Josef Fritzl, acusado de haber encerrado en un sótano en la ciudad austríaca de Amstetten a su hija Elisabeth durante 24 años, haberla violado sistemáticamente y haber tenido con ella siete hijos, ha confesado hoy esos delitos ante la policía.

Peter Ficenc, responsable de la Fiscalía del estado federado de Baja Austria en Sankt Pölten, confirmó que el acusado "ha hecho una confesión exhaustiva".

Unas horas antes, el inspector jefe Leopold Etz, de la Oficina contra el Crimen de Baja Austria, había reconocido a la agencia austríaca APA que Fritzl confesaba tras negarse en un principio, inmediatamente tras su detención ayer, a declarar.

El agente explicó que "básicamente" el acusado reconocía su culpabilidad, aunque en "los detalles" difería de la versión manejada oficialmente hasta el momento.

Las autoridades han anunciado para las 16.00 horas (14.00 GMT) de hoy una rueda de prensa en Amstetten con más detalles sobre la confesión y los resultados obtenidos hasta el momento por las pesquisas policiales.

Fritzl, un ingeniero jubilado de 73 años, fue detenido ayer bajo fuertes sospechas de haber violado a su hija, que actualmente tiene 42 años, desde que tenía 11 y de mantenerla encerrada en un sótano desde agosto de 1984.

Según reveló a la prensa Gerhard Sedlacek, portavoz de la Fiscalía de Sankt Pölten (capital del Estado federado de Baja Austria, donde está Amstetten), el detenido estaba en una comisaría de Policía, pero iba a ser trasladado hoy mismo al Tribunal Regional para declarar ante un Juez de lo Penal.

Mientras, un equipo de 14 especialistas continuaba la búsqueda y los análisis de huellas en el "calabozo" subterráneo de varias habitaciones donde Elisabeth y tres de sus hijos han vivido.

Las autoridades reconocieron que quedan aún muchas cuestiones por aclarar, como, por ejemplo, la forma en que Fritzl atendía a su hija y a sus nietos-hijos con comida y vestimenta, o cómo fueron los siete partos de Elisabeth.

Según las fuentes. el pensionista detenido era un hombre "vital y activo", y que resulta un misterio cómo pudo soportar durante tanto tiempo la carga de mantener una doble vida sin que nadie a su alrededor lo notara, ni siquiera su mujer, Rosemarie, madre de Elisabeth.