Ante la sorpresa de muchos, las aguas comenzaron a desbordar por la balaustrada de piedra que lo canaliza a su paso por la localidad, sobre todo en los distintos puentes que lo cruzan a su paso por el Salgueiral hasta la confluencia con el Alvedosa bajo el viaducto antiguo. Poco a poco la riada fue expandiéndose por las calles del entorno alcanzando en algunos puntos hasta treinta centímetros de altura, entrando en las tiendas, portales y garajes. La situación cogió desprevenidos a muchos de los comerciantes, que no tenían forma de parar las aguas, y se agravaba con la estela que dejaban los coches a su paso por las calles hasta que la Policía Local ordenó cerrar el tráfico.

Uno de los establecimientos más afectados fue el ultramarinos A Tenda de Laura, en la calle Pai Crespo, donde el agua entraba por el almacén situado en la parte trasera y salía por la puerta como si fuese una cascada. "Tenemos el río en el interior de la tienda, hubo momentos en los que la mercancía salió flotando por la puerta", lamentaba la dependienta, Isabel Rodríguez, mientras intentaba evacuar parte del agua del interior. Las pérdidas en este comercio fueron cuantiosas pese a que desde el primer momento trataron de salvar los productos que se encontraban en los estantes bajos del local. "Las cámaras frigoríficas y el mobiliario quedó inservible, nos sentimos impotentes porque no pudimos hacer nada", comenta.

A un centenar de metros, el propietario de la carnicería A Casa da Boa Carne, Manuel Figueroa, trabajaba sin cesar para vaciar todos los frigoríficos de la tienda y depositar todos sus productos en una gran cámara en la parte trasera tras evacuar el agua que entró en la tienda. "Nunca vi algo como lo de hoy, y lo peor es que dicen que mañana [por hoy] puede volver a pasar lo mismo", indica sin dejar ni un instante de recoger. En el local contiguo, la Ferretería Vidal, su dueño colocó desde primeras horas una tabla en la puerta, aunque eso no impidió que entrara el agua. "Hace unos veinte años hubo una tromba de agua muy fuerte y también se anegó la tienda, pero no fue nada comparado con esto", afirma Claudio Cabaleiro.

Algunos vecinos se tomaban la situación con humor. "Ahora nos van a conocer como la Venecia española, igual esto hasta nos sirve para atraer turismo", decía José Fernández mientras observaba trabajar a los operarios municipales.

Otra redondelana, Teresa Crespo, a sus 88 años, no se mostraba sorprendida por el desbordamiento del río. "Ya vi inundaciones similares en esta zona, aunque ha pasado mucho tiempo ya que la última fue hace más de treinta años", concluye.