Mujeres pastoras

Las licenciadas universitarias que ahora son pastoras nómadas en Los Alpes: “Entiendes que no eres el centro de nada"

Celia y Zuriñe se conocieron en un curso de transhumancia en Palencia y decidieron que su sitio estaba con las ovejas: "El pastoralismo es una herramienta muy poderosa"

Desde su cuenta de Instragram ponen en valor una profesión que en 2026 homenajeará Naciones Unidas

Celia, licencias en Ciencias de la Agricultura Ecológica y natural de Donosi (en primer plano), pastoreando por los Alpes suizos.

Celia, licencias en Ciencias de la Agricultura Ecológica y natural de Donosi (en primer plano), pastoreando por los Alpes suizos. / JONAS WENDEL

Madrid

Zuriñe (Madrid, 27 años) y Celia (Donosti, 30 años) sienten que cuando están ahí arriba, a más de 2.000 metros de altura, pastoreando cientos de ovejas, andurreando por los últimos ventisqueros que albergan nieve, a pocos metros de bellas flores que solo nacen a esa altura, observando “el amanecer entre los picos”, no hay nada más perfecto. Donde el tiempo se detiene y, de alguna manera, se convierte en eterno: “Es que la vida en la alta montaña es preciosa”.  

Zuriñe y Celia son una rara avis en un mundo, el occidental, lleno de prisas y agobios, de estreses y cotidianeidad. Estudiaron, respectivamente, Biología y Ciencias de la Agricultura Ecológica en la universidad y, “de casualidad”, en 2021, “buscando caminos nuevos”, se conocieron en un proyecto para la recuperación de la trashumancia en Palencia. Fue un flechazo. Decidieron, entonces, detener el tiempo.

En la actualidad, Celia pasa todo el año pastoreando entre Suiza y Austria, día tras días recorriendo Los Alpes, mientras Zuriñe se traslada allí los veranos mientras durante el curso académico se ha seguido formando en Alemania en ganadería ecológica.

Celia y Zuriñe, en las montañas palentinas donde se conocieron haciendo un curso de transhumancia.

Celia y Zuriñe, en las montañas palentinas donde se conocieron haciendo un curso de transhumancia. / CEDIDA

"Una herramienta poderosa"

No elegimos este oficio por romanticismo, ni por nostalgia. Creemos que el pastoralismo es una herramienta muy poderosa para cambiar un sistema en que se consume más que se siembra”, señala Celia en una videollamada a tres en un argumento que ambas repiten con frecuencia en la conversación. “Nuestro trabajo no es un capricho, somos productoras de alimentos de alta calidad aprovechando un paisaje que no se podría aprovechar de otra manera, un paisaje cultural muy valioso; sin los rumiantes y las personas que los cuidan se perdería”, aprecian ambas.

La razón de trabajar en Centro Europa -se mueven entre Italia, Austria y Suiza (en este último país Celia trabaja regularmente en una granja)- es que los sueldos son “mejores” que en España.

Las dos proceden de familias que no eran ganaderas, y de hecho, en algún momento, sus padres han mostrado alguna duda, el típico “¿pero estás segura?”, por el camino que han elegido, pero les apoyan en todo -”están orgullosísimos”- y ellas lo tienen claro. Tanto que tienen su propia cuenta de Instagram -pastoras_nomadas- para divulgar sus experiencias pastoriles, un camino donde han aprendido que “tú no eres importante", en el que "entiendes que no eres el centro de nada”.

Tratar a los animales con respeto

“Aprendes que lo importante es tratar a los animales con respeto, intentando entender qué les pasa, darles lo mejor, que coman bien. Es verdad que es un acto de generosidad de tu ser, pero también siento que me abandono a mÍ misma”, se sincera Zuriñe, que admite que los amigos no entienden bien lo que hacen. Y es muy sencillo: “Vivir más simple, ir un poco más a lo genuino”.

Celia pastoreando en Los Alpes suizos.

Celia pastoreando en Los Alpes suizos. / CEDIDA

Estas amantes del pastoreo, una profesión a la que el próximo año reconocerá Naciones Unidas al declarar 2026 año internacional del pastoralismo, practican diferentes manejos de los rebaños, desde la transterminancia -recorridos cortos de un valle a una montaña, por ejemplo- a la trashumancia. Su trabajo, siempre, les llena: “Hay una paz interna que viene de que tu trabajo tiene sentido, no produces humo, es muy tangible. Los animales y la naturaleza te ponen un tu sitio, llueve aunque no quieras ni cuando quieres. Es humildad pura y dura”, señalan. Ellas y la naturaleza, con su bellezas y sus amenazas

Celia, que maneja habitualmente 350 ovejas de 20 propietarios -”tienen otros trabajos, las mantienen más por tradición”-, es ayudada por dos perros para el pastoreo, Lanas y Laki, de raza pastor vasco y kelpie, que son amigos fieles cuando se traslada desde los prados del cantón de Turgovia, cerca del lago de Constanza, donde está la granja, a las montañas de otro cantón cercano para la transhumancia. Cuando se mueve lejos con las ovejas dispone de una movilhome para quedarse en invierno y, si no, en chozos en verano: “Tienes que buscarte tu propio alojamiento”.  

Son mujeres en un mundo normalmente de hombres y aseguran que han aprendido con el tiempo “a manejar” momentos incómodos, el típico “déjame a mí que te vas a hacer daño”. “Es que al final el machismo está en todos los lados”, razonan las pastoras, que también han trabajado temporadas elaborando leche y queso a la vez que pastoreaban.  

De entre las cosas que más le gustan está sacar una paridera cuando parecía que no iba a salir bien, y la "madre acaba lamiendo al cordero", los silencios de la montaña, las formas que adquieren los rebaños grandes cuando de repente una oveja lidera al grupo porque algo le ha llamado la atención, y se forma una hilera natural, perfecta, acompasada. “Es un movimiento superbonito, llama la atención”, dice Zuriñe. Entre lo que menos les gusta “las tormentas en las altas montañas porque te pueden matar a ti o a tus ovejas. No tenemos internet e intentamos prever si vienen, estamos todo el rato observando”, y los lobos, que siempre están al acecho.

A ninguna de las dos les gusta ya “el estrés de la ciudad, la inercia de una vida acelerada, todo el rato sobreestimulado”, por eso tienen claro que su sitio es la montaña, con las ovejas. “Yo en verano”, revela Celia, “estoy un mes en Donosti y lo disfruto muchísimo con los amigos, con la familia, pero tengo claro que un mes es suficiente".

Durante todo este tiempo se ha dado de que en estos países hay un gran respeto a la profesión, quizá más que en España. “En España hay una tradición rural valiosísima, pero tengo la impresión de que no se valora lo suficiente. Tal vez esto tenga que ver con el éxodo rural, que llevó a muchas personas a abandonar el campo y, con ello, se fue perdiendo también el reconocimiento de su importancia”, asevera Celia. 

"En Suiza, por ejemplo, la tradición del pastoreo en los Alpes, la producción de queso, el cuidado de vacas e incluso de ovejas está mucho más presente y valorado en la sociedad. Aunque los pastores y campesinos siguen siendo, como en muchos lugares, uno de los últimos eslabones sociales, siento que aquí existe un mayor aprecio y reconocimiento por su labor y por la cultura rural en general", concluye.

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