Los montañeros Carlos Somoza, natural de A Estrada, y Chus Pazos, de Marín, ya están en sus casas. Tras ser sorprendidos por el terremoto a 4.300 metros de altitud en pleno Himalaya y después de vivir varios días de desasosiego y tensión por las dificultades con las que se encontraron para salir da Nepal, ayer, por fin, pudieron reencontrarse con los suyos después de que su vuelo aterrizase en el aeropuerto de Santiago de Compostela. "Vimos cómo se abría la tierra", recuerdan sobre el terrible temblor. Con su llegada, son cinco los gallegos que vivieron el seísmo que volvieron a sus domicilios, después de que el miércoles llegasen tres trabajadores pontevedreses de la constructora San José que formaban parte del equipo que trabajaba en la capital Katmandú en la ampliación del aeropuerto.

Carlos y Chus, montañeros de la federación pontevedresa que antes de llegar a Galicia estuvieron día y medio en Estambul, practicaban trekking cuando ocurrió el seísmo. Estaban solos, descendiendo, a unos 4.300 o 4.400 metros de altitud, en una zona de valle abierto, cuando empezaron a escuchar "ruidos" de piedras y como éstas se caían. Y de repente, y ahí se dieron cuenta de que se trataba de un terremoto, sintieron que "la tierra se movió". "Chus se cayó, yo me eché al suelo...; no soy consciente de cuánto tiempo duró aquello; después seguimos caminando por el valle, perplejos, sin ser conscientes aún de la magnitud de la catástrofe", relataba ayer por la tarde Somoza en su casa de A Estrada rodeado de su familia.

Sin parar de andar, la primera parada la hicieron en la aldea de Teriché. Vieron "con tristeza" casas "parcialmente derruidas", grietas en el terreno... Hasta su llegada a Lukla, a donde fueron con el objetivo de coger una avioneta que los llevase hasta la capital Katmandú, caminaron "tres días". En esta travesía vivieron varias réplicas, y una de ellas, afirma Carlos, fue para ellos "peor" que el terremoto del sábado. "Fue de intensidad casi igual y a nosotros nos cogió en una zona peor, bajando una ladera bastante inclinada...; se hacían grietas por el sendero y temimos que se produjese un corrimiento de tierras; pasamos más miedo porque estábamos más expuestos, en una zona más insegura", dice.

En Lukla, admiten ambos, pasaron algunos de los momentos de más angustia del viaje. "Estuvimos cuatro días esperando por una avioneta en un pueblo que es como una calle y al que cada día llegaba más gente; llegamos a pensar que no íbamos a conseguir salir de allí", relata Somoza. Pero finalmente lo lograron. El jueves partieron hacia Katmandú, donde hicieron noche en la sede allí de la constructora San José - "tanto la gente de la empresa como de la Embajada se portaron muy bien", destaca-. Y el viernes cogieron un vuelo que los llevó a Estambul. Y desde esta ciudad ayer salieron con destino a Galicia. Con destino a casa.

Emocionados por reencontrarse con sus familias, regresan de Nepal con la sensación de que hay "muchísimas más víctimas mortales" de las contabilizadas hasta ahora por las autoridades. "Nepal es un país con muchas zonas rurales; y en muchos lugares de montaña cerca del epicentro estarán aún sin cuantificar", dice Carlos. "Habrá sitios en los que no creo que ni siquiera lleguen a ver la ayuda", reflexiona. ¿Volverá a Nepal? "Tardaré, pero creo que sí lo haré; a los que nos gusta la montaña...", concluye.