Sandra Carrera, diagnosticada de leucemia con 18 años: «Un trasplante te puede salvar la vida, a mí me pasó»
Tras un trasplante, esta joven tuvo una recaída y ahora recibe una terapia CAR-T

Carrera, durante su tratamiento, y su hermana, uno de sus grandes apoyos, se veían a través de un cristal. / Cedida
Belén Teiga
Poco después de cumplir la mayoría de edad, Sandra Carrera empezó a encontrarse muy cansada. «Me pasaba el día estudiando para volver a hacer selectividad e intentar entrar en Psicología, que era mi sueño, entonces achacaba a eso el cansancio, hasta que un día mi madre me dijo que fuese a la farmacia a mirarme la tensión», relata, explicando que, de camino, «tuve que ir sentándome en todos los bancos que había porque me temblaban las piernas».
«Mi madre me dijo, entonces, que nos teníamos que ir a urgencias. Al llegar vieron que tenía anemia, me empezaron a transfundir sangre y directamente me pasaron a la planta de hematología sin decirme nada. Más tarde, ya me hablaron de que tenía unas células cancerígenas, pero sin pronunciar aún la palabra leucemia», detalla la joven. Ahí empezó un largo proceso de tratamiento, ingresada en una habitación durante meses, con quimioterapia, radioterapia y otra medicación: «Cuando estás en esa situación casi no puedes ni estar fuera de la habitación porque las defensas están muy muy bajas».
Carrera relata que la persona que permanecía con ella en la habitación, casi siempre su madre, en caso de salir, tenían que hacerse una prueba «similar a la que hora tenemos con la covid». Las horas en el hospital se hacían largas y Sandra y su madre decidieron inventar sus propias rutinas. Mientras una trabajaba, la otra leía y hacía deporte, «algo muy importante porque hay muchos cambios físicos». La joven consiguió, además, dar pasos adelante en su sueño y matricularse en dos asignaturas de Psicología. Además, pasaba mucho tiempo escribiendo a modo de desahogo: «Me ayudó mucho».
Entonces, llegó el momento de prepararse el trasplante, un proceso que define como «duro». «Al principio buscan donantes en tu familia, pero en mi caso no eran compatibles. Tardaron bastante en conseguir a alguien y, al final, fue alguien de Alemania», explica. Tras el trasplante, detalla, tuvo «bastantes» efectos secundarios, entre ellos la enfermedad injerto contra huésped (EICH), es decir, las nuevas células trasplantadas tomaron su cuerpo como extraño y la atacaron.
«Es importante que la gente joven done, que se les informe porque realmente el trasplante te puede salvar la vida. A mí en su momento me la salvó», cuenta la joven, que también forma parte de Asociación gallega de personas trasplantadas de médula ósea y enfermedades oncohematológicas (Asotrame). «Me ayudó tener una red de personas que, más o menos, están pasando por algo parecido a lo tuyo. Después, también ir yo como voluntaria al hospital a hablar con personas que estaban ingresadas».
Con todo, cuatro años después del trasplante, Carrera tuvo una recaída en la leucemia. «En mi caso ya no se contempla porque ya existía una terapia nueva, la CAR-T. Ahora estoy yendo cada dos semanas porque estoy inmunodeprimida, pero puedo hacer una vida completamente normal», cuenta la joven.
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