La resurrección de los inéditos de Maruja Mallo
El Reina Sofía recupera varias obras ‘desaparecidas’ de la artista para su exposición

(En grande) maqueta de Álvaro Leiro y Casa Atlántica sobre el trabajo de Mallo para la ópera bufa «Clavileño», de Rodolfo Halfter. (Dcha.) Óleo «Arquitectura fósil» y el plato reproducido de la Escuela de Cerámica de La Moncloa. / Reina Sofía

«Por las circunstancias de la vida de Maruja Mallo (Viveiro, 1902-Madrid, 1995) mucha de su obra se encuentra desperdigada. Estoy segura de que seguiremos encontrando piezas suyas», expresa Patricia Molins, comisaria de la exposición «Maruja Mallo: Máscara y compás» que muestra el Museo Reina Sofía hasta finales de marzo. Precisamente, para esta retrospectiva en Madrid ha rescatado varias piezas ‘desaparecidas’ y ha devuelto a la vida en cerámica y maqueta otras de las que solo quedaban vestigios en dibujos o fotos.
«Las circunstancias de la vida» de Mallo sobre las que habla Molins entroncan con el golpe de estado de 1936. «Ella hizo muchísimo trabajo en los años 1930 pero tuvo que salir de España rápidamente por la Guerra Civil. Estaba en Galicia cuando estalló. Su pareja era un líder sindical trotskista [el gallego Alberto Fernández ‘Mezquita’]. Maruja dejó toda su obra en Madrid pero, por suerte, sus hermanos cuidaron de su trabajo».
En julio de 1936, Mallo se encontraba con su pareja en Bueu. Sus tíos –la madre de Maruja era de Vigo– en la parroquia viguesa de Lavadores, la acogen. En 1937 marcha a Lisboa para después, con ayuda de Gabriela Mistral, embarcar hacia Argentina. Allí viviría hasta 1965 intercalando viajes a Chile, Brasil o Estados Unidos para regresar a España en los últimos años de la dictadura franquista.
Este viernes el Gobierno español la homenajeaba declarándola oficialmente víctima de la Guerra Civil y la dictadura franquista, junto a su hermano Cristino Mallo (Premio Nacional de Escultura que pasó ocho meses en la cárcel por su ideario antifranquista), Federico García Lorca, Luis Buñuel y la filóloga María Moliner así como a varios militantes y víctimas de bebés robados.
Con los avatares de la historia mucha obra de Mallo ha quedado en el desván del silencio. Una de esas piezas es «Arquitectura fósil», un óleo sobre cartón datado en 1933 que se muestra por primera vez al público en el Reina Sofía. Explica Molins que se encontraba en «paradero desconocido».

«Juan sin miedo». / Museo Reina Sofía
«Juan sin miedo» es otra obra artística rescatada para la muestra. Maruja Mallo usó lápices de colores para pintar en un papel de 27 por 20 centímetros un personaje para «La Pájara Pinta», una obra de vanguardia de 1929. Relata el doctor en Bellas Artes Javier Mateo Hidalgo en cualia.es que en esta obra de vanguardia escénica trabajaron Rafael Alberti, Benjamín Palencia o el compositor Óscar Esplá junto a Mallo.
«Este dibujo permite entender cómo ella pensaba en una escenografía relacionada con la luz y no con decorados pintados. Los bailarines-actores se convertían en un decorado móvil», señala Molins.
Estas dos obras son de su época española antes de su marcha para Argentina. «El dibujo lo dejó aquí porque pertenece a una familia amiga suya de Asturias. Imagino que se lo donaría a finales de los años 20», agrega la comisaria.
La exposición del Reina Sofía da importancia también a la cerámica. «A ella le encargó la Escuela de Cerámica de Madrid una serie de dibujos para una serie de platos con el fin de estimular la creatividad del alumnado para animarlos a crear imágenes modernas. Ella creó unos dibujos para cerámica que conocemos por fotografías publicadas en libros y prensa. En ellos, realizaba un estudio geométrico riguroso. Realizó diseños de platos que eran esos diseños geométricos y otros a los que añadía imágenes de animales o vegetales con valor simbólico importante como el toro, el carnero o la vid muy relacionados con la mitología que le interesaba mucho», detalla Patricia Molins.

