Triana Martínez, una de las tres acusadas por el asesinato de la presidenta de la Diputación de León Isabel Carrasco, manifestó ayer ante el tribunal que la dirigente del PP no le dio la plaza de ingeniera en la institución que había convocado para ella porque "no quise acostarme con ella", por lo que empezó su acoso laboral. La joven de 36 años e hija de Montserrat González, autora confesa del crimen, admitió durante su interrogatorio que su madre le dijo que quería matar a Isabel y que trató de disuadirla cuando le anunció que había urdido un plan. Triana exculpó durante su declaración a su amiga, la policía local Raquel Gago, de 42 años y lamentó haberla metido en un problema al haber dejado, tras el crimen, la pistola en una bolsa en su coche.

La ingeniera relató que su madre le había comentado que "no aguantaba más" y que ella intentó convencerla para que no lo hiciera. "Sabía que lo hacía por mi pero le dije que no buscara problemas", expuso en referencia a la persecución a la que afirma haber estado sometida por parte de Isabel Carrasco. Recalcó que no quería la muerte de Isabel Carrasco pese a que se sentía perseguida por ella y que no sabía que su madre hacia seguimientos a la presidenta de la Diputación leonesa. Con sus respuestas ante el tribunal, refrendó lo declarado por su madre la víspera, en la primera sesión del juicio, en la que se atribuyó toda la responsabilidad del crimen y exculpó a los otras dos acusadas.

Poco antes del asesinato Montserrat González llamó a su hija, según el relato de Triana. "Mi madre me dijo: estoy viendo a Carrasco, voy a terminar esto, ya verás". La joven aseguró que se dirigió hacia donde pensaba que estaba su madre, para evitarlo, pero cuando llegó vio cómo tiraba el bolso en el que guardaba el arma y lo recogió, aunque sin mediar palabra, porque pensaba que podía ocultar alguna de las armas reglamentarias de su padre, inspector de Policía.

A continuación, aseguró, llamó a Raquel Gago para saber si había visto hacia dónde se había dirigido su madre, aunque no llegó a hablar con ella, y minutos después se encontró casualmente con su amiga. En ese momento, dejó el bolso con el arma en el coche y le dijo que iba a la frutería. "Pensaba volver y recoger el bolso pero no pude porque enseguida me detuvieron", apostilló.

Por su parte, la agente de la Policía Local de León, tercera acusada por el asesinato, dejó claro que ella no había convenido con su amiga Triana que la pistola fuera escondida en el maletero de su coche, que estaba abierto, tras el crimen. "Desde que pasó eso, yo no tengo vida", lamentó.

A pesar de que la agente tomó un café aquella mañana con Triana y la vio poco después del crimen, no quiso comentar con nadie que la había visto. "No me podía creer lo sucedido, creía que no era real", ha zanjado, para explicar por qué no acudió entonces a la Policía. Unas 30 horas después encontró la pistola en su coche y la entregó en la jefatura de la Policía Local.