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Un recorrido por la fauna salvaje de Galicia: especies y hábitats

Desde los bosques atlánticos del interior hasta los acantilados del Atlántico, la comunidad acoge una sorprendente diversidad

Galicia es un mosaico de ecosistemas donde la naturaleza conserva aún buena parte de su carácter más salvaje. Además de contar con su particular Cabárceno que desde 2003 hace la delicia de niños y mayores, la cara más salvaje de la comunidad esconde sus verdaderos tesoros.

Desde los bosques atlánticos del interior hasta los acantilados del Atlántico, la comunidad acoge una sorprendente diversidad de especies que encuentran aquí refugio, alimento y un equilibrio que en muchos otros lugares se ha perdido.

Entre montes y ríos

En las sierras orientales, como las de O Courel o Ancares, el bosque caducifolio y los prados de montaña son el territorio del lobo ibérico, una de las especies más emblemáticas de la fauna gallega -más allá de las idas y venidas sobre su control y caza-.

A su lado conviven el corzo, el jabalí y el zorro, junto a rapaces como el búho real o el azor, que sobrevuelan los valles en busca de presas.Los ríos, auténticas venas verdes que cruzan la comunidad, albergan la elegante nutria europea, símbolo de la pureza de las aguas gallegas. En los humedales, como las lagunas de Cospeito o Valdoviño, se dan cita garzas reales, ánades y cormoranes, que convierten estos enclaves en puntos clave de descanso para las aves migratorias.

Vida en el litoral atlántico

La costa gallega, con sus rías y acantilados, es otro de los grandes escenarios de la fauna salvaje. En las Islas Cíes o en Corrubedo anidan el cormorán moñudo y la gaviota patiamarilla, mientras que en alta mar no es raro divisar delfines mulares, marsopas o incluso ballenas durante sus rutas migratorias.

Sin embargo, algunas especies viven hoy una situación delicada. El urogallo cantábrico, el oso pardo en su límite occidental o la rana patilarga son ejemplos de animales amenazados que dependen de la conservación de sus hábitats.

Espacios naturales como las Fragas do Eume, Baixa Limia-Serra do Xurés o el Monte Aloia se han convertido en santuarios de biodiversidad y en ejemplos de gestión ambiental.

Galicia sigue siendo un territorio donde la naturaleza respira. Cada bosque, cada río y cada playa esconden una historia de supervivencia y adaptación que invita a mirar —y proteger— el paisaje con nuevos ojos.

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