Un joven marinero filipino se enfrenta a una condena de 12 años de cárcel y al pago de una multa de más de dos millones de euros por transportar una mochila con casi siete kilos de cocaína en un barco que venía desde Ecuador con destino a Vigo. El tripulante alegó en el juicio celebrado ayer que el bulto se lo dio una “persona fuerte y con cara de malo” que lo abordó en un centro comercial del país ecuatoriano –un estibador– y que no se negó a transportarlo a España “por miedo” a que tomaran represalias si se oponía a hacerlo. Sospechaba que era “algo ilegal” y, casi llegando a la ciudad olívica, no aguantó más y le contó a su capitán lo sucedido. Esto permitió la incautación de la droga, que ya no llegó a manos de la organización de narcotraficantes que iba a recibirla, y que, pese a las investigaciones realizadas, no pudo ser finalmente localizada ni detenida.

El joven, J.M.M., se encuentra en prisión provisional desde el 29 de febrero de 2008, cuando fue detenido a raíz de estos hechos. Su abogado pide su libre absolución ya que, señala, su cliente actuó movido por un “miedo insuperable”, sin intención alguna de traficar con drogas. Además, recalca, su confesión fue la que hizo posible encontrar la droga.

El juicio se celebró ayer en la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Pontevedra. El marinero cogió la mochila que le dieron “tras abordarlo” en Ecuador –le pidieron que la llevase a España y que a cambio le pagarían 3.000 dólares por cada kilo de cocaína– y la escondió en un bidón metálico de la sala de máquinas del Eagle Bay, un barco en el que trabajaba como “cadete de motor” y que se dedicaba a transportar fruta como plátanos y piñas hasta Europa. “Fueron quince días de viaje y un día antes de llegar a Vigo se lo conté al capitán”, relató el acusado en el juicio, en un interrogatorio en el que contó con la ayuda de una intérprete de ingles.

Investigación del SVA

El capitán –que no fue citado a declarar en el juicio–, al ver que en la mochila había siete paquetes con droga, avisó a su armadora alemana y el caso fue puesto en manos de agentes del Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA), que, una vez llegó el barco a Vigo, requisaron la droga. Una cocaína valorada en medio millón de euros que dos personas que se hicieron pasar por vendedores de tarjetas telefónicas para marineros intentaron recoger cuando la embarcación ya estaba en la ciudad olívica. “Preguntaron por mí, pero yo no bajé; miré por una ventana y vi que los dos hombres se marchaban”, contó el imputado.

Las dos personas dieron a otros tripulantes un número de teléfono para que el acusado los llamase. Y él lo hizo, pero como el caso ya estaba en manos del SVA, los agentes estuvieron presentes en esa conversación. “Me dijeron, en mi idioma, que ya estaban en carretera de camino a Barcelona y que otra persona iría a buscar la mochila. Pero ya no vino nadie”, contó.

El fiscal no se cree la versión del acusado y sostiene que actuó como “correo” para traer la cocaína a España. “Actuó como cooperador necesario”, insistió. Considera “inverosímil” su versión de que lo seleccionaron “arbitrariamente” para transportar la droga y tampoco cree que exista “miedo insuperable”, ya que, señaló, “no hubo ninguna amenaza real ni seria”. Y considera que su colaboración y confesión fue “light”. “Es como quien mata a alguien y avisa de que hay un cadáver, pero sin decir que es él”, concluyó.