Se mueve por los subgéneros policiacos como pez en el agua. María Oruña (Vigo, 1976) plantea cada caso de su exitosa saga de “Los libros del puerto escondido” –suma ya más de un millón de lectores y han sido traducidos a varios idiomas– como un homenaje a un tipo de novela policiaca: misterio histórico, thriller científico, domestic noir, enigma de habitación cerrada, novela gótica... En “Los inocentes” (Editorial Destino), la sexta entrega, Oruña confronta belleza y maldad, y presenta al lector un crimen múltiple perpetrado en uno de los parajes más bellos de Cantabria, su paisaje literario. Además, obliga a su protagonista, la teniente de la Guardia Civil Valentina Redondo, a rememorar uno de los momentos más traumáticos de su vida cuando está a punto de casarse.
La escritora y colaboradora del diario decano estará en el Club FARO el próximo 11 de octubre presentando esta novela, la más negra y trepidante de la serie, que sale hoy a la venta, en la que disecciona el crimen, el castigo y la venganza, y hace que el lector se pregunte qué haría él en el caso que se le plantea. La escritora desvela que ya está trabajando en el que será su próxima novela, sobre la que prefiere mantener, como en sus libros, el misterio. Ni siquiera adelanta si será una nueva entrega de esta serie o, por el contario, se tratará de una historia desligada al universo de Valentina Redondo.
–Cada título de “Los libros del puerto escondido” recorre un subgénero de la novela policiaca. ¿En cuál se enmarca “Los inocentes”?
–No sé si configurarlo como un subgénero propiamente. Estamos ante un crimen masivo, lo que nos lleva a pensar en un posible atentado, en algo indiscriminado. Pero a mí no me interesaba un crimen discriminado si no había una motivación muy clara y una finalidad muy definida. En mis libros me interesan el porqué y el para qué de las cosas. No son crímenes muy escatológicos. No me interesa regodearme en ese mal en concreto, pero sí que me interesaba ver cómo sería ese crimen en masa y cómo se podría resolver, y eso no lo había hecho nunca antes.
–Efectivamente, un grupo de personas disfrutan de un día en un balneario y, de repente, sufren un ataque. Esto evidencia lo vulnerables que somos, ¿no?
–Claro, y, sobre todo, no están alerta, es decir, no se encuentran en una situación extrema o de conflicto bélico. He ubicado la acción en uno de los sitios más tranquilos e idílicos de la zona porque lo que quiero mostrar es que en la quietud, en la calma, en lo idílico también existe la maldad. De hecho, el primer personaje, digamos, que sale en la novela es el mirlo acuático y los mirlos acuáticos sólo existen en los lugares donde el agua es extremadamente pura. Sin embargo, lo primero que hace este mirlo es una ejecución. Para sobrevivir, mata y al terminar su crimen, entre comillas, la vida sigue igual en el bosque y también ha habido un crimen en el Templo del Agua del balneario de Puente Viesgo.
“Puedes tener una buena relación, pero cuando hay problemas es cuando de verdad conoces a alguien”
–En esta novela, vuelve a poner a su protagonista al límite al enfrentarla al momento más traumático de su vida, algo que le sucedió en una entrega anterior...
–Compartimentar tus sentimientos y separar lo profesional de lo personal no es tan fácil. A mí me interesan mucho las personas cuando hay problemas. Porque tú puedes tener una relación de amistad, incluso familiar, más o menos domesticada, más o menos amable, pero cuando hay problemas es cuando conoces de verdad a esa persona. Por eso me interesa poner a los personajes al límite, para ver de verdad el color de su corazón.
–Las referencias literarias son una constante en sus libros, pero en éste tienen un papel propio, dan pistas al lector...
–Sí. Hay citas de obras de Agatha Christie, pero de forma muy subsidiaria para para no olvidar que no deja de ser una novela de ficción y que es un juego divertido y de astucia para los lectores. Pero las citas que más se repiten son de dos obras muy concretas: “Crimen y castigo”, de Dostoyevsky, y “El conde de Montecristo”, de Alejandro Dumas.
–¿Por qué estas dos novelas?
