En un auto comunicado esta mañana, el titular del juzgado de instrucción número 2 de Vic (Barcelona) ordena enviar a la cárcel a los cinco acusados por los delitos de detención ilegal, contra la libertad sexual, amenazas, lesiones y tentativa de homicidio.

La joven, que al igual que sus captores es de etnia gitana, fue liberada el pasado viernes por los Mossos d'Esquadra, que la encontraron, gracias a una llamada anónima, en un estado "deplorable" escondida bajo unas mantas en una antigua caseta de transformadores de luz situada en un campamento gitano ubicado en una zona boscosa cerca del cementerio de Centelles (Barcelona).

Cuando fue rescatada, la joven, de tan sólo 19 años, presentaba marcas evidentes de haber sido agredida en reiteradas ocasiones, tenía hematomas por todo el cuerpo y la cara, marcas de haber sido golpeada con una cadena, tenía la cabeza rapada y heridas de arma blanca en las piernas.

En el auto, el juez de instrucción da verosimilitud a la versión ofrecida por la chica, Dolores O.G., que relató tras su liberación que se había ido a vivir a finales de abril con este clan familiar tras "juntarse" con uno de los detenidos, Juan E.G.

En un principio, la joven vivió con su compañero, con el hermano de Juan E.G. -Pascual E.G., también detenido-, la madre de ambos, Adelina J.A -también arrestada- y otro de los arrestados, Juan Gabriel G., en una montaña de La Garriga (Barcelona), de donde huyeron tras un enfrentamiento con la policía local y se establecieron en Les Franqueses (Barcelona).

Al cabo de tres semanas, abandonaron Les Franqueses y se trasladaron a Centelles, donde, según su estremecedor relato, la víctima "encontró la muerte", ya que Juan E.G. empezó una relación sentimental con Jessica G.V. -también detenida- y le obligó contra su voluntad a ser la pareja de su hasta entonces cuñado, Pascual E.G, y a mantener relaciones sexuales con éste.

A partir de aquí, empezó un tortuoso cautiverio para la joven, que fue maltratada por el clan familiar a base de golpes por todo el cuerpo, fue rapada al cero, atada de manos y piernas con unas cadenas, apuñalada con pequeños navajazos en las piernas e incluso intentaron que se prostituyera para conseguir dinero, si bien Juan E.G. finalmente lo impidió.

Los cinco detenidos apenas daban de comer a la joven, por lo que ésta, debido a la desnutrición y a las palizas que recibía, estaba muy debilitada cuando la liberaron y, según el juez, si el cautiverio hubiera continuado habría acabado con su vida.

La joven intentó escapar al menos en dos ocasiones, si bien se lo impidieron y le amenazaron con que si intentaba volver a huir o explicaba a alguien su situación la matarían a ella y a su hija, que vive con su madre.

El juez recoge también en el auto que los cinco detenidos mantuvieron tras su arresto versiones "contradictorias" e "inverosímiles", lo que contrasta con el relato de la víctima del cautiverio, que fue "lógico en su contenido, verosímil en su modo de expresión y lleno de detalles respecto a la conducta de cada uno de los imputados".

En el auto, el juez subraya que si bien las agresiones físicas a Dolores O. fueron realizadas principalmente por los hermanos Juan y Pascual, y que las violaciones las cometió Pascual, todos los imputados tenían conocimiento de las vejaciones y colaboraran en su vigilancia, por lo que permitían "la continuación del maltrato".

Por este motivo, el juez concluye que todos los imputados "eran responsables de los hechos como autores directos o cooperadores necesarios".

Además, a los hermanos Juan y Pascual el juez también les imputa un delito contra la integridad moral en su modalidad de violencia física y psíquica habitual en el ámbito familiar, dada la existencia de una relación sentimental.