A pesar de que la sexualidad es una parte fundamental de la salud integral de la persona, apenas se habla de ella, lo que la hace invisible y permite que se perpetúen los tabúes y los estereotipos. Y cuando se aborda, se hace desde una perspectiva biológica y desde la heteronormalidad. Según la presidenta de la Sociedad Gallega de Sexología (SOGASEX), Purificación Leal, la sexualidad “es una asignatura pendiente”.
Las disfunciones sexuales, la sexualidad en las personas mayores o con discapacidad, la sexualidad femenina, la orientación y diversidad sexual, y hablar de sexualidad, en general, con los niños, son aún temas intocables en muchos hogares. ¿Por qué? Según Leal, porque la historia de la sexualidad está contada desde “una mirada androcéntrica” y construida como un sistema “homogéneo y sólido de binarismo sexual reproducido”. Por lo tanto, toda expresión sexual al margen de la heteronormatividad, desde la identitaria a la erótica, que pudiera amenazar el orden establecido de producción-reproducción, se prohibía, sancionaba o invisibilizaba, es decir, pasaba a ser tabú, y se evitaba alterar el orden social”, afirma.
Leal recuerda que, según recogen diferentes organismos oficiales, entre éstos la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud sexual es “un estado de bienestar físico, mental, emocional y social relacionado con la sexualidad, (es decir, libre de malestar corporal, emocional, identitario, relacional, social) así como la posibilidad de obtener placer y experiencias sexuales seguras, libres de coacción, discriminación y violencia”.
Pero, ¿cómo podemos gozar de una buena salud sexual? Según la especialista gallega, es preciso analizar las creencias, verdades absolutas y realidades que tenemos interiorizadas y que puedan estar limitando nuestras necesidades y experiencias sexuales vitales. “Para saber si gozamos de salud sexual tendremos que revisarnos, conectar con nuestro cuerpo y experiencias sexuales, autocuidarnos y escucharnos desde un discurso de derechos sexuales en lugar de deberes, desde la necesidad del goce, de la intimidad, la comunicación y la filiación”, expone.
La sexualidad no sólo comprende el sexo, sino también las identidades y roles de género, el erotismo, la intimidad, el placer, la orientación sexual y la reproducción. Para recordar la importancia de una sexualidad sana, la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS por sus siglas en inglés), que agrupa a la mayoría de organizaciones no gubernamentales, sociedades científicas y profesionales en el área de la sexualidad humana, celebra cada 4 de septiembre el Día Mundial de la Salud Sexual, que este año tiene como lema “Consentimiento”.
Con esta premisa, esta entidad subraya que todas interacciones sexuales deben basarse en el acuerdo mutuo y el respeto de los deseos y límites de cada persona, e invita a hablar claramente sobre el tema. La organización recuerda que el consentimiento no se trata sólo de sexo, sino que se requiere antes de cualquier actividad sexual y también en muchos escenarios no sexuales, como para besar, abrazar, compartir comida, tocar cualquier parte del cuerpo, y tomar o compartir fotografías o vídeos eróticos.
Puede resultar paradójico que en una sociedad en la que cada vez hay más libertad sexual, hablar de sexo continúe siendo un tema tabú y que la salud sexual no se incluya en las revisiones médicas o no se aborde en consulta. “Continuará siendo una asignatura pendiente mientras que en los planes de estudios de profesiones sanitarias no se incluya la salud sexual. En muchos casos, en la consulta médica, se sigue un enfoque biologicista y mercantilista, lo que provoca una medicalización excesiva de la sexualidad”, afirma la especialista.
El deseo sexual femenino y de las personas mayores, dos de los grandes tabúes
El sistema educativo también suspende. La presidenta de la Sogasex lamenta que España esté a la cola de Europa en esta materia y pone como ejemplo contrario a Suecia, donde la educación sexual forma parte del plan de estudios como materia obligatoria desde 1955. “En España, hasta la LONLOE o Ley Celá no se recoge como una materia transversal en Educación Primaria y Secundaria, una transversalidad de dudosa aplicación al no disponer del adecuado presupuesto para realizar actividades de formación del profesorado y alumnado, además de incentivos para motivar a los docentes para que se impliquen. La ley del “sólo sí es sí” la incluye como obligatoria en el marco de la coeducación en todas las etapas escolares y también en la universidad, en carreras vinculadas a sanidad, la docencia y el ámbito judicial, y contempla la inspección educativa para velar su cumplimiento”, explica.
