Ni Estrada ni la madre de los pequeños admitieron ayer haberles puesto la mano encima, tal y como aseguran las acusaciones. Ni tan siquiera reconocieron los insultos a los que hicieron referencia algunos testigos que declararán en las próximas sesiones de la vista oral, que durará hasta el jueves. La convivencia era "buena", según la procesada; y "regular", según su pareja, que llegó a irse en tres ocasiones de casa. "Estaba mal yo, estaba muy mal y no recuerdo por qué", aseguró el acusado cuando le preguntó la fiscal si había abandonado el domicilio familiar por los problemas que originaban los niños.

El imputado fue claro cuando el abogado de la acusada le preguntó si su compañera había tenido algo que ver con la muerte de sus hijos. "No", dijo. "Nunca maltraté a mis hijos", recalcó la procesada, quien subrayó que nunca vio a su novio agredir o insultar a los gemelos y que los niños tampoco se quejaron.

"El lo que quería era educarlos. Les reprimíamos, pero no les pegábamos. Los dos aceptaron a Javier, lo querían. Los ayudaba en las tareas, a entender las agujas del reloj, los llevaba al parque, a la playa. Se preocupaba por los niños", relató, al tiempo que admitió que estaban un "poco desbordados" por los gemelos. La sospechosa negó que una psicóloga y la directora del colegio de los pequeños le recomendasen que no los dejase a solas con Estrada.

Uno de los momentos más confusos del juicio fue cuando, en voz baja, el acusado habló sobre sus sentimientos tras cometer el crimen. Por su bajo tono de voz, no quedó claro si dijo "no me arrepiento" o "me arrepiento".