Camaradas en la adversidad: fisioterapia para ejercitarse ante un cáncer de mama

Un grupo de mujeres afectadas van a clases con un fisioterapeuta para mejorar su salud física con el programa ReCo del CHUS, del que elogian su labor psicosocial

Usuarias del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago en una sesión del programa de rehabilitación cardio-oncológica.

Usuarias del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago en una sesión del programa de rehabilitación cardio-oncológica. / ESTHER TABOADA

Koro Martínez

Algunas acudieron antes de someterse a una intervención quirúrgica, otras lo hicieron después; algunas lo compaginaron con su tratamiento de quimio o radioterapia, o ambos a la vez, pero todas ellas comparten, más allá de su diagnóstico de cáncer de mama, los inesperadamente enormes beneficios que les ha aportado su participación en el programa de rehabilitación cardio-oncológica ReCo del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago en dos ámbitos que las usuarias con las que ha hablado este periódico tienen muy claro, el físico y el psicológico.

Y es que, más allá de la mejora en su estado, de que los ejercicios que llevan a cabo en el hospital de la mano de un fisioterapeuta dos veces por semana durante un período de tres meses contribuyen a paliar los efectos de los tratamientos a los que son sometidas, la asistencia a estas clases les ha proporcionado un lugar de encuentro en el que poder compartir entre iguales sus miedos, sus dudas y sus propias dolencias. 

Camaradas en la adversidad que han podido conocerse en un gimnasio en el Clínico gracias a este programa que nació como un proyecto de investigación en 2018 bajo el nombre de Oncore, y en el que desde entonces se han implicado de forma decidida los servicios de Cardiología, Oncología y Rehabilitación.

Para Yasmina Taisse, “mi paso por el programa fue una experiencia genial porque, a golpe de diagnóstico, cuando empiezas el tratamiento, poder encontrarte con un grupo con el que te identificas, poder compartir con personas que te entienden, es algo que te ayuda mucho anímicamente, y luego también es importante a nivel físico porque el grupo te anima y te motiva a hacer ejercicio”. Ella empezó antes de pasar por quirófano y señala que “todo ese trabajo previo con pesas y demás en el gimnasio me sirvió de mucha ayuda, sobre todo en cuanto a movilidad tras la intervención”. Por eso, insiste en que “es una iniciativa muy interesante, que contribuye a que puedas llevar el tratamiento con más fuerzas”.

"Todo ese trabajo previo con pesas y demás en el gimnasio me sirvió de mucha ayuda, sobre todo en cuanto a movilidad tras la intervención"

Andrea Regueira, acostumbrada a estar en forma por su trabajo como profesora de educación física, admite que por razones personales en los últimos tiempos había abandonado un poco el ejercicio. Cuando le diagnosticaron un cáncer de mama, “me recomendaron que fuera a la asociación para entrar en contacto con personas que estaban en mi situación, pero yo quería hacer una vida normal, no quería vivir en el cáncer, aunque esto lo piensas cuando aún no has pasado nada ni has comenzado con el tratamiento”. Sin embargo, cambió de opinión con el inicio del mismo porque “este proceso tiene una parte que asusta, desconoces totalmente cómo te va a sentar la terapia, cómo va a evolucionar tu cuerpo.

Entonces, indica, “ves que el hecho de coincidir con gente que está pasando por lo mismo que tú, que incluso te puede anticipar información que no llega a través de la boca de un médico, sino que te lo cuenta una mujer que lo está viviendo en primera persona, te hace sentirte comprendida y te ayuda a no alarmarte cuando tienes un mal día porque lo normalizas, sabes que no eres la única y entiendes que forma parte de ese proceso, que no es que tú lo estés llevando peor por algo”.

