Rafael Ricardi, que recuperó la libertad el pasado viernes después de cumplir 13 años de cárcel por una violación que no cometió, manifestó ayer que "lo peor" es que "después de tantos años todavía nadie me ha pedido perdón". Ricardi ha asegurado que no se siente "cabeza de turco", que cree en la justicia y que "sabía que algún día este caso se podía solucionar".

En una rueda de prensa, Ricardi expuso que todavía está "muy asustado y muy extrañado" por todo lo que le rodea, ya que después de tanto tiempo todo es nuevo para él, por lo que aún tardará tiempo en acostumbrarse a su nueva vida.

Manifestó que lo que más le ha dolido es que por el momento, "y después de tantos años", nadie se haya puesto en contacto con él para disculparse. Su abogad exigió "disculpas públicas" tras descubrirse el error judicial. Ricardi admitió que el error que ha cometido la justicia con él no está pagado con nada del mundo, en relación a la indemnización que se prevé que la familia solicite una vez que el Tribunal Supremo revise el caso y le conceda la libertad total.

A preguntas de los periodistas, explicó que durante estos años lo ha pasado muy mal en la cárcel pero ha tenido palabras de agradecimiento hacia su familia, que "también lo han pasado muy mal porque han sido señalados con el dedo cuando no debería haber sido así".

Ricardi se emocionó al recordar la llegada a su casa y ha dicho que se le cayeron "dos lágrimas" al ver, no sólo a su hija sino también a toda la familia, que se congregó para recibirlo.

A pesar de todo, Ricardi subrayó que todavía cree en la justicia ya que siempre ha confiado en que los casos de violaciones por los que él cumplía condena se solucionarían algún día para así quedar libre de cargos. También tuvo palabras para la joven que padeció los abusos y que le señaló como autor de los hechos. Dijo que la entiende y la reconoce como víctima pero matizó que él también es una víctima. La hija de Ricardi, Macarena, le acompañó en la rueda de prensa y destacó que ahora podrán ir con la cabeza muy alta al quedar demostrada su inocencia.