M. Fontán /Lince / VIGO

Fueron muchos los momentos de tensión que se vivieron el miércoles por la noche en la calle Baiona. Los fuertes ruidos, los golpes y los disparos alertaron a los vecinos, que se encontraron en el rellano de la vivienda a la pareja de inquilinos en un estado de gran nerviosismo: a su amigo Borja acababan de dispararle en la misma casa en la que permanecía durmiendo su hija de dos años. Los habían echado de su propio piso. "Aporreaban la puerta y pedían que les dejaran entrar; la chica no paraba de llorar y lo estaba pasando fatal por su hija", relatan. Una prueba del nerviosismo que se vivió es que los servicios de emergencia no pararon de recibir llamadas advirtiendo de lo ocurrido: sólo en la comisaría de López Mora hubo cinco alertas.

María Nieves Jorge relataba ayer que su hijo Miguel Cuevas fue el primero en acudir hasta la puerta de la vivienda donde ocurrió el tiroteo. Era medianoche y estaban en su casa, ubicada en el bajo. "Se empezaron a escuchar unos ruidos de la leche", ilustra el joven. "No oímos gritos, pero sí muebles que se movían, ruidos muy fuertes y después lo que parecían dos portazos tremendos que resultaron ser los disparos", concreta su madre todavía conmocionada por lo ocurrido a unos metros de su domicilio.

El joven subió las escaleras y ya se encontró a la pareja de inquilinos del piso, Celso y su compañera sentimental, en el pasillo. "Los habían echado y estaban de puertas afuera", dice el chico, que señala que estaban muy nerviosos porque su niña estaba dentro. "Golpeaban la puerta pidiendo que les abrieran", describe.

En ese momento ya se había dado la alerta a la Policía, que llegó al edificio. Pero la puerta seguía sin abrirse. Pasaron bastantes minutos hasta que, prosigue Miguel, el propio Borja, herido de bala, logró abrirla. "Estaba tirado en el suelo; se había arrastrado hasta allí", dice. Los agresores ya se habían escapado por la ventana. Este vecino y su madre señalan que al antiguo míster se lo llevó una ambulancia. "Borja se quejaba, decía que le dolía y que se lo llevaran", relatan. Celso y su compañera cogieron, aliviados, a su hija pequeña.

Normal

Los residentes del edificio destacaron que la pareja del piso era "de lo más normal" y algunos señalaron que solían ver a Borja con frecuencia: "Era amigo de ellos y venía mucho". Y tras una noche ajetreada, el día de ayer no lo fue menos. Los vecinos fueron testigos del continuo ir y venir de policías que permanecieron durante todo la jornada en el edificio de Coia recogiendo huellas y otro tipo de pruebas.