Día Mundial para la Prevención del Suicidio
La vida después de Uxía
“Tu mundo se paraliza y te culpas de lo ocurrido, aunque con el tiempo aprendes a perdonarte”, afirma la madre de esta adolescente viguesa de 14 años, muerta por suicidio en 2022

Uxía, en una foto cedida por su familia / FDV
La muerte por suicidio es demoledora. Al dolor de la pérdida se suman una marea de sentimientos, que van desde la culpabilidad a la vergüenza, y muchas preguntas. Todas sin respuesta, que sumergen a los familiares en un mar de dudas y remordimientos. Así viven Marián Pena y Benito Pinal desde que el 13 de junio de 2022, perdieron a su hija menor, Uxía, por suicidio. Tenía 14 años.
Nada hacía presagiar que la niña se quitase la vida. No sufría acoso escolar, al menos que supiesen, ni malos tratos. Tampoco sufría ansiedad ni depresión, y sus notas eran buenas –estudiaba 2º de la ESO–. Era una niña alegre y vitalista a la que le gustaba bailar y cantar, jugar con su hermana mayor, quien le llevaba tres años, y salir con sus amigas. Tenía planes, sueños. “Era una niña feliz”, afirma su madre, enfermera en el Álvaro Cunqueiro.
Desde ese momento, una pregunta asalta a la familia: ¿por qué? Marián sabe que nunca tendrá la respuesta y también que, aunque la tuviera, no cambiaría nada. “Nos hacemos esa pregunta porque creemos que saber la razón nos va a dejar más tranquilos, pero el final es el mismo: nuestro ser querido no va a volver”, reflexiona.

La niña, el día de su último cumpleaños. A la izquierda, homenaje de sus compañeros. / FDV
Ese 13 de junio, hubo una discusión en casa, algo sin importancia, el típico tira y afloja por tener que ordenar la habitación. Sin embargo, esa escena le viene a Marián a la cabeza una y otra vez como una condena. “Vuelves a ese momento y te preguntas qué hiciste mal, si pasaba algo que no veías o si no supo gestionar esa situación y por eso se suicidó. El sentimiento de culpa está ahí, aunque con el tiempo aprendes a perdonarte”, comenta.
Durante los meses siguientes, Marián vivió en piloto automático. “Tu mundo se paraliza y caes en el pozo más profundo. No entiendes por qué el mundo continúa moviéndose fuera y tú estás ahí, paralizada. Yo salía a caminar por la playa de Samil como un zombi, pero lo hacía. No hay que quedarse en casa ni tener miedo a que te vean llorar. Hay que echarlo todo fuera”, afirma.
De hecho, mientas habla, Marián no puede evitar llorar. “El dolor –asegura– está siempre ahí. El tiempo no lo cura todo”.
Buscando apoyo en su duelo, su marido contactó con la Asociación Papageno (Asociación de Profesionales en Prevención y Posvención del Suicidio) y Ubuntu (Asociación Andaluza de Supervivientes por Suicidio de un Ser Querido) y se unió, vía online, a sus reuniones. Al principio, Marián se mostró reacia a participar. “No estaba preparada. No veía en qué podía ayudarme eso ni qué podía contar yo a unos desconocidos”, reconoce.

La vida después de Uxía / FDV
Sin embargo, una tarde, cinco meses después de la pérdida de Uxía, le dijo sí a Benito. Sí iría al encuentro que las familias iban a tener en Cádiz. “Fue lo mejor que pude hacer –reconoce ahora–. Conocí a un montón de familias que estaban pasando por lo mismo que nosotros, que sabían cómo nos sentíamos. Ellas me han ayudado a seguir viviendo”. Desde el pasado mes de febrero, Benito y ella son una de las once familias que integran Galicia Vive, el primer grupo de ayuda mutua de supervivientes –se denomina así a los familiares y allegados de personas que se suicidan– que Papageno ha creado en Galicia. “Los servicios de salud mental están saturados y para las familias apenas hay nada. Pero tú necesitas expresar lo que sientes, con libertad y sin que te juzguen. Yo he aprendido a no juzgar y a ponerme en el zapato del otro. El suicidio nos parece algo que siempre le pasa a los demás, pero no, puede pasarnos a cualquiera”, afirma.
Estas asociaciones de ayuda mutua suplen ese vacío. “Generalmente al no considerarse el duelo como una enfermedad es muy difícil encontrar apoyo fuera de este tipo de asociaciones que se han hecho cargo de acompañar a estas personas en sus momentos más complicados”, explica Daniel López, coordinador de Papageno.
El estigma marca este tipo de duelo. “El duelo por suicidio sigue siendo un duelo prohibido que muchas personas se ven obligadas a ocultar y a vivir en silencio y aisladas”, afirma. Por suerte, hoy existen muchos grupos de ayuda mutua que están rompiendo esta tendencia y que lo que hacen en realidad es sustituir la función social de acompañamiento que sí se tiene en otro tipo de duelos.
La culpa es, según López, una de las emociones clave en este tipo de duelo. “Las personas piensan que podrían haber hecho algo o que son culpables de lo ocurrido y eso bloquea, en muchos casos, su proceso de duelo natural”, explica. Otras, añade, sienten vergüenza.
En el caso de Marián, el apoyo de su familia, con su marido y su hija Antía a la cabeza, y la de sus compañeros ha sido fundamental en el proceso del duelo. No siempre los familiares de personas fallecidas por suicido se sienten tan arropadas. A veces por no saber cómo actuar ante el dolor del otro; otras, simplemente, por falta de empatía. También el afecto que mostraron hacia Uxía sus compañeros de clase la acompaña en su dolor.
La pérdida de su hija también ha cambiado la forma en la que Marián ve la vida. “Te das cuentas de que la mayoría de las cosas por las que antes te preocupabas eran una tontería”, afirma. Incluso afronta su trabajo con más energía y con menos miedos que antes. “He aprendido que no sabes dónde estarás mañana”, reflexiona.
Casi 4.000 muertes en 2023
Un total de 3.952 personas se suicidaron en nuestro país en 2023, un 6,5% menos que el año anterior y primer descenso en cinco años, según datos aportados por el secretario de Estado de Justicia, Manuel Olmedo, en la rueda en la que se presentó, ayer, los principales puntos del futuro Plan de Acción para la Prevención del Suicidio. Con datos hasta el 31 de agosto, desde su puesta en marcha en 2022, el Servicio Atención 024 ha atendido un total de 306.614 llamadas, de las cuales el 39,8% han sido realizadas por mujeres y el 33,5% por hombres. El grupo de edad que más ha utilizado esta línea es el de personas entre 50 y 59 años, representando el 25,1% del total de las llamadas de personas que han informado de su edad.
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