In memoriam

Buen camino, María Elena

Iria Presa despide a María Elena, hija del relojero Evangelino Taboada, fallecida a los 99 años

María Elena Taboada, junto al retrato de sus padres, María Otero y Evangelino Taboada.

María Elena Taboada, junto al retrato de sus padres, María Otero y Evangelino Taboada.

Iria Presa*

Tepoztlán

Gracias María Elena, gracias por tu sabiduría, por el tiempo compartido, gracias por tus historias, tu magia, tus cafés y tus pinturas. Gracias infinitas María Elena. Buen camino, te quiero con todo mi corazón. 

María Elena Taboada Otero (Vigo, 1926-2025) cautivó mi alma con su humanismo, su humildad y su esencial anarquismo. Tuve la inmensa fortuna de llegar a María Elena gracias a mis estudios sobre Urania Mella y a la inteligencia de María Jesús Cuesta, bibliotecaria de la Escuela de Artes y Oficios de Vigo, quien me dijo: «La historia de ese relojero me suena, espera». Ágil localizó A música represaliada: Unha foliada na memoria y su capítulo «María Otero e Evangelino Taboada. Uma história para a lembrança», de Isabel Rei Sanmartim. María Jesús siguió en su búsqueda y pronto afirmó: «Habla con José Luis Mateo, él invitó a Isabel a presentar ese libro». Dicho y hecho. Al día siguiente estaba hablando con Isabel y seguidamente con María Elena y su hija Mari Carmen por teléfono. El sábado 19 de octubre me invitó a visitarla en su casa: «Ohh wouu!!». A las 12 del mediodía llegué sin saber que del otro lado de la puerta me esperaba un ángel de luz. Comenzamos a platicar y las horas pasaban, el reloj las marcaba perfectas, pero nosotras no nos dábamos cuenta. Papá, mamá, la guerra, Lalín, La Pasionaria, los mítines, la biblioteca, el auto, el médico Arbones, el tío Giordano, la tía Aurelia y el gran séquito de inteligentes nietos, nietas, bisnietas, bisnietos; su adorable hija Mari Carmen, su amada ahijada Montse, y mucho más.

Y es que María Elena era hija de María Otero Neira, sanadora y heroína familiar, y de Evangelino Taboada Vázquez, maestro relojero, músico y destacado comunista, razón por la que sería represaliado en la Segunda República y después en la Guerra Civil.

Mi investigación sobre la familia del anarquista y topógrafo vigués Ricardo Mella Cea me llevaba a los Taboada, a través de la causa militar 868/36, en la que el nombre de Evangelino Taboada, su relojería y su hijo Adolfo, aparecen reiteradamente. Sin embargo, María Elena no sabía nada de la familia Mella, ni de Urania, ni de lo que yo le contaba. Aunque muy posiblemente, un hombre al que recordaba recitar poesías en gallego en casa de sus padres fuese Urbano Rodríguez Moledo. Pese a que María Elena no recordaba a los Mella, su memoria y agilidad eran impresionantes y recordaba muchas otras historias que luego pude localizar en hemerotecas históricas. Así comenzó nuestro flechazo.

Su ahijada Montse llegó hacia las cinco de tarde de aquel 19 de octubre y se sorprendía de que no hubiésemos comido... Bien entretenidasestábamos revisando álbumes familiares y su magnifica colección de pinturas. María Elena fue una gran pintora. La fuerza, talento, humildad, sabiduría y humanismo de María Elena no cabían «nun país tan pequeniño», diría Silvia Penas. No podía comprender la política actual, ni la religión, ni el gasto en las armas ni mucho menos entendía las guerras. Ella que había vivido la Guerra Civil y la posguerra, ella que había visto la masacre, el miedo, el hambre y las familias rotas. Sinceramente, algo dentro de mí piensa que por eso decidió irse: demasiado insoportable vivirlo de nuevo.

María Elena tenía un reloj de pared al que daba cuerda casi diariamente y las campanas repicaban noche y día en su casa. Ella no se imaginaba la vida sin reloj. «¿Como guías tu vida si no tienes reloj?», preguntaba. Recordaba al detalle las anécdotas de su padre y hermanos colocando el reloj del Instituto Santa Irene, el de Ramallosa o el de Pontellas; o cómo Evangelino y Ramón Aller discutían sobre los detalles del reloj sideral. Muchos más relojes, minutos e historias que quedaron en la memoria y los corazones de todas aquellas personas que pudimos conocerla, escucharla y beber de su magnetismo y radiante amor.

A petición de su nieto Álvaro, María Elena llegó a escribir un libro: Una historia para el recuerdo. Profundo, auténtico, sencillo y desgarrador: seguramente el mejor homenaje sea reditar ese libro y honrar a su familia por todo el trabajo humanitario, cultural e industrial que la familia Taboada llevó a cabo en Vigo y más allá. Hoy, 28 de junio de 2025, desde Tepoztlán, mágico pueblo mexicano, a ocho horas de diferencia con Vigo y a más de 8000 kilómetros de distancia de la Ciudad de la Oliva que nos encontró, abrazo a toda su familia, a quien haya tenido la suerte de conocerla y animo a todas las personas a indagar más sobre esta estirpe. Larga Vida María Elena, que la tierra te sea leve. Gracias por hacerme parte de tu universo infinito: te amo.

*Iria Presa es filóloga e investigadora

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