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Redes sociales

Retos virales: cómo arriesgar tu vida a cambio de 'likes'

Casi todos hemos realizado alguna gamberrada en nuestra niñez o adolescencia; sin embargo, las redes sociales han amplificado estos ‘challenges’ hasta convertirlos en una tendencia con consecuencias dañinas y, en algún caso, fatales

Los jóvenes participan en diversos retos virales en redes.

Los jóvenes participan en diversos retos virales en redes. / Cedida

Diego G. Carballo

Santiago

Los niños y adolescentes siempre han experimentado con los límites de lo seguro como parte de su aprendizaje, ya que las ganas de hacer cosas nuevas, mostrarse en rebeldía con las normas sociales o simplemente no tener el mismo concepto del peligro que personas más mayores. Acercarse a un animal salvaje, saltar a una piscina o al mar desde mucha altura o hacer gamberradas son algunos de estos ejemplos. Sin embargo, estos retos (challenges en inglés) que se hacen los niños y adolescentes unos a otros han cobrado una nueva dimensión, en tipología y peligrosidad, gracias a las redes sociales.

Es muy habitual escuchar las palabras "reto viral" hoy en día, y no siempre acompañadas de algo positivo. Aunque según afirma un estudio de la Universidad Internacional de La Rioja, un 92 % de los retos son sociales o solidarios –como los de deportes, curiosos o solidarios, como el conocido ALS Ice Bucket Challenge para visibilizar la esclerosis lateral amiotrófica–, el otro 8 % son peligrosos para la salud física, mental, o ambas, de los participantes.

Algunos de los más recientes han causado una gran controversia y conmoción, como el reto de defecar en una piscina pública después de tomar laxante –como ocurrió en Ordes, lo que causó el cierre temporal de la instalación por temor a la contaminación del agua–, el de tomar la mayor cantidad de medicación de la más fuerte que haya por casa –que casi le causa la muerte a un adolescente en la Comunitat Valenciana– y el más impactante: la muerte de un streamer francés en directo después de sufrir violencia extrema durante 12 días de streaming autodestructivo. ¿Qué lleva a niños y adolescentes a arriesgar su vida a cambio de likes y seguidores?

Popularidad en redes

El profesor de Sociología de la Educación de la USC, Jorge García Marín, cree que no hay una sola causa por la que surgen estos retos, sino varias: "Los jóvenes buscan una forma de entretenimiento a través de estos retos. Es una forma de cohesión grupal, entonces muchas veces, hacer cosas arriesgadas y divertidas forman parte de los procesos de socialización de los propios jóvenes". Por otro lado, está el tema de la popularidad en redes: "Una parte importante en la adolescencia es conseguir seguidores, tener notoriedad, entonces tienes la presión de ir subiendo el listón del reto con la sensación de que vas a tener más seguidores", explica. El fenómeno del FOMO –Siglas de Fear Of Missing Out en inglés, el miedo de perderse algo– también lleva a esa presión de si no hacen el reto, no se sienten parte del grupo.

El profesor de Sociología de la Educación en la USC, Jorge García Marín

El profesor de Sociología de la Educación en la USC, Jorge García Marín / Cedida

Aunque muchos de los que hacen estos retos son niños que pueden no tener la misma percepción del peligro que un adolescente o un adulto, también los practican muchos jóvenes en edad de instituto, años en los cuales ya disciernen entre lo que es peligroso y lo que no. Sin embargo, eso no los lleva a pensárselo dos veces antes de hacerlo.

"En cierta manera, cruzar límites y arriesgarse es un rito de pasaje para el joven, como cuando empiezan a fumar, salen al primer botellón... todo lo que se entiende como desmadre: sabemos que trae unas consecuencias, pero esa subida de adrenalina hace que lo hagamos. Probablemente, si no tuviera el morbo de que puede salir mal, no tendría tanta gracia", añade García, quién menciona que las redes amplifican estos comportamientos, ya que lo que antes se hacía en pequeños grupos, ahora es público para cientos o miles de seguidores.

