La Policía Judicial de la Guardia Civil de Pontevedra trabajó durante toda la jornada de ayer en el domicilio de Ángela Loureiro López buscando huellas e indicios que ayuden a esclarecer el violento fallecimiento de esta vecina de Goiás (Lalín) de 70 años, hallada el viernes con un disparo la cabeza tendida en el suelo de su casa. Unos familiares que pasaban a recogerla para ir a comer se encontraron a la mujer, inconsciente. El servicio de emergencias recibió sobre las 12.51 horas la llamada de un particular que alertaba de que la víctima sangraba en la cabeza.

La septuagenaria, vecina del lugar de Bailás, fue trasladada desde su vivienda –al pie de la Nacional 640, próxima a la rotonda del Centro Comercial Eroski en dirección a Agolada– en ambulancia hasta los exteriores de la superficie comercial, donde le esperaba un helicóptero para ser evacuada al Complejo Hospitalario de Santiago. Allí fue ingresada en la UCI tras realizársele un TAC que confirmó que tenía una bala en la cabeza. Falleció alrededor de las once de la noche.

Pistola de corto calibre

El suceso causó conmoción entre los vecinos. En un primer momento y antes de saber que tenía una bala incrustada en la cabeza, se creyó que era una caída doméstica, posibilidad que pronto descartaron algunas fuentes, que apuntaron a un posible robo, ya que aseguraban que la casa estaba revuelta, aunque fuentes de la investigación aclaran que no había mucho desorden. Sin embargo, la Guardia Civil, que habla de "homicidio", no desecha ninguna hipótesis e investiga también el entorno familiar de la fallecida. Fuentes cercanas al caso aseguran que el esclarecimiento de lo sucedido "llevará tiempo", ya que hay "muchos datos que recoger".

Al cierre de esta edición no había trascendido ninguna detención y se aguardaba a los resultados de la autopsia que se le practicó ayer. Sí se supo, por las características de la bala que le hallaron en el interior de su cuerpo, que el arma con la que dispararon era una pistola del calibre 6,35, según fuentes de la investigación.

Ningún vecino vio ni escuchó nada. Todos se enteraron cuando presenciaron el despliegue policial y sanitario. La situación de la casa, en un altillo sobre la carretera, y un tanto apartada de las viviendas vecinas, ayudó a pasar más desapercibido al autor u autores del crimen. Tampoco vio nada extraño la panadera, que le dejó colgado de la puerta, como cada día, el pedido: fue en torno a las doce menos cuarto de la mañana.

La mujer vivía sola desde hace unos dos años, tras la muerte de un hermano. Estaba viuda –su marido, que había regentado una cantera, falleció hace tiempo como consecuencia de un accidente laboral– y recibía con cierta frecuencia la visita de una prima y de la hija de esta, según confirman los vecinos, que también apuntaron que, en general, se encontraba bien de salud. Otras fuentes apuntan que la mujer tenía "desavenencias familiares".

Tercer crimen en año y medio en Lalín

La tragedia se ceba con Lalín, que en tan solo un año y medio contabiliza tres crímenes. El primero de esta negra racha trascendió el 12 de octubre de 2010. Ese día fueron encontrados sin vida los cuerpos de Celia Portas González, de 92 años y de su hijo, José Areán Portas, de 52, vecinos de la aldea de Cruceiro, en la parroquia de Moneixas. La mujer fue hallada con varios signos de violencia –heridas provocadas presuntamente con un hacha– postrada en la cama, y el varón también presentaba marcas de objetos punzantes. Con posterioridad se confirmó la hipótesis inicial, que apuntaba a la comisión de un parricidio por parte del hijo y su suicidio.

El segundo crimen, acontecido el 29 de octubre en la parroquia de Barcia, se cobró la vida de la joven Sonia Mouriño Reboredo y de Amador Vázquez, un ex empleado de la familia. La primera fue golpeada

brutalmente en la cabeza mientras dormía y el segundo falleció por inhalación de humo tras el incendio declarado en la vivienda de José Mouriño y Carmen Reboredo, acusados de los hechos y en libertad provisional a la espera de juicio.