–En realidad, lo que estamos intentando analizar todo el tiempo es quiénes son realmente los inocentes y si realmente los culpables lo son por omisión o porque realmente son culpables. ¿Hay alguien que realmente esté libre de culpa? Cuando leía “Crimen y castigo” me pareció muy interesante cómo podías llegar a entender al criminal. Yo pensaba: “¿Pero cómo no van a delinquir si no han comido en lo que va de novela?”. Con esto quiero decir que a veces somos resultado de la idiosincrasia en la que vivimos. Nada justifica el crimen, pero sí creo que hay que posicionarse y ver las distintas perspectivas de todos los personajes. Y luego está la idea de la venganza. Para mí, el libro de la venganza por excelencia es “El conde de Montecristo”, porque es lo que está esperando el lector una vez que se escapa el protagonista de la prisión. A mí me interesaba que el lector contemplase la acción y se preguntase: “¿Yo qué haría en el lugar de esta persona?”.
–En “Los inocentes”, da voz al asesino. ¿Responde esto a ese cambio de perspectiva del que habla?
–Exacto. Él ha llegado a lo que ha llegado por ideología, pero ¿acaso no es responsable de lo que hace?, ¿ha tenido opción de escoger? Porque, si lo analizamos, no es lo mismo una persona que ha sido secuestrada en su infancia por un grupo militar y obligada a delinquir como hábito y forma de vida, que un adulto criado en Occidente y que ha elegido. ¿Quién es más culpable? Porque a veces no tienes elección. A mí me interesaba mostrar el lado humano de todo el mundo. No quiere decir que exculpemos a nadie de lo que hace, pero sí creo que es necesario que, al menos aquí en España y en Europa, salgamos de esta burbuja de cristal en la que estamos, que parece que sólo existe nuestra realidad y lo demás es como una ficción que vemos en el telediario, y que nos demos cuenta de que hay otros modos de vivir, muchísimo más duros, más complejos y sin elecciones.
“Es necesario que salgamos de nuestra burbuja y que veamos que hay otros modos de vivir más complicados y sin elecciones”
–¿Resulta difícil sorprender al lector del siglo XXI?
–Dificilísimo. Primero, porque a golpe de clic tenemos acceso a cualquier contenido, con lo cual que alguien se ponga a leer ya es difícil. Al menos aquí, en España porque hay otros países con más cultura lectora. Y luego, toda la competencia literaria, porque se sacan muchísimos libros a la semana. ¿Qué puedes hacer tú para que tu novela sea buena, sea entretenida y agarre al lector? Yo creo que el mejor consejo sería no pensar en nada de eso, sino en concentrarte en escribir y en intentar hacer una buena historia, algo que a ti te gustase leer.
–Usted ha superado ya el millón. ¿Da cierto vértigo?
–Al principio puede parecer abrumador, pero no deja de ser un número. Yo sigo escribiendo igual que al principio porque el respeto tiene que ser máximo para el lector, sea uno o cinco millones. Por eso no me supone una presión adicional. Además, la primera exigencia es para conmigo misma: yo sé que trabajo con total honestidad y que lo que entrego a la editorial es lo mejor que puedo dar de mí, esté mejor o peor.
–¿Dónde cree que está la clave del éxito de la saga de “Los libros del puerto escondido”?
–La fortuna de este asunto es que nadie sabe dónde está la clave. Y qué bien que no haya fórmula mágica, porque si no, entonces estaríamos todos haciendo libros como churros y se volvería todo uniforme y aburrido.
–¿Cambia de subgénero en cada libro para no acomodarse?
–Para mí supone un reto. ¿Se imagina lo que sería escribir una novela de 400 páginas y sentir que estás escribiendo siempre lo mismo? Tú como escritor tienes que sudar la gota gorda en cada novela, que sea un reto para ti para que el lector también tenga ese reto intelectual de decir: “A ver si yo también soy capaz de resolver el caso a tiempo”. Yo acabo extenuada después de cada novela, pero también me divierto muchísimo escribiéndola y esto el lector también lo nota.
–¿Dónde está el germen de cada trama?
–De algún hecho real, alguna historia que lees... De repente, te surge la chispa y ya está. En este caso, el germen fue una historia que leí en un libro escocés de crímenes reales que compré mientras un viaje que hice a la torre de Stirling, en Escocia, uno de esos libros que compras sin demasiado afán porque, además, estaba en inglés y me iba a llevar un poco más de tiempo leerlo. Pero me llamó mucho la atención un caso de un asesinato múltiple, que cita Valentina en un momento de la novela, y que, como pista al lector, la abuela de Oliver Gorgon, su prometido, también lo menciona en la anterior entrega, "El camino de fuego". Después, cuando ya empiezo a buscar crímenes masivos me encuentro con casos como el del atentado con gas sarín en el metro de Tokio, en 1995, y una cosa lleva a la otra.