ASUNTOS PROPIOS
«Criar a mi hija fue una forma de resistencia»
Patricia Hill Collins | Leyenda del feminismo afroamericano

Patricia Hill Collins. | Elisenda Pons
Núria Navarro
Junto a Angela Davis, la socióloga Patricia Hill Collins (Filadelfia, 1948) es la voz más influyente del feminismo afroamericano. Teórica de la interseccionalidad, que sostiene que las formas de opresión —el racismo, el sexismo y la pobreza— se entrecruzan y atraviesan a las personas, siempre ha creído que las conciencias se cambian en las calles.
En este mundo revuelto, ¿qué figura en lo alto de su agenda?
Dar esperanza a los jóvenes. Hemos retratado un mundo horrible y están desencantados. Pero la imaginación política está viva en ellos, y hay que abrirles puertas. La juventud es un periodo crucial para entender que las ideas importan, especialmente para grupos que luchan contra la desigualdad.
¿A usted cómo le nació la conciencia?
Fue un proceso. De niña, mi madre me llevó a la biblioteca pública y, por la lectura, sembró en mí la creencia en el poder de las ideas y la libertad de expresión. Pero fui la única chica negra en muchas de mis clases y noté pronto que mis ideas eran ignoradas o subestimadas, y que los libros escolares no reflejaban la historia de mi comunidad.
¿El feminismo vino después?
No me interesó realmente hasta que me quedé embarazada. Trabajaba como profesora y la reacción fue un «¡oh!, ¿en serio?». Comprendí de forma profunda las tensiones entre el trabajo académico, el cuidado y las expectativas sociales. El embarazo y la maternidad son experiencias políticas que revelan las estructuras de poder que atraviesan la vida cotidiana.
Un germen de su teoría de la interseccionalidad.
Criar a mi hija fue una forma de resistencia y de transmisión de los valores de justicia, pensamiento crítico y orgullo de identidad. También me permitió conectar con estudiantes jóvenes y comprender sus luchas. He procurado militar desde el aula, el texto, la escucha y el acompañamiento.
Encuentra «formas de resistencia» en lugares curiosos. En el hip hop, por ejemplo.
El hip hop no es solo música. Es un lugar de producción de conocimiento, donde la experiencia vivida se convierte en teoría. En el caso de las mujeres, refleja las tensiones dentro de las comunidades negras sobre la masculinidad, la sexualidad y el poder. El problema viene después.
¿Con la hipersexualización?
Con la mercantilización, que ha convertido el hip hop y otros movimientos culturales de base en una industria global que a menudo refuerza los mismos estereotipos que una vez desafió. Las mujeres se enfrentan a un doble dilema: son hipervisibles como cuerpos sexualizados e invisibles como creadoras.
¿Cómo se desempata eso?
Es un terreno en disputa donde los significados se negocian constantemente.
¿Figura entre la música que escucha?
En la privacidad prefiero escuchar a Nina Simone o Dinah Washington, pero también vuelvo a Beethoven, que no pudo oír ni una sola nota de su «Novena Sinfonía» porque ya estaba completamente sordo. Otra muestra de resistencia, ¿no cree?
Hoy la ofensiva contra las «resistencias» no es desdeñable.
¡No es nueva! La desinformación, las noticias falsas y las teorías de la conspiración se reciclan, no desaparecen. Son parte de una estructura de poder que decide qué narrativas son válidas y cuáles no, y que negocia con nuestros miedos.
Trump llama a sus críticos los «enemigos internos» del país.
Los discursos de seguridad y orden en mi país se suelen usar para criminalizar a jóvenes negros, migrantes y activistas.
Después de 50 años de trabajo, ¿no le causa desazón?
La reacción violenta que estamos viendo es la prueba de que el pensamiento crítico consigue desestabilizar estructuras injustas. Reconozco que el mundo se encuentra en una situación delicada, pero estoy observando en EE UU un fenómeno esperanzador: los jóvenes se han puesto a leer la Constitución.
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