Entrevista | Paula Outón Profesora de la USC y directora de la Unidad de Investigación e intervención en dislexia
«La intervención con el alumnado con dislexia debe estar basada en la ciencia»
Paula Outón Oviedo es una de las ponentes de la I Xornada de Neuroeducación e Pedagoxía, que organiza Copegal este próximo viernes en Vigo y para la que ya se anuncia que el aforo está completo

La profesora de la USC Paula Outón Oviedo.
-Su ponencia en la I Xornada de Neuroeducación e Pedagoxía se titula: «Dislexia: Comprendiendo sus bases y claves para una intervención eficaz», ¿cuáles son, hoy en día, las principales reivindicaciones del alumnado con dislexia?
-El alumnado con dislexia lo tiene claro: quieren medidas concretas para que la educación sea inclusiva de verdad. Por ejemplo, insisten mucho en la importancia de identificarlos pronto, porque eso hace toda la diferencia. También piden más tiempo en exámenes, que no se les penalice por las faltas de ortografía, poder usar tecnología que les facilite el aprendizaje y tener alternativas a las evaluaciones escritas, como los exámenes orales. Además, creen que es fundamental que los profesores y orientadores reciban formación específica. Esto no solo mejora su aprendizaje, sino que también genera un entorno más comprensivo. Y, por supuesto, subrayan la necesidad de apoyo emocional, porque la dislexia afecta mucho a su autoestima y eso termina reflejándose en su confianza y rendimiento.
-En Galicia, además del Decreto 229/2011 que regula la atención a la diversidad del alumnado y de la Orden del 8 de septiembre de 2021 que desarrolla dicho decreto, existe un protocolo específico de dislexia. ¿Es insuficiente?
-Sí, se podría decir que sí. Aunque tenemos un marco normativo y un protocolo, muchas familias y profesionales señalan que no siempre se aplican de forma efectiva. Además, el protocolo de dislexia no es de obligado cumplimiento, y eso genera muchas diferencias entre centros. Otro problema es la detección temprana, que sigue siendo un reto, y las adaptaciones que se proponen no se aplican igual en todas partes. Sin olvidar que la formación del profesorado es la gran laguna: si no tienen las herramientas necesarias, es difícil que puedan aplicar las medidas de apoyo de manera eficaz. A eso se le suma la falta de recursos tecnológicos y humanos, lo que limita mucho el seguimiento personalizado de los niños. Hay avances, pero todavía queda mucho por hacer.
-¿Qué consecuencia tiene esa dificultad en la detección?
-La falta de detección temprana tiene un gran impacto en el desarrollo académico, emocional y social del alumnado. Si no se identifica a tiempo, no se pueden implementar las medidas de apoyo necesarias, y eso genera un retraso en habilidades clave como la lectura y la escritura. Esto no solo afecta al rendimiento académico, que puede terminar en fracaso escolar, sino que también golpea la autoestima del niño. Esa frustración y desmotivación que sienten ante las tareas escolares es un problema serio. Detectarlo pronto marca una gran diferencia.
-¿Se trata de un acompañamiento que debe hacerse en todas las etapas educativas?
-Sin duda. La dislexia es algo con lo que se vive toda la vida, y sus manifestaciones cambian a medida que el niño crece. En Infantil y Primaria, el objetivo principal es identificarla y trabajar las bases de la lectura y escritura. En Secundaria y etapas posteriores, el enfoque debe ser diferente: hay que enseñar estrategias compensatorias, adaptar las evaluaciones y, sobre todo, ofrecer apoyo emocional para que puedan gestionar las dificultades que aparecen en un contexto académico más exigente. Es un acompañamiento continuo, porque las necesidades del alumnado con dislexia no desaparecen con los años.
-¿Qué pueden hacer las familias en este proceso?
-Las familias son un pilar fundamental. Lo primero es informarse bien sobre lo que implica la dislexia, para entender cómo pueden apoyar al niño sin añadirle más presión. Es clave que mantengan una comunicación fluida con el centro educativo, ayudando a implementar las adaptaciones necesarias y compartiendo información sobre las necesidades del niño. En casa, pueden crear un ambiente relajado para trabajar la lectura, usar herramientas tecnológicas que faciliten el aprendizaje y, sobre todo, valorar los esfuerzos más allá de los resultados. Reforzar la autoestima es esencial: recordarles que la dislexia no define sus capacidades y que tienen fortalezas en otros ámbitos. También pueden buscar apoyo psicopedagógico externo, si es necesario. Su implicación hace toda la diferencia.
-¿Qué otras claves destaca para la intervención eficaz con el alumnado con dislexia?
-Lo más importante es que la intervención esté basada en la ciencia, en programas que hayan demostrado ser eficaces en investigaciones con escolares disléxicos. Y el foco debe estar siempre en el lenguaje escrito. A veces se pierde mucho tiempo con terapias que no abordan directamente las dificultades, como las optométricas o las de psicomotricidad, que no ayudan a mejorar la lectura ni la escritura. La intervención tiene que ser personalizada, estructurada y multisensorial, combinando la vista, el oído y el tacto. Además, integrar tecnología, como lectores de texto o correctores ortográficos, es clave para reducir las barreras diarias. Y todo esto debe ir acompañado de una colaboración estrecha entre la familia, la escuela y los especialistas, asegurando una intervención eficaz y ajustada a las necesidades individuales del niño.
-Hace hincapié en el trabajo en el lenguaje escrito.
-Exactamente. El problema está en la lectura y la escritura, y es ahí donde tenemos que centrar todos nuestros esfuerzos. Si no trabajamos directamente en estas áreas, no estamos abordando la raíz de la dificultad, y eso puede limitar mucho el progreso del niño.
-¿Es posible un mensaje optimista sobre el futuro académico del alumnado con dislexia?
-Por supuesto. Si detectamos la dislexia a tiempo y trabajamos con el niño desde el inicio, puede llegar a tener un rendimiento en lenguaje escrito muy cercano al de sus compañeros. Sí, necesitará más tiempo y esfuerzo, pero sus dificultades se pueden corregir de manera significativa. La clave está en aplicar intervenciones basadas en evidencia científica y trabajar de forma constante. Con el apoyo adecuado, no solo pueden desenvolverse bien académicamente, sino también destacar en otros aspectos de su vida. La dislexia no es un obstáculo insalvable, sino un desafío que, con el enfoque correcto, se puede superar.
-¿Está cambiando la sensibilidad en cuanto al alumnado con dislexia en los centros?
-Sí, definitivamente. Cuando empecé a investigar en 1996, apenas se hablaba de dislexia. Recuerdo que, en todos los centros de Santiago, solo había un caso diagnosticado. Hoy, en un solo centro, se detectan muchos más casos, lo que demuestra que hemos avanzado mucho en visibilizar este trastorno. Las asociaciones han hecho un trabajo importante en este sentido, sensibilizando a las familias, profesores y orientadores, y dándoles acceso a información y formación. Esto permite que cada vez más niños sean detectados. Pero todavía queda mucho por hacer, y la mayor laguna sigue siendo la falta de formación específica para los docentes. Sin ese conocimiento, es difícil garantizar una intervención adecuada. Aun así, el panorama es mucho más optimista que hace unas décadas.
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