Una historia para el recuerdo

Vigo despide a María Elena, hija del relojero Evangelino Taboada, fallecida a los 99 años

En 2024 rescató para FARO los recuerdos sobre su padre, creador del reloj sideral de Santiago junto con Ramón María Aller

María Elena Taboada, a finales de 2024, con el retrato de sus padres de fondo.

María Elena Taboada, a finales de 2024, con el retrato de sus padres de fondo. / José Lores

Carolina Sertal

Carolina Sertal

Vigo

«El tío José estaba establecido en Lalín y fue el maestro de mi padre. Pasados los años y estando ya mi padre situado en Vigo y su vida formada con todos nosotros, decidió emigrar a Buenos Aires con su extensa familia, todo ello antes de la guerra (...) En el año 1948 vino a visitarnos, coincidiendo con mi boda. Cuando vio el taller de mi padre y los diversos relojes y trabajos que hacían, quedó gratamente sorprendido hasta el punto de comentar: ‘¡El alumno ha superado al maestro!’».

Es uno de los pequeños recuerdos que rescató sobre su padre hace unos años para inmortalizarlo en Una historia para el recuerdo, un libro en el que fue quien de plasmar no solo el relato familiar, sino que en sus páginas también dejó constancia de las crudas consecuencias que tuvo el estallido de la Guerra Civil para los Taboada, una dura represión franquista que ella misma definió como «dolorosa y humillante», pero que animada por su nieto Álvaro no dudó en relatar, puesto que aunque no le gustaba ser protagonista, esa línea roja se difuminaba cuando se trataba de poner sobre la mesa las dificultades atravesadas y las importantes contribuciones de uno de los maestros relojeros más destacados de Vigo y Galicia durante el pasado siglo XX, su padre, Evangelino Taboada.

Este pasado fin de semana, María Elena Taboada, hija del creador del reloj sideral del Observatorio de Santiago junto con el matemático y astrónomo Ramón María Aller, falleció a sus 99 años de edad dejando un importante vacío en los corazones de aquellas personas que tuvieron la suerte de «leerla» o de escuchar de viva voz su historia personal.

Unos recuerdos que a finales de 2024 compartió con FARO con afán de divulgar todo lo relacionado con el artífice de emblemáticos relojes como los de las iglesias de San Xulián de Bastavales, San Pedro de A Ramallosa y Santiago de Pontellas, en O Porriño, así como de los que llevaban la batuta del tiempo en la ciudad de Vigo, tales como los del edificio de Correos, el de la lonja de O Berbés, el de las estaciones de Tranvías Eléctricos de Vigo y el del IES Santa Irene, instalado en 1946 por el propio Evangelino y su hijo Adolfo.

Una historia para el recuerdo

María Elena Taboada, segunda por la derecha, juntos a sus padres y hermanos. / Familia Taboada

Precisamente, a raíz del reportaje publicado en el diario decano en donde María Elena aportaba extensa información sobre su padre, en el instituto vigués se creó hace un mes escaso un grupo de memoria histórica para recuperar la figura del maestro relojero, a quien tenían intención de rendir homenaje con María Elena presente a finales de 2025, un acto que ya no será posible, pero que en su momento le alegró enormemente conocer y por el que se sintió muy «agradecida».

Sin poder evitar que la mirada se le escapara hacia los relojes, en diciembre de 2024, al final de un corredor con cuadros que llevaban sus pinceladas, María Elena Taboada se sumergía una última vez en el baúl de los recuerdos para relatar anécdotas del oficio de su padre, siendo algunas de las más nítidas las vinculadas con las visitas de Ramón María Aller para comprobar la evolución de la construcción del reloj sideral del Observatorio de Santiago.

«Recuerdo a mi padre decirme: Prepárale una habitación a don Ramón por si no le da tiempo a coger el tren, porque muchas veces venían de visita. Al acabar, habían marchado todos y estaban ellos dos solos en el taller discutiendo. Era por una rueda, mi padre le decía a don Ramón cómo tenía que ser el diámetro, que si había que elevar los dientes... Le ofreció probar uno con un escape ideado por él y fue el que funcionó», contaba entoncesMaría Elena, cuyo gran deseo era el que empezaba a ver cumplido: que Vigo no olvide a los Taboada.

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