Retrato de Maruja Mallo en su estudio en 1936. Coloreada por Aulas Inteligentes. / M. Reina Sofía/ Archivo del Arte Español
Esos dibujos se quedaron en la Escuela de Cerámica, edificio en pleno centro de batalla en Moncloa. «Fueron destruidos –añade la experta– prácticamente todos. En la exposición tenemos algunos dibujos originales y el cuaderno para cerámicas que, por suerte, se llevó a Argentina. Álvaro Perdices hizo una exposición en Barcelona sobre materiales desaparecidos. Es un problema que afecta mucho a los artistas del 27 que fueron asesinados, murieron en la guerra o se exiliaron sin salvaguardar su trabajo. Perdices trabajó para la Escuela de Cerámica actual. Sus alumnos hicieron unos nuevos platos a partir de los dibujos y fotografías de Mallo».
«Maruja Mallo: Máscara y compás» también ha recuperado una escenografía teatral de Mallo con historia propia. «El teatro en aquellos años 30 se consideraba que era un arte para el pueblo. Interesaba como forma fácil para llegar a él y expandir la cultura», añade.
Mallo consiguió una beca de la Junta de Ampliación de Estudios para ir a París en 1932. A su vuelta, se integró en el grupo de la Escuela de Vallecas donde estaban Alberti, Benjamín Palencia o Miguel Hernández. Molins recuerda que había una gran relación con la tierra y sus materiales.
Así, Maruja integra en sus trabajos para el teatro materias naturales como el esparto, lana, algodón, ramas o frutas. En sus últimos tiempos en Madrid antes de la guerra preparaba una escenografía para Rodolfo Halfter relacionada con El Quijote.
«Por suerte hizo fotos de las maquetas de las escenografías. La obra nunca llegó a representarse (por el golpe militar). Le pedimos al gallego Álvaro Leiro (Premio Nacional de Artesanía) y Casa Atlántica que hiciesen una reproducción», indica la comisaria.
Leiro señala que «es un honor haber colaborado. Me encargué de las figuras y mi hija Belén, del resto. Trabajamos a partir de fotos en blanco y negro, investigando mucho para conseguir la recreación. La exposición es espectacular».
«Mallo pronto formará parte de colecciones internacionales»

Patricia Molins, comisaria de la exposición de Maruja Mallo en el Reina Sofía. / Museo Reina Sofía
Patricia Molins, comisaria de la exposición sobre Maruja Mallo en el Museo Reina Sofía, defiende que la artista «fue olvidada en la sociedad gallega durante un tiempo porque no era nacionalista, a pesar de que en su grupo de admiradores se encontraba gente como Luis Seoane. Ella no quería que se la identificase con lo local. Cuando le preguntaban, decía que era celta. Para ella el arte debía superar la realidad y eso significaba crear nuevas mitologías».
—¿Hay alguna posibilidad de que esta exposición recale en Galicia?
—Es imposible, porque es una exposición en la que hemos traído todas las obras que están en el extranjero. Hemos traído obras de Argentina, de Uruguay, de Estados Unidos, de Francia. Es un transporte muy caro y la exposición está seis meses en Madrid que se suman a los seis meses de Santander. Por razones de conservación, todas las cosas de papel no podrían permanecer más tiempo exhibidas. Pero, además, para los testadores, que muchos de ellos son privados, quedarse sin las obras un año entero les ha costado. Han sido muy generosos, la verdad. Nos ha ayudado mucho Víctor Montenegro, de la Galería Montenegro (de Vigo), para convencerles. Veo imposible que esta exposición siga girando.
«Hay obra suya en el Centre Pompidou, ya estuvo en la Bienal de Venecia... Poco a poco irá aumentando el interés por ella»
—¿Podría contarme alguna anécdota de las obras foráneas?
—Hay algunas obras que están en el extranjero que no hemos conseguido. Pero sí hemos traído «El mago», que es una de sus primeras obras y una pieza muy interesante. También es importante porque la ha comprado el Art Institute of Chicago –que alberga obras como «La habitación» de Van Gogh así como cuadros de Picasso, Magritte, Monet, Warhol o Francis Bacon–, y es la primera obra de Mallo que adquiere recientemente un museo de primera línea internacional. De Argentina, hay dos parejas de obras de sus «Cabezas» que también se han visto muy poco en España. Son quizás las más fascinantes de este trabajo, porque son esos rostros que son a la vez retratos de personas y a la vez retratos idealizados. Tienen realmente una mirada, una atención a los detalles en el cabelllo. Ese cabello entra en movimiento y anima absolutamente la figura.
—También se puede ver una «Verbena».
—Es quizás la más interesante de cara a la exposición. Forma parte de una colección particular de Buenos Aires y no se exponía desde el año 1928 en España. Hemos conseguido que nos la prestaran. Permite que se vea la serie completa de las verbenas. Fue la serie que la dio a conocer.
—¿Despertará el interés mundial por Mallo?
—Hay obra suya en el Centre Pompidou depositada en el Museo de Cáceres; estuvo en la Bienal de Venecia que es el evento mundial más importante del arte. Es una artista singular y sin duda pronto formará parte de colecciones internacionales.
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