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“Mamá, papá: necesito ir al psicólogo”

Aumenta el número de menores que solicitan a sus progenitores ayuda especializada para afrontar o resolver sus problemas de salud mental

Un menor con problemas de salud mental.

Según la OMS, una de cada siete personas jóvenes, entre 10 y 19 años, tiene algún problema de salud mental, una realidad que se ha visto agravada tras la pandemia, que ha provocado un aumento de hasta el 47% en los trastornos mentales en menores. El reto para muchos padres, en este contexto, es saber cómo apoyar a sus hijos, cómo detectar las señales de alarma que avisen de que hay un problema o a dónde acudir en busca de ayuda.

“Antes de la pandemia ya se estimaba que entre el 10 y 20 por ciento tanto de niños como de adolescentes españoles sufrían algún trastorno de salud mental, que ya era un porcentaje bastante grande”, indica la psicóloga general sanitaria Maruxa Fernández Hermelo. “Tras la pandemia, ese porcentaje se ha visto aumentado y más de la mitad de la población de niños y adolescentes han sufrido cambios en su estado de ánimo”, afirma.

“Entre la población infanto-juvenil hay un aumento preocupante de trastornos de alimentación, trastornos del sueño, del desarrollo del lenguaje, de autorregulación emocional, ansiedad, autolesiones, ideaciones suicidas....”, enumera la psicóloga Diana Rodríguez. Por su parte, Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen de psicología y psiquiatría (con un centro en Vigo) indica que “las demandas más habituales en el tipo de terapia que nosotros abordamos son problemas emocionales; los más graves, perfiles de riesgo suicida, problemas comportamentales, víctimas de acoso/bullyng, dependencia emocional (en perfiles más mayores) y problemas escolares”.

“Los padres deberían ser ese espacio seguro al que acudir primero”

Maruxa Fdz. Hermelo - Psicóloga

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“Los progenitores tienen un rol muy importante porque son, o deberían ser, ese espacio seguro o esas personas a las que primero acudir en caso de que algo no vaya bien”, dice Fernández Hermelo: “Hay que utilizar los recursos que ya tenemos y, como padres, intentar darles ese apoyo. ¿Y cómo lo podemos hacer? En primer lugar, hay que estar pendientes de si hay cambios, señales, que nos hagan sospechar que algo no va bien en nuestros hijos”.

La especialista en terapia familiar sistémica, mediación familiar y psicoeducación, afirma que “casi todos los padres notan si su hijo, de repente, no duerme bien, si su peso ha cambiado (ha aumentado o disminuido), si ha cambiado los hábitos de alimentación, ya no quiere quedar con amigos o ir al colegio...”, enumera. “En ocasiones, los síntomas son más claros por observación directa, como en un trastorno de lenguaje o del sueño”, dice Diana Rodríguez. “Otras patologías son más sutiles y nos darán pistas atendiendo al estado anímico (tensión, enfado o tristeza constante), conductas inapropiadas, falta de interacción, falta de ilusión, desgana, evasión excesiva tecnológica, consumo de tóxicos…”, subraya. Además de estas señales, Pilar Conde pone el foco también en el “abandono de rutinas y actividades habituales, aislamiento o irritabilidad”.

¿Qué hacer ante este escenario? “Lo ideal es crear un espacio seguro, sin juzgar, sin imponer, y desde el apoyo y el cariño, simplemente escuchando, preguntarle qué le pasa o cómo puedes ayudarle”, dice Maruxa Fernández Hermelo. “Esto es algo que hay que ir promoviendo. No puede ser que, si nunca hablas con tu hijo, de repente quieras saber qué pasa en su vida. No te lo va a contar. Es algo que hay que ir trabajando desde siempre, que sientan que estás ahí para acompañarle. Hay que trabajar mucho la relación de confianza y el respeto mutuo”, destaca.

Un aspecto positivo en este panorama tan preocupante es que “estamos viviendo un cambio generacional respecto a la normalización de ir al psicólogo y son muchos los padres que acuden a terapia con sus hijos debido a que ellos mismos se lo han demandado”, dice Pilar Conde: “Desde mi punto de vista, las nuevas generaciones están conceptualizando al psicólogo como el recurso profesional para gestionar su bienestar emocional, lo que puede ser un factor de prevención para el desarrollo de problemas clínicos más serios en el futuro”.

“Esta generación no se conforma y lucha por una salud mental fuerte”

Diana Rodríguez - Psicóloga

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“Gracias a que esta generación valora la sensibilidad y la inteligencia emocional han cambiado sus mapas mentales en relación a generaciones anteriores, han interiorizado pensamientos como: ‘puedo pedir ayuda’, ‘puedo mostrar mis sentimientos’; no se conforman ni se ocultan y luchan por una salud mental fuerte”, constata Rodríguez, especialista en desarrollo personal/profesional e inteligencia emocional.