De esta forma, las redes someten a los jóvenes a la "dictadura de los likes", en una especie de presión social que antes se ejercía en persona –por ejemplo, si los demás beben o fuman, yo fumo para no quedarme de lado– y ahora ha pasado a lo digital: "Es como un capítulo de Black Mirror, tu capital social depende de ese feedback y reafirmación; si tienes pocos seguidores, eres un poco un paria", comenta el sociólogo. La red fomenta que el usuario pegado todo el día a la pantalla recibiendo notificaciones para ver si su publicación ha tenido éxito, lo que funciona como una especie de refuerzo positivo a las locuras y retos que hace y cada vez busque hacer más y más, cada vez más peligrosas.

El algoritmo de las redes, diseñado para enganchar a los usuarios, también ayuda a reforzar estas conductas: "Con el algoritmo no hay opiniones divergentes. Si detecta que te gustan los retos virales peligrosos, eso es lo que te va a aparecer en la aplicación, no te va a salir una opinión opuesta, algo que pasaba antes con el cara a cara, siempre había alguien que te decía que era una locura", explica García.

Consecuencias a largo plazo

Una de las preocupaciones que muestra el sociólogo es la adicción que este tipo de retos y la redes pueden generar en los jóvenes: "Puede haber muchos que participen en algún reto gracioso y se acabó, pero a mí lo que me preocupa es la gente que se queda enganchada, como a cualquier droga. Si tu sociedad únicamente la ves a través de una pantalla, te olvidas del mundo real en el que están otras personas. Es un tema que me preocupa, y que no sabemos cómo puede evolucionar".

Es también clave no solo culpabilizar a los jóvenes, que en muchas ocasiones actúan por imitación o impulso, sino también enfocarse en los modelos a seguir que tienen en las redes: los influencers y el efecto que tienen sobre mentalidades tan jóvenes y en desarrollo. Para ello, García cree que deberíamos reflexionar sobre la etapa previa a la adolescencia, cuando se accede a los dispositivos electrónicos: "Yo a veces me quedo asustado de ver a bebés con tabletas o a niños con móviles, y los ves con su familia y nadie se está comunicando. Creo que como sociedad estamos dejando realmente que la tecnología sea la que dicte nuestras vidas, dejando la educación de los más pequeños en manos de pantallas, porque cuando llegue la adolescencia, el influencer va a tomar el rol que antes tenían los padres como educadores. Esto para mí es un campo en el que hemos perdido un poco la guerra".

La salud mental, en jaque

Los retos peligrosos no solo hacen daño físico, sino que también pueden afectar a la salud mental. Es el caso del "reto del folio A4", en el que chicas jóvenes comparan la anchura de una hoja de papel de este tamaño con la anchura de su cintura, reforzando cánones de belleza tóxicos y facilitando la aparición de trastornos de la conducta alimentaria, como anorexia o bulimia: "No cabe duda de que, a esas edades, su identidad aún está en construcción, por lo que son mucho más vulnerables a este tipo de malos modelos. Y, en ese sentido, yo creo que un reto que tenemos como sociedad es hacer autocrítica y pensar que se nos está escapando de las manos este tipo de socialización", asegura el profesor.

Para ello, García cree que también es necesario reforzar la autoestima de los jóvenes, para que no caigan en estándares normativos peligrosos: "Los profesores de infantil y primaria tienen ese gran trabajo, que muchos están haciendo muy bien, de mostrar la diversidad en todas sus facetas, haciendo que entren discursos diferentes en nuestras vidas, y que sepamos que hay más cuerpos, identidades sexuales o posibilidades de las que nos venden. Nos hace falta el trabajo con valores desde la educación infantil, de cómo vivir en mundos complejos como los actuales".

El profesor aboga por limitar el uso de las pantallas en edades tempranas y que la concienciación de los jóvenes venga por parte de otros jóvenes que han estado enganchados a los retos y las redes y son capaces de hacer autocrítica ya que, viniendo de sus iguales, el discurso tiene un mayor efecto que si viniese de padres o profesores.

La educación, y no la prohibición, es lo que funcionaría en este caso, según García: "Las prohibiciones no valen para nada; a todo lo que prohibes le das un plus de querer hacerlo aún más. Lo justo es que haya una educación que permita a los jóvenes tener esa capacidad de crítica, para que cuando lleguen a la tecnología sepan diferenciar lo real de lo imaginario. Hace falta sentido común, que alguien te enseñe desde el principio temas que tienen que ver con valores, cuidado propio y a los demás. Si tienes unas reglas básicas, las redes no suponen ningún problema, ya que tienen muchas cosas positivas", finaliza.

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