“¡Puto perclorato!”. Éstas son las últimas palabras que pronunció Félix Martínez Martínez instantes antes de fallecer a causa de la explosión ocurrida en su empresa pirotécnica “A Rosaleira”, en la localidad pontevedresa de O Rosal. Una frase que se refería a la mezcla con la que estaba trabajando y que escuchó su compañero Rafael Gil Español, que había acudido a su lado tras el siniestro. “Estaba en mi caseta cuando me alcanzaron los cascotes de la gran explosión. Fui hacia donde estaba Félix, pedí ayuda al 112 y le tapé con una toalla que tenía en mi coche. El único que escuchó sus últimas palabras fui yo”, relata este trabajador todavía conmocionado por lo ocurrido.

Una mezcla de indignación e impotencia marcaban ayer el tono de su relato. “Desde que se cumple la normativa que nos impone la utilización del perclorato potásico, empezaron a producirse accidentes en las pirotecnias de Galicia. Algo hay y lo que nos da son muertes”, exclama, mencionando que el pasado año hubo ya varios casos en la comunidad gallega.

Su denuncia pública es también un reproche y una llamada de atención. “Los que están detrás de las mesas de despachos son los que deben responder a la incógnita de por qué está ocurriendo esto”, afirma.

Este trabajador recuerda lo sucedido la tarde de este pasado miércoles. “Félix estaba en la sala de mezclas, acabando de combinar los productos para fabricar fuegos de tiro de día. Emplea perclorato potásico y aluminio, con otros elementos, porque cada maestro tiene su fórmula. No sé lo que pasó allí dentro”, se lamenta. Para Rafael Gil, las últimas palabras de su jefe y amigo son claves y deduce que “culpaba del accidente a ese componente, el perclorato potásico”. Se sabe que a esta sustancia se le añade en ocasiones azufre. Al mezclar los ingredientes hay que tener mucho cuidado, pues la composición es sensible a la fricción y los golpes.

Normas

Sostiene este veterano del oficio que las normas que se les impone con la utilización de este componente, en lugar del clorato potásico de antes, no funcionan en las empresas gallegas de pirotecnia. “Aquí tenemos otro clima, otra forma de trabajar que en otras partes de España, como Valencia”, concreta.

Rafael Gil, muy afectado por lo vivido, dudaba ayer en poder seguir en el oficio sabiendo que hay casos como los de la empresa “A Rosaleira”, en donde se registraron cinco fallecimientos desde 1986, en tres explosiones diferentes. En el primero de los siniestros murió la madre de Félix Mártínez y dos operarios. El ahora fallecido resultó herido en aquella tragedia. Años más tarde, en 1997, era su padre quien perecía al arder su cuerpo cuando caminaba por el exterior de las instalaciones, sin conocerse, en la actualidad, cuál fue la causa de este accidente.

Y tras los fatales sucesos de 1986 y 1997, el miércoles perdía la vida el único hijo de aquel matrimonio, que sólo quería ser pirotécnico y que deja viuda y un hijo.