"No somos asesinos, fue un error", afirma la madre del niño vigués muerto por metadona

U.F. / VIGO

Somos inocentes. No lo hemos matado. Fue un error, nosotros no somos asesinos ni tenemos las manos manchadas de sangre", declaró ayer entre lágrimas la madre del pequeño Alejandro, que falleció en noviembre de 2001 a los 3 años de edad en el Hospital Xeral de Vigo tras haber ingerido accidentalmente metadona de un frasco que su padre había dejado sobre una mesa.

El fiscal les acusa de un homicidio por imprudencia y solicitó al finalizar la vista oral una pena de dos años y seis meses para cada uno de los progenitores del menor, María S.E.D., de 34 años, y su marido Roberto J.B., de 35. En cuanto a la responsabilidad civil, solicitó que indemnicen a sus otros dos hijos con 9.000 euros, a la Clínica Fátima con 354,40 euros y al Sergas con 16.347,80.

Los abogados defensores del matrimonio solicitaron su libre absolución al considerar un desgraciado accidente la ingesta de metadona por parte del niño. En su opinión no existió negligencia grave por parte de sus padres, especialmente de la madre que "siempre actuó diligentemente".

El padre del niño, en tratamiento de desintoxicación por consumo de heroína, aseguró en la vista que llegó a su casa a la hora de comer con la dosis de metadona para la tarde que le habían dado en Cedro y la dejó sobre la mesa baja del comedor. Su mujer y el niño no habían llegado todavía, por lo que bajó a comprar cigarrillos.

Mientras él estaba fuera, llegaron María y el niño. Ella aseguró que se dirigió a la cocina y Alejandro se fue a ver la tele. El padre regresó y recogió el frasco de metadona, guardándola en la nevera, o encima de la nevera, pues no lo recordaba.

Alejandro comió con ellos y después, como todas las tardes, se quedó dormido en el sofá y su madre lo llevó a la cama. Sobre las 7 de la tarde, al ir a tomarse la metadona, Roberto comprobó que el envase goteaba y le comentó a su mujer que protestaría en el centro de desintoxicación.

Una hora después, al ver que el niño no se despertaba, su madre lo cogió en brazos y bajaron a la calle donde pararon un coche que les llevó a la Clínica Fátima, allí el pequeño entró con parada cardiorespiratoria. Una vez estabilizado, se le trasladó al Hospital Xeral, donde falleció el 14 de noviembre.

La mujer señaló que si hijo era muy espabilado y sabía abrir la nevera, por lo que hasta colocaron un clavo alto para colgar la bolsa con la metadona. Apuntó que en Fátima fue cuando pensaron que Alejandro debió lamer el bote, o abrirlo durante los minutos que estuvo sólo ante el televisor. "Roberto me entregaba la metadona en cuanto llegaba a casa. La guardaba yo porque me quedaba más tranquila", expuso.

Durante el interrogatorio manifestó que se había sumido en una depresión pero que dejó de tomar las pastillas porque "ya no me importa ya nada la vida. No somos asesinos, somos incapaces de hacer daño a nuestros hijos".

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