Princesas dueñas de su destino

Hermione, Vaiana, la Princesa Mononoke o Jasmín son algunos de los referentes de película que Igualadas utiliza en sus talleres para romper con los roles y estereotipos tradicionales de los personajes femeninos: «Las niñas siguen queriendo ser princesas, pero también tienen otras aspiraciones».

Escena de la Princesa Mononoke

Escena de la Princesa Mononoke / FDV

M. González

M. González

Mujeres de película es un programa de educación en igualdad desde el cine, las películas de animación, las series y los videojuegos más consumidos por el alumnado creado por Igualadas, un equipo que ofrece consultoría y formación para acabar con las desigualdades sociales. Dicho programa cuestiona los géneros tradicionales representados para destacar otros modelos de feminidades y masculinidades mucho más saludables que el modelo hegemónico. Además, introduce una serie de mujeres referentes en el cine, reivindicando a aquellas que estuvieron y están tanto delante como detrás de las pantallas. «Presentamos mujeres fuertes que rompan con los estereotipos y roles de género», expone Sara Mesejo, docente de igualdad, empoderamiento y prevención de violencias de género y directora de Igualadas.

Vaiana, una heroína valiente y empoderada, considerada la princesa Disney feminista; el personaje de Harry Potter Hermione, mujer independiente y el cerebro del equipo («no cumple los cánones de belleza ni los estereotipos y roles tradicionalmente asociados a las mujeres»), o la Princesa Mononoke, personaje feminista por excelencia alejado de las toxicidades del amor romántico, son algunos de los ejemplos que se utilizan en este proyecto que pretende «ir más allá». «También les hablamos de cómo hemos pasado de ser meros objetos decorativos a formar parte de los equipos técnicos, de donde se nos ha estado apartando», dice Mesejo. En este sentido, menciona, por ejemplo, a Alice Guy Blaché, la primera cineasta de la historia y creadora del cine narrativo; o a Lois Weber, directora americana pionera en la creación de largometrajes.

«Tratamos de hacerles despertar un pensamiento crítico y, a través de su propio cuestionamiento, ponemos en duda determinados aspectos del personaje», destaca. Las definiciones que se encuentran de entrada son que «las niñas chillan, son cobardes, se esconden, les gusta la ropa y las joyas y que los chicos son fuertes, valientes, salvadores...», enumera. «Una vez que rompes con esta dinámica, empiezan a sacar otras características: en el caso, por ejemplo, de Jasmín, princesa de la película Aladdín, se cuestionan mucho que la tengan encerrada en un castillo y que el objetivo de su vida sea que la casen...», sostiene la docente, que apunta que «las niñas siguen queriendo ser princesas, pero también tienen otras aspiraciones. Vemos una evolución: quieren vestirse como les da la gana y disparar flechas. Y, por supuesto, no quieren que decidan por ellas».

«Esto no va de chicos y chicas (...) esto va de personas que somos iguales y que tenemos que ser libres de vivir en una sociedad que nos trate de la misma manera, seamos quienes seamos»

«La gente ve normal que una niña quiera disfrazarse de superheroína y le da igual que sea un superhéroe, una superheroína o un personaje sin género asignado, pero la idea de que a tu hijo le guste la Sirenita o que en Carnaval se quiera disfrazar de Frozen ya les parece preocupante». Aquí, la estrategia es «tiempo y educación»: «Esto no va de chicos y chicas, una frase que, precisamente, aparece en Vaiana, esto va de personas que somos iguales y que tenemos que ser libres de vivir en una sociedad que nos trate de la misma manera, seamos quienes seamos».

«Mi sensación es que se trabaja de forma muy puntual», subraya. «Lo ideal sería, a lo largo de todo el año, integrar esta perspectiva de género y esta transversalidad de la igualdad». En este punto, habla también de otros programas que han desarrollado, como el de Así, sí (un programa sobre relaciones afectivas sanas basadas en el buen trato, la igualdad, el consentimiento y la comunicación): «Los niños y niñas, tanto en Primaria como en Secundaria, tienen una necesidad tremenda de que los escuchen, están llenos de dudas. ¿Cómo vamos a formar una sociedad libre de violencias, en la que se respete a todo el mundo, si no se habla de este tema?».

«En casa nos incomoda hablar de esto con nuestras hijas e hijos y faltan recursos y conocimientos sobre herramientas al respecto», se lamenta. «Otro punto preocupante es el tema del porno. El acceso a pornografía, que se da de forma casual generalmente, se produce en torno a los 8 años, y muchos de los niños y niñas con los que trabajamos nos dicen que su única herramienta para entender el sexo es el porno. Lo usan como educación sexual porque no tienen acceso a otro tipo de información y esto sí me parece muy preocupante, porque están recibiendo una imagen de ficción, sesgada, machista, violenta, heteronormativa...», advierte.

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