Illas Atlánticas, todas las voces del mar
Las Illas Atlánticas suenan a mar, a gaviotas y a viento. El parque nacional gallego comparte protagonismo con los otros quince en el nuevo libro del naturalista Carlos de Hita, «Parques Nacionales de España, Paisajes sonoros», un libro que da voz a los sonidos de la naturaleza.

Una gaviota sobrevuela las islas Cíes / José Lores
El sonido del agua en la laguna de las islas Cíes; el del agua golpeando los muelles; el ronquido del mar que entra en el Buraco do Inferno de Ons; el murmullo lejano del mar en la isla de Cortegada y el cadente picoteo en el fango de los zarapitos reales, archibebes y otras aves limícolas; el griterío de las gaviotas patiamarillas en la isla de Faro en Cíes, que se eleva por encima del ruido del océano; el bramido del viento y de la lluvia durante un temporal... Esta es la banda sonora del Parque Nacional Marítimo-Terrestre das Illas Atlánticas que el naturalista Carlos de Hita, especialista en la grabación del paisaje sonoro, recoge en la pieza sonora «Siete mares, cuatro archipiélagos», incluida en su último libro, «Parques Nacionales de España. Paisajes sonoros» (Anaya Touring).
«El Parque Nacional das Illas Atlánticas es el resumen de todos los sonidos del mar», afirma De Hita, que también es guionista de documentales y colaborador en la Cadena SER.
Y más importantes aún que su paisaje sonoro en superficie son los sonidos submarinos de los cuatro archipiélagos de este parque nacional –Cíes, en la ría de Vigo; Ons, en la de Pontevedra; y Sálvora y Cortegada, en la de Arousa–, separados por amplias extensiones marinas. «Estas aguas son el vivero de la costa gallega, donde se crían todas las especies de peces, mariscos y moluscos. Ahí también hay sonidos, aunque no los escuchamos porque están en una profundidad y en un medio que no es el nuestro; son mensajes que no están dirigidos a nosotros», explica.

Carlos de Hita / FDV
El de las Illas Atlánticas abre un libro que, a lo largo de 240 páginas, describe el sonido de los dieciséis parques nacionales que hay en España. Y lo hace por partida doble. La primera, en los textos y las fotografías. La segunda, a través de códigos QR que enlazan con los registros de los paisajes sonoros originales. La experiencia combinada de lectura y escucha ofrece un doble relato: el literario que escribe y relata De Hita, y el sonoro, protagonizado por las voces de la naturaleza que se expresa en sus escenarios salvajes.
De Hita comenzó a grabar los sonidos de los parques nacionales en 1992, cuando aún quedaban varios espacios naturales por integrarse en la Red de Parques Nacionales. «Son un buen resumen de la diversidad de la naturaleza de España», afirma el naturalista, que entonces trabajaba en el Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEAM). «Este libro es –comenta– un extracto de una vida en el campo».
Paciencia, un buen equipo de sonido y un alto conocimiento naturalístico forman el equipaje con el que siempre viaja De Hita. «Tienes que saber dónde esperar, cuándo y qué aguardas escuchar en ese lugar, y esperar el momento adecuado para que los animales y el paisaje se expresen», explica el naturalista.
«La banda sonora del paisaje te hace entender mejor el lugar»
Según De Hita, «Parques Nacionales de España. Paisajes sonoros» está realizado a modo de cuaderno de campo y recoge la descripción del paisaje –su geografía, su toponimia, su vegetación y sus habitantes– a través de la percepción de alguien que practica la escucha activa y que siempre lleva un micrófono en la mano.
Sonido frente a rudo
Aunque el ser humano es un animal visual, que entiende el mundo que le rodea por lo que ve, su sonido lo complementa. «La vista nos informa al instante de lo que sucede, pero si nos paramos a escuchar, descubrimos ese mismo paisaje de una forma distinta porque la banda sonora del paisaje te informa desde otro punto de vista, te hace entender mejor el lugar. La escucha atenta, en un momento de selfies y clics, es algo enriquecedor», comenta.
A De Hita también le interesa captar el silencio, que para él es «la página en blanco sobre el que se compone el paisaje sonoro». «Yo grabo mucho de noche porque busco el silencio, que es donde escuchas las cosas que después te interesan. Buscando el silencio también estás obligado a escuchar el ruido, que es esa mancha que lo tapa todo. Incluso un temporal es un clamoroso silencio siempre y cuando no haya sonido humano. Pero no me interesa el silencio del chapapote del Prestige, que durante años impregnó el vivero submarino», afirma.
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