Recuerda lo impactante que fue para ella cuando entró por primera vez en el gimnasio del Clínico, “acababa de empezar con el tratamiento, me sentía mal y, al llegar, lo que vi fue a unas mujeres calvas, otras con pañuelo o con peluca, e incluso pelucas colgadas en los percheros como quien cuelga un abrigo, todas haciendo ejercicio”. Señala que “me impactó muchísimo esa naturalidad y esas maneras diferentes de llevar la enfermedad, fue una imagen como de película de Almodóvar y a la vez de comedia tierna”. A partir de ahí, su compromiso con un programa del que destaca “la implicación y sensibilidad de los profesionales que lo llevan”, hizo que incluso “aunque el cuerpo no me siguiera porque no tenía energía, aunque muchas veces me arrastrara la apatía, iba porque la actividad física me ayuda a sentirme mejor”. Operada hace un año y con tratamiento posterior de quimio y radioterapia, hoy continúa por su cuenta el entrenamiento.

"Me impactó muchísimo esa naturalidad y esas maneras diferentes de llevar la enfermedad, fue una imagen como de película de Almodóvar y a la vez de comedia tierna"

Un “entrenamiento para una segunda oportunidad que hay que exprimir al máximo”, así podría resumir Isabel Barral su experiencia, de la que asegura que “ojalá no la hubiera tenido que pasar, pero me va a cambiar para bien; al final es una oportunidad porque tiene cura, y me ha despertado para poner el foco en lo importante”. Considera un “lujazo” haber podido participar en una experiencia de la que se lleva “un grupo de tetiamigas que lo somos ya para siempre, y a las que recurro cuando tengo cualquier duda, cuando me duele el alma, porque la familia te pregunta, pero en esos días duros sabes que quienes te van a entender son ellas, que son las que están pasando por esto”.

Esther Taboada, autora de la imagen que ilustra esta información y que pretende llevar a cabo un proyecto fotográfico sobre esta iniciativa del CHUS, ha podido comprobar la diferencia entre afrontar un cáncer de mama sin rehabilitación cardio-oncológica y con ella. Su primer diagnóstico fue hace trece años y, aunque “no tuve quimioterapia como en esta ocasión, perdí mucha masa muscular y este programa, tanto a nivel físico como mental, ha sido muy importante para mí”, hasta el punto de que asegura que “estoy viviendo del ejercicio que he hecho, que me ha ayudado muchísimo en cuestiones de movilidad tras operarme de una doble masectomía”. Resalta que “además de estar demostrado que el ejercicio de fuerza mejora la sintomatología, ya que ayuda a quemar el chute químico, la parte psicológica y de acompañamiento, la camaradería que se crea con las compañeras, es fundamental”.

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Impulsado en 2018 como el proyecto de investigación Oncore desde Cardiología del CHUS y financiado por el Instituto Carlos III, la fisioterapeuta Estíbaliz Díaz fue contratada para ponerlo en marcha.

Ya finalizado y a punto de hacerse públicas las conclusiones, avanza que “se ha comprobado en las 122 analizadas, con una media de edad de 46 años, que un parámetro sobre la cardiotoxicidad del tratamiento se atenúa con el ejercicio, que mejoraban aspectos físicos cardiovasculares y psicosociales”, en una iniciativa novedosa, que ve con gran recorrido en las unidades de rehabilitación cardíaca.

Algo en lo que coincide el cardiólogo del CHUS Carlos Peña, quien asegura que “es un área en claro desarrollo, que busca mejorar la capacidad funcional de las pacientes, pero también a nivel emocional porque ellas se convierten en sus propios agentes terapéuticos”.

Destaca la estrecha colaboración entre Oncología, Rehabilitación y Cardiología en “un caso de éxito en el que todos ponemos nuestros recursos para mejorar la salud de nuestras pacientes”, que partió como una oportunidad al disponer de un gimnasio para cardiología que por la tarde no era utilizado. 

El resultado, el hoy programa ReCo, ya asentado dentro de la cartera de servicios del hospital y por el que han pasado 320 mujeres. 

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