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Nueva esperanza contra la diabetes y otras dolencias autoinmunes: vacunas que funcionan "al revés"

Al contrario que las vacunas convencionales, inducen tolerancia a ciertas moléculas y evitan que nuestro sistema inmunitario ataque al propio organismo

Una joven diabética se inyecta insulina. | // M.M.

Imaginen una vacuna que hace justo lo contrario de lo que debería: en lugar de “presentar” a nuestro sistema inmunitario un patógeno (un virus, por ejemplo) para que lo recuerde y lo ataque en caso de infección, induce tolerancia a esa molécula, le avisa a nuestras defensas de que se “olvide” de ella y no ataque cuando entre en el organismo. Así funcionan las vacunas “tolerogénicas” –que generan tolerancia– o “inversas”. El concepto no es nuevo en medicina, pero recientemente ha dado un salto prometedor que podría revertir enfermedades autoinmunes como la diabetes tipo 1, la enfermedad celíaca, la artritis reumatoide, el lupus y la esclerosis múltiple. Y todo ello sin causar un debilitamiento general de nuestro sistema inmunitario. En pocas palabras, estas vacunas “al revés” no nos protegen de un agente externo, sino de nosotros mismos.

Existen unas 80 enfermedades autoinmunes. Afectan al 5% de la población. Para tratarlas se utilizan fármacos que bloquean el sistema inmunitario, lo que convierte al organismo en más vulnerable a infecciones oportunistas e incluso tumores. Además, la eficacia de estos tratamientos suele ser limitada: no son preventivos ni curativos y suelen prolongarse de por vida.

El concepto de “tolerogenia” se ha venido perfeccionando en los últimos tres lustros. Personas con alergias reciben desde hace años vacunas, tanto orales como inyectables, para inducir tolerancia y reducir la reacción autoinmune a varios tipos de alérgenos, como el polen y los ácaros. Y hay proyectos de vacunas a base de nanopartículas para el tratamiento de alergias alimentarias, como la que provocan las proteínas de la leche.

Más allá de las alergias y las intolerancias alimentarias, otro de los objetivos de esta técnica es la esclerosis múltiple, una enfermedad autoinmune y sin curación que puede llegar a ser altamente incapacitante. En España, la prestigiosa inmunóloga Silvia Sánchez Ramón, jefa de Inmunología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, lleva 20 años investigando esta dolencia. Como explicó hace unos meses en una entrevista para “Redacción Médica”, su meta es conseguir vacunas tolerogénicas. Para ello trata de manipular las células de la inmunidad para que dejen de responder a los antígenos de la mielina, la vaina que recubre una parte de las neuronas, los axones, y que, por causas que se desconocen, es atacada por las células T del sistema inmunitario en la esclerosis múltiple. En la diabetes tipo 1 son las células beta del páncreas, productoras de insulina, las atacadas.

En Europa, la UE financia el proyecto Tolerate, coordinado por la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), con el objetivo de desarrollar tratamientos tolerogénicos innovadores contra enfermedades autoinmunitarias.

En 2021, el grupo alemán BioNTech, que desarrolló la vacuna contra el COVID de Pfizer, publicó en “Science” la investigación de una vacuna de ARN mensajero en un modelo de esclerosis múltiple en ratones, pero esta aproximación mostró muchas limitaciones.

El hígado es la clave

Hace algo más de una década, un artículo científico publicado en la revista “Cellular & Molecular Immunology” ponía las bases para un nuevo enfoque. Se titulaba “El hígado funciona como escuela para educar a las células inmunitarias reguladoras”. Explicaba que el hígado marca las moléculas de las células descompuestas, poniéndoles carteles de “no atacar” para prevenir reacciones autoinmunes a esas células que mueren por procesos naturales.

Aprovechando este principio, en 2019, el ingeniero molecular Jeffrey A. Hubbell y su equipo de la Universidad de Chicago publicaron un artículo sobre antígenos glicosilados sintéticamente (moléculas de azúcar añadido) para prevenir la diabetes tipo 1 (la autoinmune) en un modelo experimental de ratón. Como el proyecto de ARN mensajero, se trataba de prevenir la enfermedad autoinmune, no de curarla.

Pero el pasado 7 de septiembre, el equipo de Hubbell publicaba en “Nature Biomedical Engineering” otro trabajo que probaba un tratamiento curativo, no solo preventivo: demostró en el modelo de esclerosis múltiple que las proteínas de mielina glicosiladas detuvieron el daño neuronal y revirtieron los síntomas. Además, la respuesta inmune celular permanecía intacta, en lugar de suprimirla totalmente como hacen las terapias farmacológicas.

Este trabajo ha dado lugar ahora a un informe de ensayo clínico de fase 1 –que probará si el tratamiento lo tolera el cuerpo– y a un ensayo en curso en esclerosis múltiple. El siguiente paso será demostrar si realmente funciona en humanos.

Puede que esta nueva aproximación, que se ha probado con éxito en animales de labortorio, no fructifique, pero de momento ha sido acogida con esperanza. El investigador médico y divulgador estadounidense Eric Topol le ha dedicado un artículo de su blog “Ground Truths” y se ha mostrado entusiasmado con el enfoque. “Si funciona –pronostica– tendrá un impacto transformador en una amplia gama de afecciones médicas autodestructivas para las que todavía no disponemos de medios altamente eficaces y seguros para prevenirlas o tratarlas”. Podría ser un antes y un después para diabéticos y afectados de esclerosis múltiple.

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