Leal reivindica el papel del aula como espacio socializador por excelencia y su papel fundamental en una educación sexual apartada de estereotipos sexistas. “Educar desde el aula es acompañar y mantener diálogos con todas las narrativas sexuales, y reflexionar con el alumnado sobre los modelos tradicionales sujetos a la cultura de la violación [término acuñado por el feminismo de los años 70 que se refiere a la normalización y trivialización de la violencia sexual contra las mujeres y que, según ONU-Mujeres, es “omnipresente”] para facilitar la construcción de sexualidades sanas”, añade.
La falta de educación sexual hace que se perpetúen los estereotipos sobre la sexualidad y que siga siendo un tema tabú. Además, cuando se habla de ella, se hace desde la parte más biológica, y, normalmente, se incide en los riesgos de la práctica sexual. Sin embargo, no se habla de autoconocimiento, de autoestima, de las emociones relacionadas con la sexualidad, de las relaciones con otros y la intimidad, ni de la aceptación de uno mismo y de los demás.
“La educación sexual va mucho más allá de la prevención de enfermedades de transmisión sexual (ETS) y embarazos no deseados; abarca todo el desarrollo sexual, desde un modelo positivo y autobiográfico, y desde todas las dimensiones de la sexualidad, desde el desarrollo corporal al identitario, emocional, intimo, comunicacional, relacional, erótico… hasta el reproductor. La educación sexual inclusiva de la diversidad parte de las propias biografías, desaprende conductas sexistas y pone en valor valores como la igualdad, la equidad, el consentimiento, la empatía y el buen trato”, afirma.
Las familias también juegan un papel importante en la educación sexual de los menores, en estos momentos “en manos de las redes y la pornografía”, según Leal. Por ello, la sexóloga entiende que es importante que los padres pierdan el miedo a una educación sexual en el aula y que se les dote de herramientas para que reconozcan que la sexualidad abarca muchas dimensiones y para que acompañen a los menores, desde la libertad y el respecto, en el descubrimiento y construcción de sus narrativas sexuales. “Es importante que acompañen y estén disponibles para ellos, desde el aprendizaje recíproco y en la búsqueda de información y contenidos sobre la materia, y que se acerquen con ellas, ellos o elles al mundo virtual, sobre todo en la exposición pública de lo privado e íntimo”, dice.
La falta de educación sexual en el aula, las familias y comunidad también explicaría, al menos en parte, el aumento de las ETS que denotan los datos de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica, aunque Leal matiza que hay que a la hora de valorar las cifras hay que tener en cuenta la recogida de datos cada vez es más exhaustiva desde la informatización del sistema de salud. Para la sexóloga, otro factor determinante en este aumento es la sensación de inmunidad ante las ETS. A este respecto, explica que el desarrollo de tratamientos farmacológicos y de profilaxis ante contactos de riesgo ha hecho que se pierda el miedo a la letalidad del sida, lo que conlleva una bajada del uso de preservativo y un aumento de otras infecciones. “Por otra parte, estaría la fragilidad en las relaciones de filiación que estamos observando en la sociedad globalizada y de consumo, donde prima la cantidad, la variedad, la búsqueda de placer inmediato, del encuentro sexual sin compromiso, y a mayor número de contactos, se propicia mayor número de contagios”, sostiene.
