El umbral de riesgo por calor en Galicia: 25,5º C en A Mariña y 37,5 en el Miño de Ourense
La respuesta del cuerpo humano y la capacidad de adaptación a altas temperaturas varían entre diferentes zonas geográficas | La comunicación es vital para proteger a la población

Un niño se refresca en una ducha. / Adrián Irago
El calor enferma y mata. Así lo confirma la evidencia científica. Sin embargo, no es lo mismo estar a 28ºC en Lugo que en Córdoba. Ni siquiera en Lugo que en Valdeorras. La razón es sencilla: la respuesta del cuerpo humano y la capacidad de adaptación a altas temperaturas varían significativamente entre diferentes zonas geográficas. Así, un umbral de temperatura que se considera seguro en una región puede ser peligroso en otro: 28ºC en Galicia pueden ser peores para la salud que 38ºC en Andalucía. Por ello, los umbrales de temperatura máxima difieren –y bastante– de un lugar a otro: de los 40,4ºC de la campiña cordobesa a los 25,5ºC en A Mariña (Lugo).
Los avisos Meteosalud –sistema de alertas por calor del Ministerio de Sanidad que avisa a la población sobre los peligros asociados a las altas temperaturas– tienen tres niveles de riesgo por calor para la salud (amarillo, naranja y rojo). El nivel de riesgo se incrementa por factores personales, ambientales, laborales y sociales que aumentan la vulnerabilidad.
Este sistema divide España en 182 zonas isoclimáticas –zonas subprovinciales que tienen condiciones meteorológicas similares– o de meteosalud. En Galicia hay 16 zonas, cuyo umbral de riesgo de temperatura máxima va de los 25,5ºC de A Mariña lucense a los 37,5º C de la zona del Miño de Ourense. Incluso dentro de una misma provincia hay diferencias notables. En la de Pontevedra, por ejemplo, hay tres umbrales: 29,5ºC en las Rías Baixas; 31,1ºC en la zona del Miño y 33,3ºC en el interior.
El Observatorio de Salud y Cambio Climático (OSCC) de Sanidad ha editado la «Guía práctica de comunicación. Salud y calor. Verano 2025», que tiene como objetivo mejorar la comunicación pública sobre los efectos del calor extremo en la salud y promover conductas de autoprotección para proteger la salud de la población y salvar vidas. En este sentido, la guía aporta herramientas basadas en evidencia para trasladar mensajes claros, útiles y coherentes que contribuyan a prevenir impactos sobre la salud, fomentando una sociedad más preparada y resiliente ante el calor extremo. El documento recoge estrategias para fomentar la adaptación individual y colectiva mediante una comunicación clara, creíble y adaptada a los distintos públicos.
Cultura del calor
El cambio climático está aumentando las temperaturas en toda España. Respecto a esto, el observatorio advierte de que las regiones en las que tradicionalmente las temperaturas son más altas en verano suelen estar mejor adaptadas al calor por haber desarrollado lo que se denomina cultura del calor, que engloba una serie de hábitos (permanencia en espacios más frescos en las hora de más calor), medidas de protección individual (mayor presencia de aire acondicionado, persianas, toldos) y diseños urbanísticos (calles más estrechas, fuentes, zonas de sombra) que reducen los impactos del calor en la salud.
Las altas temperaturas tienen un fuerte impacto negativo en la salud, aumentando ingresos hospitalarios, agravando enfermedades existentes y provocando golpes de calor. Aunque el calor afecta a todas las personas, existen factores de vulnerabilidad personales, ambientales, laborales, sociales y locales que intensifican sus efectos. La edad, el sexo, la existencia de patologías previas –especialmente enfermedades cardiovasculares, respiratorias y mentales, así como las crónicas asociadas a la obesidad y la diabetes– son los principales factores clínicos de vulnerabilidad, al que hay que añadir el embarazo.
La exposición a las altas temperaturas en situaciones de trabajo físico intenso al aire libre, al igual que la práctica deportiva, la contaminación atmosférica y el efecto isla de calor en las ciudades son otros factores de vulnerabilidad.
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