Entrevista | Manuel Martín Presidente de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental
«Nadie cuestiona que una persona con hipertensión se medique, pero sí que lo haga una con depresión»
«El estigma en salud mental sigue existiendo y hay muchísimas manifestaciones de este rechazo»

El psiquiatra Manuel Martín. / Fdv
Luchar contra el estigma que rodea la enfermedad mental es uno de los objetivos de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental, entidad que preside el doctor Manuel Martín, coordinador de consultas externas de la Fundación Hospitalarias Navarra. En esta línea de trabajo se enmarca «Esto no me puede pasar a mí», tercer cortometraje que realiza la entidad y que fue presentado esta misma semana. Protagonizado por el actor y youtuber vigués Martín Tena, Fernando Guillén Cuervo y Andrea Bronston, este corto aborda los prejuicios sobre la salud mental a través de una familia que infravalora los trastornos mentales hasta que ve cómo su hijo cae en una depresión e intenta suicidarse.
-Hoy se habla más de salud mental que hace unos años, aunque el estigma persiste. ¿Por qué es tan difícil acabar con él?
-El estigma de la salud mental tiene raíces muy profundas porque cualquier trastorno o alteración que afecte a la conciencia y a la relación entre las personas es rápidamente estigmatizado. Y claro, la locura en su forma grave es una forma de perder la conciencia y altera profundamente la forma de relacionarse con los demás. Hay una especie de miedo atávico, algo parecido al que se tiene también a la muerte. Es algo tremendamente arraigado, tan antiguo como el ser humano. En la actualidad, ¿qué ocurre? Que, efectivamente, se habla y se reconocen más los problemas de salud mental, pero, sobre todo, los trastornos más comunes y menos graves. Uno puede reconocer que tiene un trastorno de ansiedad o incluso una depresión, pero reconocer que tiene una esquizofrenia ya no es tan común. El estigma sigue existiendo y hay muchísimas manifestaciones de este rechazo. Una de las preguntas de los cuestionarios antiestigma es si le importaría que en el piso de al lado hubiese uno tutelado para enfermos mentales. Y la respuesta es sí. Hay que hacer un gran esfuerzo por cambiar esto. Se calcula que los trastornos mentales, en su conjunto, producen el 12% de la carga de enfermedad [efecto que esta tiene en términos monetarios, de mortalidad y morbilidad, entre otros indicadores] del conjunto de patologías. La depresión, en concreto, es la que tiene más carga de enfermedad en todo el mundo. Sin embargo, el presupuesto que se dedica a atender los problemas de salud mental no llega al 12% en ningún país. Hay algunos países que tienen un nivel más alto, pero incluso en los países más desarrollados las cifras están en torno al 5% o menos. En España, estamos en torno al 4,5.
-¿Qué revela esa diferencia entre la carga de enfermedad de la salud mental y los fondos que se destinan a tratarla?
Alrededor de la salud mental hay muchas creencias erróneas. Una muy común es atribuir los problemas de salud mental a una especie de debilidad de carácter, a un problema moral o a algún tipo de carencia. Sucede lo mismo con las adicciones. En el caso del alcoholismo, por ejemplo, se piensa que quien bebe lo hace porque quiere, y en una depresión, que hay algún tipo de debilidad moral. En estos momentos, hay un gran rechazo a los psicofármacos. Se considera que uno se los toma para aliviarse y olvidarse, en vez de plantar cara a los problemas. Esta idea ha calado tremendamente. No se cuestiona que a una persona con hipertensión se le recete un antihipertensivo. Es una forma de tratarlo y la mayoría de las personas lo acepta. También debería perder peso, comer sin sal, hacer ejercicio... Pero no hay un juicio moral sobre quien que toma un antihipertensivo en vez de hacer todas esas cosas. Sin embargo, no ocurre lo mismo si una persona con un trastorno de ansiedad o una depresión se toma un fármaco. Tampoco se ve igual una baja por una fractura que por una depresión.
«Hoy ya sabemos los efectos del abuso de internet y hay recomendaciones claras sobre su uso»
-El gran tabú, no obstante, es el suicidio, del que hasta hace relativamente poco ni siquiera se hablaba.
-Efectivamente. El suicidio no siempre es debido a enfermedad mental, pero prácticamente entre el 80 y el 90% de los casos sí se asocian a un trastorno mental o a una adicción, y muchas veces a las dos cosas, porque las adicciones son un factor de riesgo muy importante. Efectivamente, el suicidio ha sido siempre un gran tabú. Incluso hay una raíz religiosa, en la medida en que en la tradición cultural y religiosa de nuestro país se consideraba la vida un regalo de Dios y, por lo tanto, el suicidio era un atentado contra la voluntad divina, algo pecaminoso. Y, aunque evidentemente, la situación ha cambiado y también la actitud de la propia Iglesia, hay un fondo que no es tan fácil de cambiar.
Según el Observatorio del Suicidio en España, 4.000 personas fallecen por suicidio en España cada año, once cada día, una cifra que parece que no ha dejado de aumentar desde la pandemia.