“Es importante que las primeras figuras de referencia estén en su entorno, personas a las que pueda acceder fácilmente: padres, familiares cercanos o incluso tutores y, si no se consigue dentro de ese entorno, buscarlo fuera”, matiza Fernández Hermelo: “Se está reduciendo el estigma y se está concienciando sobre la salud mental, pero también es cierto que el servicio de sanidad pública no da abasto, se colapsa. Tenemos a un montón de personas que necesitan ayuda y que no la tienen”.

¿Cuándo dar, entonces, el paso de llevar a tu hijo al psicólogo? “Cuando él lo pida debemos de atender a esa necesidad, cuando terceros nos alerten (cuidadores, abuelos, docentes…) o cuando nosotros intuyamos que algo no va bien y tras haber intentado ayudar a nuestro menor no tengamos suficientes herramientas para poder hacerlo”, expone Diana Rodríguez.

En el caso de que el menor se cierre en banda y se niegue a recibir la ayuda que necesita, Rodríguez propone “pregúntale por qué no siente esa necesidad, dialogar con él, explicarle, desde tu punto de vista, cómo le ayudaría ir, resolver sus dudas sobre el proceso terapéutico…”.

Implicarse en el proceso

“Para que la terapia sea efectiva no solo hay que acudir a las sesiones sino que hay que implicarse en el proceso terapéutico”, advierte Pilar Conde. “Para eso se precisa motivación al cambio y responsabilidad sobre el cambio, por lo que obligarles a ir a terapia no va a reportar resultados satisfactorios (en el caso de que ya los menores sientan que pueden tomar sus propias decisiones en temas de salud)”, añade. “En niños más pequeños la asistencia no suele ser un problema, dado que se dejan aconsejar por sus padres. Si tras el inicio tiene resistencia a ir, habría que valorar qué sucede y tomar decisiones para que el proceso sea beneficioso para el menor”. Con los adolescentes que no quieran acudir a terapia, recomienda “negociar” una primera consulta: “Que vayan y que tras la misma valoren si quieren continuar. El objetivo sería conseguir que acudan a esa primera consulta y que ahí el profesional promueva la motivación al cambio”.

“Casi el 80% de los trastornos mentales comienzan antes de los 18 años y si se hace una gestión buena ya desde la adolescencia, no solo con el niño sino también con la familia, podemos prevenir muchos problemas en el futuro”, advierte Fernández Hermelo. En el caso de aquellos que sean reticentes a colaborar con la terapia, anima a “que se trabaje primero con los progenitores”. “Muchas veces, cuando cambian cosas del entorno de los niños, de los adolescentes, ellos también cambian y esto es algo a tener en cuenta”. “Si no quieren, yo no los forzaría a venir, seguiría trabajando con la familia porque se pueden conseguir cambios y mejoras desde el entorno”, dice en relación a casos que no revistan excesiva gravedad.

Gestión emocional

“Normalmente, en cualquier tipo de terapia de adolescentes o niños, los padres participan en la misma. Los aspectos que suelen trabajar son la comunicación, el establecimiento de límites o la gestión emocional de las reacciones de los menores, entre otros, por lo que la terapia no solo irá dirigida al menor sino también requerirá de cambios por parte de los padres”, dice Conde. Los padres pueden ayudar mucho en este proceso “empatizando, preguntando a sus hijos qué necesitan, cómo les pueden ayudar y, siguiendo las pautas del terapeuta, dando tiempo al cambio”, añade Diana Rodríguez.

“La terapia también va a requerir cambios por parte de los padres”

Pilar Conde - Psicóloga

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Algunos de los mayores retos que se presentan a día de hoy en cuanto a la salud mental de los jóvenes y niños son para Diana Rodríguez “las nuevas tecnologías, la pornografía, la hostilidad entre iguales, la falta de recursos de la sanidad pública, las familias disfuncionales, la falta de tiempo de calidad en familia por jornadas laborales excesivas o no validar las señales de alarma”.

Pilar Conde, por su parte, sostiene que “en primera línea estaría la prevención de suicidio, así como la prevención del acoso y de los abusos, tanto escolares como familiares, y tanto a nivel físico, psicológico y sexual”. También pone el foco “en toda la parte emocional, desde los problemas de ansiedad, la regulación emocional o el bajo estado de ánimo”.

“Está habiendo muchos cambios, es todo tan instantáneo, tan momentáneo, hay tanta presión social que, en general, hay una falta de programas de prevención y de promoción de la salud, por ejemplo, en los centros educativos”, añade Hermelo, que fija como tareas pendientes “hablar sobre suicidio, sobre adiciones y sobre acoso escolar”. La terapeuta recuerda que el año pasado se aprobó la Estrategia de salud mental del Sistema Nacional de Salud. Periodo 2022-2026: “A ver si con esas estrategias y este plan se construyen políticas, planes y protocolos que favorezcan su salud mental”.

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