Conversador, tranquilo, reservado las más de la veces y devoto de su hija. Así es la imagen que de Alfonso Basterra tenía, por los menos hasta ayer, su círculo más próximo. Un perfil zarandeado de lado a lado primero por su imputación y, al caer la tarde, por su detención por su supuesta implicación en el homicidio de Asunta Basterra, su hija adoptiva de doce años, que fue descubierta muerta en la madrugada del pasado domingo en el municipio de Teo, limítrofe con Santiago de Compostela.

Sus conocidos no salen de su asombro. La sorpresa es mayúscula. Porque si algo tenían claro de Alfonso Basterra es que estaba volcado con su hija, adoptada cuando tenía nueve meses y procedente de China. Lo más normal era verlo pasear con ella por las calles de Santiago y que acompañara a todas las actividades extraescolares a la pequeña, aficionada a la música y al ballet. Estaba permanentemente pendiente de ella y, de hecho, su actividad profesional, periodista especializado en economía, quedó relegada a un segundo plano por dedicarle más tiempo a su familia, especialmente a Asunta.

Nacido en Bilbao en 1964, Basterra tenía a gala ser un hombre discreto y atento al saludo con cualquier conocido con el que se encontrara por la calle. Su imagen, con el pelo blanco y el bolso de bandolera, rara vez pasaba inadvertida.

Llegó a Santiago, para quedarse, hace algo más de 20 años. Trabajó como periodista en varios medios locales, ya fuera de prensa escrita o de radio, en el área de temas económicos. No tuvo relaciones laborales largas, sino que iba alternando las empresas. Y últimamente sus colaboraciones profesionales eran más esporádicas, volcado como estaba en su hija. Eso sí, desde su separación de Rosario Porto intentó intensificar un poco más su perfil profesional como asesor de comunicación para algún concello y para una empresa del sector hotelero.

Estuvo casado con Rosario Porto -también detenida por el homicidio de Asunta Basterra- hasta hace poco menos de un año. La separación se produjo justo después de la muerte de los padres de ella, Socorro Ortega, profesora de Historia del Arte en la Universidade de Santiago, y el abogado Francisco Porto.

Pese a que sus vidas siguieron rumbos distintos, sus conocidos aseguran que mantenían una buena relación con su hija como núcleo y que hasta daban la impresión de que intentaban darse una segunda oportunidad. Alfonso vivía en un piso alquilado a unos cien metros del antiguo familiar y el pasado verano los tres pasaron varios días de vacaciones en una casa propiedad de la madre en Vilanova de Arousa, ya que los padres de Rosario Porto dejaron un importante patrimonio familiar, con viviendas en el centro de Santiago y otros municipios, como el de Teo que ayer registró la Guardia Civil.

Fuentes de la investigación aseguraron a Efe que Rosario Porto estaba a tratamiento psiquiátrico y que incluso llegó a ser ingresada en una clínica.