La tasa de suicidio en España se mantiene estable, aunque con fluctuaciones. La onda ascendente que se inició en la pandemia parece que ya está pasando. Los datos de 2023 fueron de una cierta estabilización y, aunque aún no tenemos los datos del último semestre del año pasado, la tendencia parece que va a ser de un ligero descenso, o sea, que vamos a tener dos años con una tendencia a la baja, pero no es una caída en picado. También en la crisis económica del 2008 al 2012 hubo un aumento que posteriormente bajó. O sea, que hay como cierto ritmo, dentro de que España no es de los países de Europa que tienen tasas más altas de suicidio.
-¿También entre los jóvenes?
-Los suicidios en jóvenes siguen la misma tendencia a la baja. Lo que pasa es que son alarmantes porque es traumático que una persona que se supone que está en el momento de la vida de mayor ilusión y esperanza se suicide.
«Hay un miedo atávico a los trastornos mentales, parecido al que se tiene a la muerte»
-Ustedes insisten en la importancia de pedir ayuda cuando se está sufriendo, pero luego están los «suicidios por impulso», en los que no hay indicios ni tristeza aparentes. ¿Es este un fenómeno reciente?
-No. Es algo que se ha dado siempre. La impulsividad como rasgo de carácter se asocia a un factor de riesgo para el suicidio. Esta impulsividad es uno de los factores por los que, aunque los intentos de suicidio sean más frecuentes en mujeres, el suicidio consumado lo sea más en hombres, sobre todo de edad avanzada, porque ese rasgo de impulsividad hace también que el hombre emplee métodos más letales. El suicidio, además de la pérdida en vidas humanas, tiene unas repercusiones sociales tremendas entre los familiares, los supervivientes. Cuando se produce un suicidio y nadie sabía nada, el sentimiento de culpa es abrumador porque es normal preguntarse qué ha pasado para que la persona no tuviera confianza para hablar. Por ejemplo, un caso de acoso escolar que ha desembocado en suicidio y de alguna manera ha sorprendido a todo el mundo porque la persona no lo ha manifestado y no se ha detectado ni en la familia ni el colegio, lógicamente, genera un interrogante muy grande en todos sobre qué es lo que ha pasado.
-¿Qué diagnóstico hace de la salud mental en general?
-La salud mental es un valor muy delicado y fundamental para nuestro bienestar. No hay salud sin salud mental y esta está en riesgo. El tipo de sociedad que hemos construido no la favorece. El abuso de las redes sociales es un gran riesgo para la salud mental de los jóvenes. Creo que sería importante hacer una reflexión conjunta del tipo de sociedad que estamos construyendo y de sus consecuencias sobre la salud mental. Ha habido unos años en que se ha permitido un acceso incontrolado de los niños a internet y a las redes sociales, con la pornografía, etc. Hoy ya hay datos sobre sus efectos y ya hay recomendaciones de asociaciones de psiquiatría infantil y de pediatría sobre que su acceso tiene que ser regulado. Otra cosa es que esto aún no haya calado.
«Esto no me puede pasar a mí», un alegato contra el estigma
El cortometraje sobre salud mental «Esto no me puede pasar a mí» se presentó el jueves día 6 en la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España en Madrid con la presencia de sus actores principales, Fernando Guillén Cuervo, Andrea Bronston y el joven actor y youtuber vigués, Martín Tena. Al evento asistieron miembros de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (FEPSM) y la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM), quienes después de la proyección del corto debatieron en una mesa redonda con la participación de la presidenta de la SEPSM, Marina Díaz Marsá; el presidente de FEPSM, Manuel Martín; y los actores Fernando Guillén Cuervo y Ana González Pinto.
«Lo visual en estos momentos es mucho más importante que otras formas de comunicación. Por eso hemos elegido hacer el corto «Esto no me puede pasar a mí», para poner el énfasis en el estigma sobre la salud mental que se vive dentro de las familias y en la sociedad», explicó la directora médica del proyecto, Ana González Pinto, catedrática de Psiquiatría de la Universidad del País Vasco.
«Queremos que el cortometraje conmueva, y ayude a conocer la enfermedad y, por lo tanto, a desestigmatizarla», añadió la especialista. Este es el objetivo de «Esto no me puede pasar a mí», el último trabajo audiovisual que ha llevado a cabo la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (FEPSM) con la productora Questión de Imagen Producciones.
Para González Pinto, el papel de los protagonistas, en este caso el padre, refleja muy bien la actitud de muchas personas ante lo que consideran una debilidad del carácter. Por otro lado, el hijo, interpretado por Martín Tena, esconde los síntomas, algo que también es frecuente en pacientes con depresión. «En esta ocasión, contar con dos actores como Fernando Guillén Cuervo y Andrea Bronston nos va a ayudar a dar más visibilidad a la salud mental. Todo lo relacionado con el estigma, si es denunciado por personas conocidas tiene mucho más impacto», añadió la médica.
El corto muestra que la enfermedad mental no está en relación con poner de tu parte, o intentar estar bien. «Es algo que nos golpea, y que requiere un tratamiento para volver a la situación que teníamos antes de enfermar» finalizó la catedrática de Psiquiatría.
Sinopsis
Una cena entre amigos deja al descubierto un secreto de una de las parejas; toda la familia acude al psiquiatra de forma regular para tratarse de un antiguo trauma. El descubrimiento pone en evidencia que aún existe un ancestral estigma sobre la salud mental, y la crítica aflora de manera descarnada hasta que la realidad más dramática se apodera de uno de ellos.
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