"Nada cambia: igual que si fuera un accidente"

El lucense Juan Pardo Yáñez, que perdió a su exmujer, una hija y una nieta agradece el apoyo a los familiares y ensalza al fiscal de Marsella

El gallego Juan Pardo Yáñez.

El gallego Juan Pardo Yáñez.

Irene Gómez

Varios familiares de las víctimas del avión de Germanwings agradecieron ayer, a las puertas del hotel Rey Don Jaime de Castelldefels, el apoyo recibido por la sociedad en general, así como la atención de las instituciones públicas españolas francesas. Juan Pardo Yáñez, natural de Lugo y que ha perdido a su exmujer, a su hija mayor y a una nieta, expresó así sus sentimientos: "Quiero agradecer a los cientos de amigos y conocidos que durante estos días me han demostrado su cariño, que es lo que me ha permitido seguir adelante con esta tragedia; y también a los voluntarios, a las organizaciones, a la policía, a la Cruz Roja y a la Gendarmería, que han hecho una labor impresionante".

Pardo también agradeció al fiscal de Marsella -que reveló en rueda de prensa la implicación del copiloto en el accidente- "la valentía que ha tenido de enfrentarse a 300 familiares con la mente perturbada por el dolor, de contestar a todo lo que se le preguntó, de dar información con total transparencia. Es un hombre excepcional". El lucense añadió que volverá a los Alpes con sus hijos para recordar a los familiares fallecidos y, sobre las causas del siniestro, manifestó: "No hay nada que pueda hacerse ni que me puedan decir que cambie el hecho de que he perdido a tres seres tan queridos. Me da lo mismo que haya sido un accidente o lo que sea; eso a mí no me interesa".

"Nada cambia: igual que si fuera un accidente"

"Nada cambia: igual que si fuera un accidente"

"Los helicópteros parecen moscas por el cielo, el movimiento de equipos de emergencia y rescate es continuo; aquí he vivido el hecho más triste de toda mi vida". Jesús del Río, zamorano de 46 años de edad, y desde 1997 afincado en Francia, está acostumbrado a recorrer cámara al hombro los bellos parajes alpinos de la Provenza francesa. Con lo que no contaba es que aquel recóndito valle sufriera una desgracia humana de tan extraordinarias dimensiones.

Jesús habla desde el corazón de la tragedia. Se enteró de la noticia cuando volvía de su trabajo como profesor de Política Internacional en Marsella y se dirigía hacia su casa en Manosque, una localidad situada a unos 30 kilómetros del lugar donde se estrelló el avión alemán procedente de Barcelona. Él, como tantos vecinos de la zona, no dudó ni un minuto en ofrecer su ayuda. Y en cuanto se lo pidieron se desplazó hasta el campo base, en La Vernet, con la intención de "echar una mano a las familias", dado su conocimiento de varias lenguas.

"Mi papel en estos tristes acontecimientos ha sido mínimo. Como vivo cerca del lugar y lo conozco bien como senderista, rápidamente el Ministerio del Interior francés se puso en contacto con todos los que podíamos ayudar a las familias de los fallecidos con lo que fuera, en mi caso con la traducción". Y hasta La Vernet se fue Jesús, cargado de valor, para recibir a las primeras familias de las víctimas.

"Todo el mundo se ha portado muy bien y mucha gente hablaba español. Al principio estaban por allí los equipos técnicos, muchísimos periodistas pero mi disponibilidad fue para las familias, que es lo que me pidieron" cuenta Jesús sin querer profundizar en muchos detalles.

"Estuve cuando llegaron las primeras familias españolas, pero tuve la suerte de no intervenir mucho directamente; sobre todo estuve traduciendo las llamadas que llegaban de todas partes entre los españoles y los miembros de los equipos de rescate franceses". También esperó por si llegaba la familia de la única víctima turca que viajaba en el avión dado su conocimiento de esa lengua, "pero al final no fue necesario".

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