“Siempre hay alguien que te puede ayudar, dispuesto a hacerlo, ya sea en tu entorno, en los servicios de Urgencias o en los teléfonos de atención a las personas con ideaciones o riesgo de conducta suicida –024, 717 003 717 y 981 51 92 00 (Teléfono de la Esperanza), además de 112 y 061–. Y siempre hay algo, por pequeño que sea, por lo que merece la pena vivir”. Soraya Castro tiene 23 años y en enero hará un lustro que intentó quitarse la vida, cuando sintió que las heridas le pesaban demasiado.

“Llevaba ya tres años medicándome, yendo a psicólogos, porque tengo un trastorno límite de la personalidad, un problema de salud mental que no se trata como una depresión y que no tiene cura. Al principio, ni psiquiatras ni psicólogos me ayudaron mucho porque en el sistema público de salud no hay los suficientes recursos que se necesitan. Dar pastillas y decir ‘tienes depresión’... yo no tenía depresión, pero hasta que detectaron lo que me pasaba... y tuve que ir por lo privado".

"Fui a muchos psicólogos, me gasté un montón de dinero, porque en la sanidad pública no te dan cita para ir a ese especialista todas las semanas, ni siquiera cada mes, es imposible eso. No hay un seguimiento regular, incluso he llegado a pasar horas esperando en Urgencias para que pudiese verme un psiquiatra...”, lamenta Soraya, quien en medio de aquella oscuridad, que le causaba tanto sufrimiento y que ya le había hecho plantearse “muchas veces” el suicidio, sufrió un brote psicótico que le llevó a intentar consumar la idea de desaparecer: “En ese momento, tampoco pensé”.

“Hay que ser más comprensivos cuando una persona comenta que está pensando en el suicidio”

Sobrevivió, y aunque desde entonces su vida es “muy diferente a la de antes” y nada fácil –sufre tetraplejia y está en silla de ruedas–, con “días buenos y malos”, hoy sabe que el dolor pasa y, cuando vuelve, ha aprendido a convivir con él. También conoce mejor su problema de salud mental y ha tomado conciencia sobre “la importancia de seguir a rajatabla” el tratamiento que le han pautado. “Antes tomaba la medicación y, si veía que me encontraba bien, dejaba de hacerlo”, reconoce. Su familia, y especialmente su madre, su “gran pilar”, está siendo “fundamental” en su recuperación, resalta con voz dulce y pausada, que contrasta con la intensidad del relato. “Siempre fui y sigo siendo muy abierta, tampoco soy ‘miss Alegría’, a veces me encuentro mal... pero siempre lo he compartido, sobre todo con mi familia, y también con amigos.

Desde hace un par de años, me está ayudando mucho también ir al CPAP (Centro de Promoción de la Autonomía Personal) de Bergondo [A Coruña], donde he conocido a otras personas que están en silla de ruedas, como yo, y eso me ha servido para darle más normalidad a mi actual situación”, refiere Soraya, quien accede a compartir sus vivencias, en el Día mundial de la prevención del suicidio, que se conmemora hoy, convencida de que hablar de esa realidad “es necesario” y, sobre todo, para animar a “pedir ayuda” a “quienes lo estén pasando mal” e invitar, al conjunto de la población, a ser “más empáticos” y a “no minimizar” las posibles señales de riesgo. También para reclamar “más recursos en la sanidad pública” para el abordaje de los problemas de salud mental. “Hacen falta muchos más psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales”, reivindica.