La sexualidad no se circunscribe a las relaciones hetorenormativas, sino que abarca muchas otras realidades sexuales diversas no normativas, que aún hoy continúan generando desconcierto en muchas personas. Aunque el desmantelamiento teórico de los modelos tradicionales heterosexuales permitió la visibilización de la diversidad sexual y esas otras sexualidades no normativas, la sexóloga aduce que bajo los mandatos de la cultura de género, las narrativas y expresiones de sexualidades al margen del modelo heteronormativo estuvieron silenciadas, oprimidas, incluso violentadas, durante mucho tiempo, por lo que es fácil entender el desconcierto que genera en muchas personas encontrarse con realidades sexuales diversas y múltiples. “Ante esa falta de referentes históricos de la diversidad sexual, y por tanto de representaciones, y teniendo en cuenta que la creencia crea realidad, es fácil entender esas resistencias a aceptarlas porque supone una amenaza a las ‘verdades absolutas’ que aporta el modelo tradicional”, apostilla.
"En su dimensión erótica, la sexualidad de la mujer aún sigue siguiendo tabú, porque sigue siendo cuestionada, controlada y penalizada"
La sexualidad femenina ha sido, desde siempre, uno de los grandes tabúes de la sexualidad. El primer gran mito es la creencia de que las mujeres tienen menos deseo sexual que los hombres y que son menos activas sexualmente, lo que contribuye a mantener la desigualdad entre sexos. Por ello, a las mujeres se las juzga cuando tienen más deseo sexual que el hombre. Para Leal, esto es un claro ejemplo del dominio que el sistema patriarcal ejerce sobre la sexualidad femenina. “En su dimensión erótica, la sexualidad de la mujer aún sigue siguiendo tabú, porque sigue siendo cuestionada, controlada y penalizada. Prueba de ello es que aún siguen culpabilizando a las mujeres de las agresiones sexuales, como si ellas fueran las que provocaron el desenfreno predador del hombre”, asegura.
Según Leal, el varón tampoco sale indemne de esta construcción de la sexualidad. “El hombre no se escapa de este control a través de métricas de tamaño, cantidad y frecuencia, que facturan farmacéuticas, webs pornográficas y espacios de prostitución”, matiza.
La sexualidad entre personas mayores es otro de los grandes temas tabú. Buena parte de la sociedad cree que las personas mayores no pueden tener relaciones sexuales ni experimentan deseo sexual. Nada más lejos de la realidad, ya que las evidencias ponen sobre la mesa que siguen siendo personas sexualmente activas.
En este sentido, una encuesta realizada en el Reino Unido, apunta que el 85% de los hombres entre los 60 y 69 años son activos sexualmente. El porcentaje se reduce al 60% entre los que tienen entre 70 y 79 años y al 32% a partir de los 80 años. Aun así, el estudio revela que las relaciones sexuales en la vejez están presentes.
“La educación sexual no puede estar en manos de internet”
El 40% de la Generación Z admite la pornografía como fuente de aprendizaje en materia de sexo, lo que para muchos expertos es un generador de frustración a la hora de afrontar experiencias propias. Purificación Leal habla de “pandemia pornográfica”, especialmente a través de internet. “No podemos olvidar que las personas jóvenes, por ser nativas digitales que buscan satisfacer sus curiosidades en las redes, van a acceder a contenidos pornográficos sí o sí. De ahí que se diga que la pornografía se ha convertido en la principal fuente de educación sexual de menores desde edades muy tempranas”, afirma.
Según Leal, teniendo en cuenta los modelos que la pornografía transmite de hipererotización y cosificación de los cuerpos, sobre todo de las mujeres, cabe esperar que el modelo porno defina su erotismo y que desde niñas ya tengan la creencia de que tienen que autocosificarse para ser deseables o que los niños imaginen que ellas estén siempre disponibles para el coito.
“Si tenemos en cuenta que el porno de masas nos presenta relaciones de dominancia masculina y sumisión femenina, exentas de expresiones de filiación y emociones, que normalizan la violencia sexual, cabe esperar que las relaciones de pareja sigan el modelo tradicional, o que la distorsión de la realidad conduzca a agresiones sexuales de todo tipo. La conclusión es que la educación sexual no puede estar en manos de internet porque obvia aspectos tan importantes, dentro de la dimensión erótica, como la filiación entre personas, el autocuidado y cuidado mutuo cara a una primera relación sexual placentera”, afirma.