La Guardia Civil detuvo ayer al ex presidente de las cooperativas Xuncoga y Campodeza, José Mouriño Souto, y a su esposa, Carmen Reboredo Reboredo, tras la muerte de su hija Sonia, de 22 años, y de Amador Vázquez Quinteiro, un antiguo empleado de 83. Sus cuerpos fueron hallados -el de la joven con la cara destrozada por un fuerte golpe- en el interior de la vivienda familiar de Outeiro, en Barcia (Lalín), en la que se había declarado un incendio hacia las siete y media de la madrugada. Las otras dos personas que residían en la casa, la suegra y un cuñado del empresario ganadero arrestado -Erundina y Manuel Reboredo, de 89 y 56 años-, fueron rescatados con síntomas de asfixia y en la noche de ayer continuaban ingresados en el CHUS de Santiago con pronóstico reservado.

Fuentes de la investigación imputan a la mujer como presunta autora del homicidio, al parecer con un hacha, mientras que su marido figuraría como cómplice de los hechos. El matrimonio fue hallado pasadas las 14.30 horas, siete después de iniciarse el fuego. Ambos estaban en una fosa de purín de su establo y un guardia civil los oyó hablar cuando pasaba junto al hoyo. Tras entrar por su propio pie en la ambulancia, el matrimonio fue trasladado al ambulatorio de Lalín y después al Hospital de Montecelo de Pontevedra para, a última hora de la tarde de ayer, ser llevados al Hospital Provincial para un examen psiquiátrico. La jueza instructora del caso, Henriqueta Sanmartín, sustituta del número 2 de Lalín, decretó el secreto de sumario.

A última hora de la tarde trascendió que José Mouriño, durante el interrogatorio, confesó que él mismo había matado a su hija y posteriormente había prendido fuego a la vivienda para borrar las huellas. No obstante, otras fuentes aseguran que la mujer también confesó en algún momento de la tarde que había matado a Sonia mientras ésta dormía y para evitarle vivir en la ruina, puesto que temía que tanto ella como su marido fuesen encarcelados por las deudas. Posteriormente, Carmen Reboredo se habría tirado a la fosa de purín para terminar con su vida. Su marido habría intentado salvarla en un primer momento, pero, tras saber lo sucedido, habría decidido morir con ella. Durante su confesión, la mujer negó, en cambio, que hubiese prendido fuego a la casa y aseguraba que el incendio había sido fortuito.

Inmobiliaria

Presidente de Xuncoga durante dos años y de Campodeza durante más de veinte, la dimisión de Mouriño se forzó en marzo, según otros cooperativistas, por problemas económicos por su gestión. Manteniendo su actividad ganadera, el ganadero de Outeiro había montado en los últimos años una inmobiliaria con un socio madrileño, en la que trabajaba su hija. Tras una inversión rentable, decidieron construir la urbanización O Freixo en la ría de Muros, lo que, al parecer, originó gran parte de las deudas de la familia.

El siniestro causó gran conmoción en la comarca, aún no repuesta del asesinato de una nonagenaria a manos de su hijo el pasado día 12 en Moneixas. Apenas 20 minutos después de declararse el incendio, numerosos vecinos se acercaron al entorno de la vivienda alertados por los gritos de auxilio de Ciprian Nitoi, el rumano que se encarga de ordeñar la ganadería de la familia. El joven tuvo que romper una de las ventanas de la planta baja para rescatar a Erundina Reboredo -con dificultades para moverse y que gritaba pidiendo ayuda- y a su hijo Manuel, que padece una deficiencia psíquica. Ambos se encontraban en la planta baja de la vivienda, al igual que una de las víctimas mortales, Amador Vázquez Quinteiro, conocido como “O Amador das festas”, que trabajó durante más de 60 años como casero de la familia. Los vecinos relataban que, cuando Protección Civil ayudó a salir a madre e hijo, “hacía tanto calor que se les derretían las mascarillas”, expresa Emilia Dobarro.

En torno a las 10.00 horas de la mañana los servicios de extinción lograron rescatar a la segunda víctima, la única hija del matrimonio. Su cuerpo no estaba carbonizado pero tenía un fuerte golpe en la cabeza, presumiblemente a causa de un machete. Fuentes de la investigación sostienen que Sonia -cuya habitación, igual que la de sus padres, estaba en la planta alta del inmueble- falleció antes de que se iniciase el incendio en la vivienda, originado en el garaje. Aquí se guardaban los vehículos y la leña cortada durante varios meses por un joven del lugar, así como la caldera del gasóleo y latas de aceite para diversa maquinaria agrícola.

De hecho, a primeras horas de la mañana se estimaba que el origen del fuego podía estar en un cortocircuito en la caldera, que se había llenado de combustible hacía semanas. Las llamas se extendieron a las otras dos plantas de la casa, afectando a la estructura. Las labores de extinción se prolongaron durante horas, ya que el barniz de los muebles dificultaba el control del fuego. Incluso intervino una pala para poder retirar la leña.

Cordón policial

Los cuerpos de las dos víctimas no fueron trasladados a la sede del Instituto de Medicina Legal hasta bien entrada la mañana. Mientras, las conjeturas se sucedían entre los grupos de vecinos situados frente al cordón policial. Conforme pasaban las horas y al ver cómo tardaban en aparecer Mouriño y su esposa, varios de los presentes mostraban su extrañeza porque era imposible que el matrimonio no durmiese esa noche en la vivienda. “Carmen facía vida moi de portas adentro, porque tiña que coidar da súa nai, de Amador e do seu irmán,non tiña tempo para viaxes”, mencionaban. Incluso corría el rumor de que el propio Mouriño, al desatarse el fuego en la casa, habría dicho a su suegra: “Hai que sair, que hai lume”.

Las primeras hipótesis llegaron a indicar que el matrimonio podía estar junto a la caldera, en un intento de sofocar el fuego. Con el paso de las horas, los curiosos fueron abandonando el lugar hasta que, en torno a las 14.45 horas, una vecina salió de la casa, corriendo y pidiendo a gritos que alguien trajese toallas. “Atopáronos no establo e parecer ser que están vivos”, anunció la mujer, con la voz entrecortada. Minutos después, una ambulancia del 061 se adentraba en la vivienda, a la que sí consiguió acceder algún que otro vecino e íntimo de la familia. José Mouriño y Carmen Reboredo estaban en una fosa de purín del establo anexo a la casa, conscientes y sin heridas externas visibles.