“Vi por primera vez una foto mía con mi padre y mi padre juntos a mis 34 años. Descubrí que yo existía con ellos. Se separaron cuando yo tenía año y medio y desde entonces no había ni rastro de mi familia primigenia; de hecho nunca decía mi familia para referirme a mí con ellos”. Así explicaba ayer la escritora, guionista y periodista Laura Ferrero cómo en una comida el 26 de diciembre de 2018 en casa de su familia paterna su tío regaló a su padre un álbum familiar repasando sus 60 años de vida y con ello surgió el germen que la ha llevado a publicar, “Los astronautas” (Alfaguara), una novela autobiográfica en la que viaja hacia su identidad familiar.
Ferrero, que fue presentada y entrevistada por la periodista Guada Guerra en el Club FARO, relató que, tras un primer intento de abordar su proyecto, lo aparcó por las versiones contradictorias que recibía de cada uno de sus progenitores cuando les preguntaba por su historia. Superado su enfado por la escasa colaboración inicial, decidió retormarla años después “no desde el rencor, sino con la necesidad de entender”.
El título de la novela responde a varios motivos. “De niña me fascinaba el espacio, imaginaba a los astronautas como seres que llegaron lo más lejos que se podía para, desde la Luna, ver mejor la Tierra. Lo mismo me sucede al escribir sobre mi familia; la escritura me permite verla de lejos”. Para evitar dar explicaciones a la pregunta que siempre se repetía en su infancia “¿dónde está tu padre”, la autora se inventó que era un astronauta que vivía en Houston y lo dibujó así, algo que “me permitió pasar de ser esa pobre infeliz” a la que su padre no iba a buscar nunca al colegio a una protagonista para sus compañeros de clase.
“Llegada a la adolescencia, cambié el foco hacia mi madre, con la que me crié, aunque en la novela no quise escribir sobre ella. En realidad el único personaje real que hay soy yo; no soy nadie para escribir la vida de otras personas”.
“He escrito esta novela para esa niña que fui. y que a los siete años dijo a su tía ‘desde hoy llamadme Kuki”. Dicen que la infancia nunca termina y que de los cero a los siete años se forma nuestra personalidad, Somos básicamente esos niños que crecieron”.
El silencio y la falta de respuestas fue, pues, el germen de su último título. “Este libro surge porque mis padres nunca me contaron la historia de mi familia, por eso se lo agradezco”. “En los años 80, cuando se aprobó la ley del divorcio, la gente no se sabía separar; afortunadamente hoy las cosas han cambiado”.
Al bucear en los recuerdos, surge el tema de la memoria, de cómo se reconstruyen esos huecos que borramos en temas que nos han transformado. Y de cómo cargamos con losas que nos hacen sentirnos culpables. “Desde niña, cualquier cosa que me pasaba se explicaba con ‘es que Laura es muy inteligente’ o ‘Laura es muy sensible’, algo que me confundía y me hacía pensar que no me podía quejar”. Y esa sobrecarga también la vivió cuando en la primera juventud y con dos carreras universitarias no le daban empleos como asistente de editora por estar “demasiado preparada”.
“Me he pasado la vida buscando; en mi infancia, a mis padres y en mi adolescencia, un lugar en el mundo, por eso buscaba trabajos en sitios lejanos para irme”.
Una vez publicado el libro, el pasado marzo, la autora ha recibido un potente feedback de sus lectores, muchos de los cuales le han confesado que leer su novela les ha servido de impulso para arreglar cuestiones con sus familias. “Nos leemos en lo que leemos, cogemos retazos para buscarnos. Incluso yo sigo encontrando fragmentos de mí en las historias que me cuentan los otros”, porque hay lectores que se abren a contarle intimidades de sus familias cuando ven que ella ha plasmado las suyas. “Me han escrito de bufetes de abogados que recomiendan leer mi libro en divorcios difíciles Y psicólogos a gente que tiene problemas con sus familias. Y luego dicen que los libros no sirven para nada. Leer nos sirve para encontrarnos”.
“La sociedad intenta no nombrar lo que duele”
En medio del proceso de escritura de su última obra, Laura Ferrero tuvo que hacer un parón porque su madre enfermó de cáncer y pasó un año acompañándola en el tratamiento. “Me di cuenta de las dificultades que tenemos en nombrar lo que no nos gusta. Había dos versiones sobre el cáncer: la edulcorada y la que directamente no quiere abordar el tema. La sociedad intenta no nombrar o pasar por alto y de puntillas lo que duele”, expuso Laura Ferrero. Otro de los temas que se abordó en el acto de ayer y que está presente en la novela es la soledad y su romantización. “Todos queremos estar solos un rato, pero , como dijo Buñuel , adoro la soledad sobre todo si un amigo viene a hablar conmigo de ella. A los protagonistas de mi novela les da miedo la soledad”. En respuesta a una pregunta formulada por una asistente al acto durante el coloquio posterior a la entrevista, Laura Ferrero habló de su faceta como guionista junto a Isabel Coixet, a la que conoció hace cuatro años y le sugirió escribir un guión, en un primer momento, para más tarde, proponerle hacerlo juntas. Ese tándem que forman la directora de cine y la escritora y guionista ha dado como fruto la adaptación al cine de la novela de Sara Mesa “Un amor” (ya por su duodécima edición), que se estrenará en cines en noviembre tras pasar por la Sección Oficial del Festival de San Sebastián.